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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Nuestra “viveza criolla” con genealogía española

Por Rodrigo Galarza

Especial para El Litoral

En una nota anterior sobre el Martín Fierro hicimos referencia al personaje Picardía que aparece en la segunda parte. Nos acercamos a él a través de su resonancia con la picaresca española, más específicamente, con el Lazarillo de Tormes. Decíamos que este personaje pícaro (hijo de Cruz) se encarnaba en nuestra llamada “viveza criolla” pero que, de algún modo, no se ha enraizado del todo en el imaginario argentino como lo ha hecho por ejemplo otro personaje: el viejo Vizcacha.

En “El gaucho Martín Fierro” se denota la posición política de Hernández al denunciar las injusticias que se cometían contra los gauchos nacidos, al fin de cuenta, en nuestras pampas y que no ocupaban un sitio muy claro en el in    cipiente proceso civilizatorio… de nuestro país. El gaucho servía para las faenas duras en el campo pero la supuesta anarquía con que manejaba sus vida (muchas veces fuera de la ley) le convertía en un individuo bajo sospecha siempre por lo que muchas veces era obligado a servir en la “llamada” frontera.

Hernández pone de relieve la importancia que deberá tener el gaucho en el destino de la nación, en detrimento de alentar el flujo migratorio desde Europa. Idea que se remarca en ciertos pasajes de la primera parte poniendo en boca de Fierro lo inservibles que resultaban los extranjeros para domar un potro o las ventajas que tenían los gringos ante la ley en perjuicio del gaucho. Algunos de estos pasajes se expresan con humor, otros, con patetismo, aunque con gran eficacia. Veamos ejemplos:

“Y pa mejor, una noche/ ¡qué estaquiada me pegaron!/ Casi me descoyuntaron/ por motivo de una gresca./ ¡Aijuna, si me estiraron/ lo mesmo que guasca fresca!/ Jamás me puedo olvidar/ lo que esa vez me pasó:/ dentrando una noche yo al fortín,/ un enganchao, que estaba medio mamao,/ allí me desconoció/. Era un gringo tan bozal,/ que nada se le entendía./ ¡Quién sabe de ande sería!/ Tal vez no juera cristiano,/ pues lo único que decía es/ que era pa-po-litano./ Estaba de centinela y,/ por causa del peludo,/ verme más claro no pudo/ y esa jue la culpa toda./ El bruto se asustó al ñudo/ y fí el pavo de la boda./ Cuanto me vido acercar/ “¿Quién vivore?", preguntó: /"Qué vivoras", dije yo./ "¡Hagarto!", me pegó el grito/. Y yo dije despacito:/ "Más lagarto serás vos"(…) “Por de contao, con el tiro/ se alborotó el avispero;/ los oficiales salieron y se empezó la junción:/ quedó en su puesto el nación/ y yo fi al estaquiadero.”.

En La vuelta de Martín Fierro publicado siete años después, es decir en 1879, Hernández nos presente a un Fierro más reflexivo, dispuesto a reconciliarse con la sociedad tras haber permanecido un tiempo con los aborígenes, junto a su amigo Cruz.

Es evidente el cambio de paradigma. Hernández no se mantiene indiferente a la transformación que supuso en el país la llegada masiva de inmigrantes. De ahí que sitúe a Fierro en una actitud de convivencia con todos. En su reencuentro con sus hijos (se agrega también el hijo de Cruz), el gaucho esgrimirá una vez más su capacidad cantora para darles consejos llenos de sabiduría y mesura, que terminará con la separación de sus hijos hacia los cuatro vientos, los cuatro puntos cardinales (según Leopoldo Marechal: en una actitud “misional”, de poblar la patria).

El contrapunto moral a los consejos de Martín F. lo encarna el Viejo Vizcacha (tutor de uno de los hijos de Fierro). Este personaje, de gran calado en el imaginario argentino, representa la más alta expresión de nuestra “viveza criolla”, por su falta de escrúpulos y por su capacidad didáctica para sacar ventajas a través de alguna triquiñuela logrando así su cometido en detrimento de otra persona, grupo o institución. Los consejos del viejo Vizcacha tienen ese atractivo que tiene también el “Infierno” que los lectores de la Divina comedia de Dante, recuerdan con mayor deleite. ¿Quién no recuerda el episodio en el que el viejo escupe el asado para comérselo solo?

