Por Rodrigo Galarza / Especial para El Litoral
El asaltante hará un recorrido por las voces vivas de la poesía argentina. Cada poeta nos acercará, además de poemas, su visión de la poesía.
Hacia una poética
Desde el Asaltante preguntamos: ¿Por qué, para qué la poesía? La poeta cordobesa responde: “No sabría decir si hay un para qué, solo sé que yo necesito leer poesía y que algunas veces (no tantas veces) me ha sucedido la intensidad vital, la hondura, que me provoca escribirla”. Por otra parte en entrevista realizada en febrero del 2023 con motivo de la celebración de la 3ª edición del Festival PoesíaYa!, en el que conversaría con el crítico Jorge Monteleone, se le pregunta lo siguiente: “¿Lo poético, entonces, va más allá de la poesía? ¿Cuándo podemos decir que hay efectivamente poesía?
(…) “Me parece que lo poético va más allá de la poesía. Lo poético como un estado de consonancia entre la subjetividad y las condiciones del mundo en el que se vive. La posibilidad de encontrar una fisura en lo cotidiano, en lo que se automatiza, en lo que se estereotipa, para dar con algo más verdadero. En ese sentido, decimos de lo poético como la contemplación de un paisaje, como cualquiera de las formas artísticas. Incluso, momentos sociales que un pueblo vive, como momentos poéticos. Y luego está la poesía, como un hacer que busca algo de eso a través de la palabra. Ahora, en cuanto a cuándo podemos decir que hay efectivamente poesía es muy difícil precisarlo y no es igual para todos. Sin embargo, cada vez que me preguntaron algo así, la respuesta más rica o más interesante que encontré son dos líneas del poema “Para un álbum” de Eugenio Montale, que dicen: “No hay experiencia que capture el rayo, pero quien vio la luz nunca la olvida”. Tal vez no sabemos decir qué es poesía, pero cuando está, la percibimos, la comprendemos, nos alcanza.
Finalmente se le pregunta: ¿Dónde encuentra usted personalmente lo poético? ¿En lo emocional, en la protesta, en la crítica, en la forma...?
“La poesía es un lugar donde las palabras se ponen a hacer otra cosa, algo que no sabemos. Por eso nos dice lo que no sabemos.”
Muestrario mínimo
Películas
En mi pueblo había un cine.
El dueño saludaba
a los vecinos como un cura a la
entrada de su iglesia
y era el cine, en verdad, como una iglesia
a la que íbamos, por la tarde, los domingos. Estaba
sobre la ruta, frente a los trenes que cruzaban
la llanura. Por el veredón
paseaban las parejas
con cucuruchos de helado y
escuchaban los hombres
el partido en pantalón de baño y camiseta. En el atrio
había un kiosco y en el kiosco una mujer vendía
Titas y Rodhesias. Con vestidos de piqué, los domingos
por la tarde las dos íbamos al cine, a ver a Marisol,
a Doris Day, a Joselito. Un día no llegaron
las películas y pasaron un drama en blanco y negro.
Recuerdo a la salida la cabeza
borracha, el veredón
donde arrastraban su tedio las
parejas, los hombres
traspirando sus camisetas de tira y los camiones
que rugían por la ruta, con las
luces encendidas,
las primeras de la noche que
llegaba
Versos de hospital
Un amigo estuvo internado/ por una operación extraña/ por primera vez me asomé/ al mundo de los enfermeros/ dice/ a la crueldad de los hospitales.
También yo ingresé a emergencia hospitalaria/ con un palpitar menguado/ Así dijeron los médicos/ y me pusieron en la zurda/ una pequeña máquina.
Mundo de los enfermeros.
Recuerdo al que me cuidaba/ No quería orinar ante sus ojos/ ni que viera el pelo de mi pubis/ pero él dijo/ Es mi trabajo, madre y me lavó las partes con Merthiolate/ El muchacho empezaba a ser hombre/ los ojos achinados como rajas/ Vine a Córdoba a estudiar/ dijo/ era de un pueblo de Salta / es mi trabajo, madre/ no podía levantarme.
Crueldad de los hospitales.
Yo en una cama/ otra mujer en la otra cama/ amigas por esos días/ Él le dijo al poner la chata/ hay sangre, ¿está menstruando?/ A ella le dio vergüenza/ se me adelantó la regla… perdoname/ No se preocupe/ dijo el muchacho.
No se preocupe, madre.
De azul hielo en la noche/ el televisor encendido/ y nosotras en un barco/ a merced de aquel muchacho/ que limpiaba nuestra sangre/ y nuestras babas.
Así es nuestro trabajo/ dijo/ y nosotras/ coloradas de vergüenza/ diciendo y diciendo/
Gracias
Autorretrato ante el caballete
a Alejandro Schmidt
El pincel sirve para salvar
las cosas del caos.
Shitao
1.
Esto es lo que queda
de un hombre que se muere:
un pincel y la mano agrietada
que sostiene el pardo, el rojo,
el amarillo... la mano que va,
que se desvela, desde el charco
de luz hacia la tela.
2.
Lenta la pincelada oscura,
el hijo del molinero
tantea con ojos ciegos
la espesura
hasta dar con la luz.
3.
Este rostro ya estaba
debajo de la tela, estaba y
carcomía
con su podredumbre el retrato del joven
con gorguera. Bajo las arrugas y los ojos
desteñidos están los ojos
arrogantes
de otro tiempo, pero ni el otro ni éste
son grandes, a todos los ha herido
esta luz: ya nada es menos,
hasta lo más miserable
tiene su destello.
4.
No es la pieza oscura donde pinta,
ni la pobreza que trajo la desnuda forma.
ni la luz que cae sobre la gorra,
ni el pelo desprolijo, ni la barba,
tampoco el cuerpo vencido,
ni el olor rancio del encierro.
Son los ojos que no encuentran
a Saskia, a Hendrickje, al
bienamado Tito;
los ojos que se han vuelto
hacia un lugar de nada,
hacia el vacío.
5.
Otros buscarán la nota pura,
la imagen que persiste, la tersura,
como buscan sus ojos en la tela
(es la mirada lo que abruma,
lo que desvela)
6.
También yo persigo una palabra
oscura en los retratos de Saskia,
en la ternura de Hendrickje, en la viva
luz de Tito, y el aire de bondad,
la carnadura de un hombre
que se deshizo.