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/Ellitoral.com.ar/ Especiales

Iván Hirst, el militar inglés que resucitó al Escarabajo

Un joven británico de 28 años llegó a la planta derruida de Volkswagen con instrucciones vagas. Solamente debía “hacerse cargo”. Pero se encontró con un diamante en bruto y decidió pulirlo hasta alcanzar el mayor éxito industrial de la historia.

Iba a ser demolida. A lo sumo pensaban en convertirla en un taller de reparaciones para mantener el parque rodante del ejército británico. Pero terminó siendo la automotriz más poderosa del mundo, fabricante del vehículo civil más exitoso de todos los tiempos.

Es la historia de Volkswagen, la industria creada por Adolfo Hitler como parte de un plan demagógico de dominación, que al final de la Segunda Guerra Mundial logró transformarse en un símbolo de la recuperación alemana, de consuno con un proceso de desnazificación que consistió en destituir y encarcelar a los máximos responsables civiles de la planta por el delito de sometimiento de prisioneros a trabajo esclavo.

El artífice de este cambio en el destino de la factoría de Wolfsburgo, ciudad germana que había sido epicentro del desarrollo industrial del llamado “Nacional Socialismo”, fue el capitán ingeniero Iván Hirst, un joven militar inglés que a los 28 años fue enviado a Alemania occidental para tomar posesión de las instalaciones, que estaban semidestruidas por los bombardeos. “Mis órdenes eran muy sencillas, ir a Wollfsburgo para hacerme cargo de una fábrica. Ellos ni siquiera me dijeron que se trata de Volkswagen”, relató Hirst en un documental de fama mundial. Pero el joven ingeniero tenía una perspectiva industrialista y enseguida cayó en la cuenta de que estaba ante un diamante en bruto. En especial cuando algunos antiguos operarios extrajeron piezas de entre los escombros y construyeron en poco tiempo dos unidades del famoso Escarabajo (que por ese entonces no llevaba ese nombre).

Hirst pudo haber informado a sus superiores sobre la inviabilidad de la planta, pero al ver el entusiasmo de los trabajadores y las cualidades del pequeño automóvil decidió hacer lo contrario. Entre los restos encontrados en la fábrica quedaba una unidad del Kafer (escarabajo en alemán) de preguerra, al que aprovechó para llamar la atención del gobierno británico.

¿Cómo lo hizo? Ordenó limpiar el vehículo, ponerlo en marcha y lo pintó de verde militar (el único color disponible). Luego envió el autito a Gran Bretaña junto con una propuesta: producirlo en pequeñas series para abastecer la demanda de movilidad de las tropas y de una sociedad civil que intentaba recuperar la normalidad resurgiendo entre sus propias cenizas.

Del otro lado del Canal de la Mancha respondieron con un pedido: primero 20.000 unidades a producir en 1946 y luego 40.000. Hirst y sus colaboradores (británicos y alemanes) se pusieron manos a la obra y lograron cumplir con las órdenes. No fue fácil, pues la línea de producción se hallaba infestada de bombas y explosivos no detonados, los cuales debieron ser cuidadosamente removidos por el personal, mediante riesgosas maniobras.

Lo que favoreció la proeza de este ingeniero británico fue que en edificios anexos, sepultada por escombros utilizados para disimular su preservación, se conservó buena parte de la maquinaria pesada. Además quedaban motores, chasis y trenes de rodaje correspondientes al Kübelwagen, el jeep de combate utilizado por el ejército nazi, que se producía en la planta de Wolfsburgo a razón de 1000 unidades mensuales hasta la caída del Tercer Reich.

En 1946 Hirst acertó en colocar un lote de exportación de varias decenas de Escarabajos con destino Países Bajos. Fue el primer paso para darle fama internacional al modelo, que por esos años ya era conocido popularmente como Kafer.

Lo demás es historia conocida: Volkswagen fue entregada a las autoridades constituidas de Alemania Federal a fines de la década del 40, cuando ya estaba consolidada como una fábrica moderna y saneada. El fideicomiso conformado luego del derrocamiento del régimen nazi pasó así a manos alemanas y el propio Hirst eligió a su sucesor: Heinrich Nordhoff, un ingeniero que había trabajado para BMW y Opel.

 

 

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El segundo padre

El Escarabajo, bautizado así por operarios y consumidores en razón de su parecido estético con el insecto, fue literalmente rescatado desde las ruinas por el ingeniero militar Iván Hirst, quien puede ser considerado el segundo padre del icónico modelo. De no haber sido por el empeño del joven capitán que en 1945 tomó el control de la planta, es probable que el auto en cuestión nunca llegase al éxito masivo que vino después. Creado por el genial diseñador austríaco Ferdinand Porsche, el pequeño “auto del pueblo” logró imponerse y superar el estigma de su origen, con más de 21 unidades vendidas en todo el mundo, un record hasta ahora inigualado.

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