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La doble muerte de Rufina Cambaceres

Una joven de 19 años de la sociedad porteña tuvo una muerte súbita, aparentemente, pero había tenido un ataque de catalepsia y fue enterrada en su ataúd cuando aún estaba con vida. Allí recobró la conciencia, dentro del cajón. Desesperada pugnó por salir de su encierro pero no pudo y allí murió en serio. Por eso se dice que murió dos veces, fue un caso increíble. Aún hoy muchos aseguran ver su fantasma deambulando en el cementerio de La Recoleta.

Domingo, 02 de julio de 2023 a las 01:01
Presencia. Rufina Cambaceres como era, muy joven y bella, antes de morir. .
Panteón. El lugar donde fue enterrada, con una estatua de ella en la ventana.

Por Francisco Villagrán
[email protected]
Especial para El Litoral

La protagonista de esta increíble historia era miembro de la familia Cambaceres perteneciente a la aristocracia porteña venida a menos en la sociedad argentina del siglo XIX. La mayoría de los miembros eran considerados cultos, inteligentes, adinerados y todos con pésima fama en el ámbito amoroso. En 1876 Eugenio Cambaceres había tenido un romance con una tal Emma Wijstad, soprano del Teatro Colón, una cantante famosa y casada. Los amantes fueron descubiertos por el marido de la cantante lírica en uno de los palcos del teatro. El hombre desafió a Eugenio a un duelo, pero este se fue del país junto a la soprano, dejando a la familia que tenía. La pareja contrajo matrimonio en París en 1887, ciudad en la que nació Rufina Cambaceres. La joven había recibido una buena educación, destacándose en sus estudios además de hablar cinco idiomas. A los dos años posteriores al casamiento, el 14 de junio, el padre de Rufina fallece, tras haber padecido tuberculosis durante muchos años. Regresaron al país y al transcurrir los años su madre conoce a Hipólito Yrigoyen, quien se presentó a la familia para arrendar uno de los campos. Rufina encontró en el líder radical una auténtica figura paterna, aunque existieron rumores no confirmados de un romance entre ellos. La joven Cambaceres aún era menor cuando conoció a Yrigoyen, que ya pisaba los 50 años. Y es aquí cuando no existe un relato certero, sino varias leyendas de lo que ocurrió en la corta vida de Rufina.

Rumores y versiones
Según se cuenta, una noche Yrigoyen invitó a la joven al teatro y ésta se encontraba muy ilusionada por la invitación. Pero el día del evento, por la mañana, una amiga de Rufina se apareció en la casa para conversar con ella, pero se la notaba rara. La amiga le comentó a Rufina que todo el mundo sabía algo que ella ignoraba: que su madre era la amante secreta de Yrigoyen. Nunca se supo el nombre de la amiga. En ese momento Rufina le pidió a su amiga que se retire de la casa porque necesitaba descansar porque no se sentía bien. Transcurridas unas tres horas, la mucama de la familia subió al cuarto de la joven para despertarla, pero esta no reaccionaba. Una hora después el médico de la familia acudió a la casa. De solo verla, solo tocar la frialdad de su cuerpo, comprendió lo que pasaba. Decidió tomarle el pulso, pero nunca lo encontró. El médico dictaminó que Rufina había muerto de un síncope, es decir que literalmente se le había roto el corazón.
Esa misma noche, en la que en realidad planeaba estar disfrutando de un concierto junto a Yrigoyen, Rufina Cambaceres era enterrada en el panteón de su familia en el cementerio de La Recoleta, con las joyas que le habían pertenecido. En aquel entonces los cuidadores de los cementerios eran más bien guardias, ya que los burgueses enterrados en ese campo santo, lo estaban con sus joyas y existía un gran peligro de saqueo. Así, a la madrugada siguiente, mientras el cuidador cumplía con su trabajo junto a un farol de kerosén en su mano, oyó ruidos que provenían del panteón de la familia Cambaceres. El cuidador dio aviso de inmediato a la familia, ya que temía que el cajón de Rufina hubiera sido saqueado. A la mañana siguiente, la madre junto a un amigo, acudieron al lugar y comprobaron que el cajón estaba movido. Los trabajadores del cementerio abrieron el ataúd y descubrieron que la tapa se encontraba arañada del lado de adentro y que el cuerpo de Rufina se encontraba boca abajo. Además tenía la cara, el cuello y el pecho, arañados y bajo sus uñas restos de madera del cajón. Fue en ese momento que entendieron que la joven se había despertado en su ataúd y por falta de oxígeno y en medio de la desesperación, se volvió a morir…

¿Qué pasó con ella?
La respuesta a un hecho que marcó no sólo la historia de Yrigoyen, sino también la del cementerio de La Recoleta, es la catalepsia. Es un fenómeno natural en que el cuerpo muestra todos los síntomas de la muerte, pero sin llegar a morir. A principios del siglo XX la catalepsia era un fenómeno común, hasta entonces no se esperaba al menos 30 horas para enterrar a los muertos, que eran llevados enseguida de la muerte al camposanto. La catalepsia era tan normal que solo a metros de donde estaba enterrada Rufina, un hombre, importante empresario, se hizo instalar un sistema de campanas para avisar desde el ataúd en caso de estar vivo. Luego del caso de la catalepsia de Rufina, se instituyó la ley por la cual se deben velar al menos por 24 horas los cuerpos antes de ser enterrados, transformando los velorios en acontecimientos sociales. Pero no es la única historia rara que ronda a la joven, ya que luego de su muerte muchas personas dijeron oír gritos desesperados y también verla deambular por el lugar, como si buscara algo, o se encontraba perdida en el sitio. En relación con su muerte, algunos estudiosos afirman que no hay pruebas concretas que demuestren  que su deceso haya sido producido por una catalepsia y que pudo haber sido enterrada viva por error médico. También trascendieron hace poco algunas fotos tomadas en torno a la tumba de Rufina, donde se ve claramente una figura con características humanas, con un vestido blanco, desplazarse lentamente por el lugar. Las imágenes fueron estudiadas por especialistas en fotos digitales y consideradas auténticas.
Un dato importante y curioso: Rufina nació el 11 de mayo de 1883 en Francia y falleció en esa misma fecha pero de 1902 en la Argentina. Curiosamente, murió el mismo día de su cumpleaños número 19, ¿casualidad, coincidencia? Vaya uno a saber. Por ella se comenzaron a realizar los velorios de 24 horas, que debían cumplirse por ley.

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