Consejos del 

viejo Vizcacha

Siempre andaba retobao,

con ninguno solía hablar

se divertía en escarbar

y hacer marcas con el dedo

y cuando se ponía en pedo

me empezaba a aconsejar

Me parece que lo veo

con su poncho calamaco

después de echar un buen taco

ansí principiaba a hablar:

“jamás llegués a parar

ande veas perros flacos”.

“El primer cuidao del hombre

es defender el pellejo-

llevate de mi consejo,

fijate bien lo que hablo:

el diablo sabe por diablo

pero más sabe por viejo”.

“Hacete amigo del juez

no le dés de qué quejarse;

y cuando quiera enojarse

vos te debés encojer,

pues siempre es güeno tener

palenque ande ir a rascarse”.

“Nunca le llevés la contra

porque él manda la gavilla

allí sentao en su silla

ningun güey le sale bravo

a uno le da con el clavo

y a otro con la cantramilla”.

“El hombre, hasta el más soberbio,

con más espinas que un tala,

aflueja andando en la mala

y es blando como manteca,

hasta la hacienda baguala

cai al jagüel con la seca”.

“No andés cambiando de cueva,

hacé las que hace el ratón-

conservate en el rincón

en que empezó tu existencia-

vaca que cambia querencia

se atrasa en la parición”.

Y menudiando los tragos

aquel viejo como cerro

“no olvidés, me decía, Fierro

que el hombre no debe creer,

en lágrimas de mujer

ni en la renguera del perro”.

“No te debés afligir

aunque el mundo se desplome

lo que más precisa el hombre,

tener, según yo discurro,

es la memoria del burro

que nunca olvida ande come”.

“Dejá que caliente el horno

el dueño del amasijo

lo que es yo, nunca me aflijo

y a todito me hago el sordo

el cerdo vive tan gordo

y se come hasta los hijos”.

“El zorro que ya es corrido

dende lejos la olfatea

no se apure quien desea

hacer lo que le aproveche

la vaca que más rumea

es la que da mejor leche”.

“El que gana su comida

bueno es que en silencio coma

ansina, vos ni por broma

quieras llamar la atención

nunca escapa el cimarrón

si dispara por la loma”.

“Yo voy donde me conviene

y jamás me descarrío,

llevate el ejemplo mío,

y llenarás la barriga;

aprendé de las hormigas,

no van a un noque vacío”.

“A naides tengas envidia,

es muy triste el envidiar,

cuando veas a otro ganar

a estorbarlo no te metas-

cada lechón en su teta

es el modo de mamar”.

“Si buscás vivir tranquilo

dedicate a solteriar

mas si te querés casar,

con esta alvertencia sea,

que es muy difícil guardar

prenda que otros codicean”.

“Es un bicho la mujer

que yo aquí no lo destapo,

siempre quiere al hombre guapo,

mas fijate en la elección;

porque tiene el corazón

como barriga de sapo”.

Y gangoso por la tranca

me solía decir,: ”potrillo,

recién te apunta el colmillo,

mas te lo dice un toruno,

no dejés que hombre ninguno

te gane el lao del cuchillo”.

“Las armas son necesarias

pero naides sabe cuándo;

ansina si andás pasiando,

y de noche, sobre todo,

debés llevarlo de modo

que al salir, salga cortando”.

“Los que no saben guardar

son pobres aunque trabajen-

nunca por más que se atajen

se librarán del cimbrón.

al que nace barrigón

es al ñudo que lo fajen”.

“Donde los vientos me llevan

allí estoy como en mi centro

cuando una tristeza encuentro

tomo un trago pa alegrarme;

a mí me gusta mojarme

por ajuera y por adentro”.

“Vos sos pollo, y te convienen

toditas estas razones,

mis consejos y lecciones

no echés nunca en el olvido

en las riñas he aprendido

a no peliar sin puyones”.

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