Por Rodrigo Galarza
Especial para El Litoral
Cincuenta años después, los caminos abiertos por aquellos certámenes siguen siendo hollados, buscados, experimentados; y tal es el caso del trío “Tajy” que desde la publicación de su primer álbum “Florece” (2014) no ha dejado de imprimir a sus composiciones e interpretaciones la búsqueda consciente de un sonido distintivo. El trío conformado por María Belén Arriola -Violín y voz-, Alejandro “Tato” Ramírez - Acordeón y voz- y José Víctor Piñeiro -Guitarra y voz-, no deja de sorprender en su afianzamiento como instrumentistas, compositores y arreglistas. En 2015 rubricaron sus búsquedas y hallazgos con la publicación de “Acuarela”, un proyecto audiovisual que incluía obras del artista plástico Eugenio Led junto a composiciones propias con letras de Cacho González Vedoya y mías.
Este disco interdisciplinario fue presentado con gran éxito en el Teatro Vera de Corrientes. A este trabajo le siguió “Canciones como semillas” en 2018.
Sabemos que tajy significa lapacho en guaraní y que entre los muchos temas de otros autores interpretados por el trío figura por ejemplo “Tita” de Abitbol-Repiso; estos dos datos no son aleatorios, más bien señalan una declaración de principios: el punto de partida es la tradición, los marcos identitarios de Corrientes y del Litoral pero la apertura radica en buscar cauces interpretativos renovadores a través del estudio exhaustivo de cada pieza para poder ver las posibilidades que cada una facilita en las hondonadas y vuelos emocionales que proponen. Bien lo sabía el poeta Francisco Luis Bernárdez en el último terceto de un célebre soneto: “Porque después de todo he comprendido/ Que lo que el árbol tiene de florido/ Vive de lo que tiene sepultado.” No ha de extrañar entonces que el más reciente trabajo de Tajy se llame “Raíz Chamamé”, trabajo aparecido en 2022 y que recientemente ha sido nominado al premio Gardel.
El material trae composiciones nuevas que se florean con versiones de los referentes como Tránsito Cocomarola, Pedro Montenegro, Roque Librado González, Ernesto Montiel, Tarragó Ros, Salvador Sena, entre otros. El trío conformado por Alejandro “Tato” Ramírez, Belén Arriola y Víctor Piñeiro (los tres componen) sumó en esta ocasión a Iván Luque, contrabajista que ejecuta su instrumento en todos los temas del álbum. Además en los diseños del disco cuentan con una estética inmejorable de la mano de Ramiro Núñez y María Eugenia Kusevitzky.
“La incorporación del contrabajo tiene relación con el concepto del disco”, explica Belén en entrevista en diario Norte, “la sonoridad de los graves es una frecuencia que no teníamos con Tajy. La nueva estética del material se vincula con la danza, el contrabajo aporta esa frecuencia y esa dinámica. Iván Luque es un gran contrabajista, talentoso, suena con raíz y los temas invitan al baile”; agrega luego la violinista.
La recuperación del violín en la ejecución y composición del chamamé es una buena noticia para nuestra música.
El disco se abre con Sapukái Rory compuesto por el acordeonista del grupo Tato Ramírez. Una pieza llena de colores, de paisajes que se enardecen desde los pies…Y de inmediato nos encontramos con “Chaco”, rasguido doble de Ernesto Montiel: desde el primer acorde reconocemos el acento del señor del acordeón, sus galopes y detenciones. No se trata de ejecutar la pieza como don Ernesto lo haría, sino reinterpretarla, volver a pasarla por los sentimientos y por el rigor de la ejecución.
Especial mención merece la versión “Don Gualberto” de Antonio Tarragó Ros. Todo sabemos que este célebre chamamé ha sido grabado infinidad de veces. El comienzo de la pieza con el sonido del violín es un hallazgo, el retozo magistral en la ejecución de los instrumentos, las entradas al centro, el floreo de cada uno de ellos y los arreglos. Virtudes que también podemos hacer extensivas a las exigentes composiciones de Roque González y Pedro Montenegro que conforman el disco.
En cuanto a las piezas propias del grupo que llevan letras, se hallan “Guataha” del poeta Heraldo Vallejos, una letra cuyo marco y profundidad se inscribe en el tópico chamamecero de la nostalgia por lejanía del terruño. La música que le da vida es de corte tradicional. En tanto que “Pynandi”, letra de mi autoría, está situada en la ciudad, y la música se acerca más al chamamé canción.
Salud, poesía y larga vida a nuestros músicos que hacen de nuestras vidas un camino más hermoso.
Guataha
Un río amargo ahora nos distancia
llevando en su tarde mi atardecer
y en su remanso carga fragancias
del hogar materno en su asajepyte
Tiene mi andar el color del pueblo
aromas y barro de yma guare
Tiene mi andar el canto nuevo
de la ciudad poblada y su añoite
Un frío largo ahora me acompaña
tejiendo esperanzas para creer
andan mis días por estos días
py’a kangy y algo de a pie
Llene mi transitar en este suelo
quejosa y larga mi hilvanada fe
Lleve mi divagar un nuevo vuelo
para que al terruño pueda volver.
Yo que traigo en venas todo el paisaje
llevo conmigo un silbar menguekatu
Tiene mi fe santiguada la sangre
soy peregrino py’aguasu.
Heraldo Vallejos
Pynandi
La calle le borra el nombre
y una niebla de tristeza
las manos y los ojos
el sol en su frente apenas
y ya comienzan los ruegos
Una estrella de silencio
le va apagando en secreto
sus correrías de niño
sus ansias de caramelos
y juguetes retozones
Tan delicado custodio
de sí mismo y su ternura
que no alcanzan los abrazos
ni las plegarias del mundo
para calmar su tristeza
De saberse prisionero
de un destino sin caricias
de una cara que sonríe
cuando alguien pone en sus manos
unos soles diminutos
Rodrigo Galarza
(1) Notable el trabajo de difusión que viene desarrollando la Fundación Memoria del Chamamé capitaneada por Juan Pedro Zubieta. Este cronista se declara asiduo consultor de su web cuando necesita alguna información sobre nuestra música. Bien vale recordar aquí que el propio Zubieta publicó en colaboración con el poeta "Cacho" González Vedoya el libro “A 50 años de Canción nueva correntina” que retrata la importancia de este hito en nuestra música.