Si bien es la orquesta más bailada por los tangueros, tal vez por su rango melodioso donde el ritmo no queda escondido, sino más bien todos se esfuerzan por acentuarlo.
Y, lo más notable, jamás se inscribió en la corriente decariana ni en la evolución desbocada de la rebelión modernista asumida por los más jóvenes.
Carlos Di Sarli, se hizo solo con lo propio, un intermedio entre ambas donde los violines y el piano acentúan y se hacen notorios con el respaldo de bandoneones de base compacta.
Sucede, que Cayetano (bautizado artísticamente, Carlos) Di Sarli provino de una familia de seis hermanos, donde la música estuvo presente en cada uno con diverso camino y géneros.
Su familia sentó sus genes en la sureña ciudad bonaerense de Bahía Blanca, donde Carlos completara sus estudios musicales en el famoso Conservatorio Williams.
Cuya vocación se inclinó por el piano, elección desde la cual ejerció su laboriosa interpretación, en la que se consolidó como pianista, compositor y director, dueño de un estilo marcadamente personal que sustentó férreamente el tango.
Con Di Sarli, el tango creció sin sumarse a ninguno, solamente haciendo lo suyo de fuerte sentimiento, nostálgico y cadenero, animando y reafirmando a los bailarines.
Comenzó a los tropezones pero con decisión la música, a los 13 años lo contrató una compañía de zarzuelas con la cual recorrió varias provincias y le sirvió para probar el oficio.
Su primera orquesta lo experimentó en el “Café Express” de Bahía Blanca, en el año 1919. Visto, que se sentía muy bien interpretándolo, recaló a buenos Aires en 1923.
Seguramente haber tocado con Osvaldo Fresedo en 1926, le sirvió de experiencia para coincidir con la expresividad melódica del “Pibe de la Paternal,” como cariñosamente se lo definía a Fresedo.
Pero ampliemos, eso de “El Señor del Tango” como el público identificaba a Carlos Di Sarli. Era un tipo de excelente llegada, cálido, entrañable, amigable.
Es así que al conocer al muy joven Roberto Rufino, le brindó desempeño, comprándole en primer término un traje con pantalones largos. Actuando como lo recordara después Rufino, como un verdadero padre, un tutor en las buenas y en las malas.
Carlos Di Sarli en el año 1939, debuta con su orquesta en LR1 Radio El Mundo de Buenos Aires, incorporándolo a Roberto Rufino con 16 años y basta carrera por adelante.
Di Sarli de arranque, tocó con Anselmo Aieta, el Trío de Alejandro Scarpino, con Enríque Mario Francini, Armando Pontier, Juan Cambareri, acompañó en grabaciones a la “Negra” Olinda Bozán, Aníbal Troilo.
Se fogueó entre muchos enriqueciendo su estilo, definido, compadrito, de fineza incomparable, sin olvidarse de los bailarines sin por eso tampoco de la nostalgia que es inherente a la danza, ni a lo nostálgico que pinta de cuerpo entero el producto logrado.
Carlos Di Sarli ha sido un autor prolífico, donde el éxito estaba asegurado de antemano por su particular gusto y definición interpretativa.
De su autoría, son: “Nido gaucho”, “Verdemar”, “Mis tres amores”, “Porteño y bailarín”, “Bien frappé”, “Otra vez carnaval”, “No me preguntes por qué”, “Al pan, pan, y al vino, vino”, “Bahía blanca”, “Juan porteño”, “Milonguero viejo”, “Corazón”, “En un beso la vida”, “La capilla blanca”, “Tangueando te quiero”, “Cuatro vidas”, “Así era mi novia”, “Chiquitera”, “Cayorda”, “Che, francés, vení”, “Pobre buzón”, “Por qué le llaman amor”, “De qué podemos hablar”, “Rinconcito de alegría”, “Negando el perdón”, “Llanto en el corazón”, “Cortando camino”, “Whisky”, “Con alma y vida”, “Milonga del centenario”, “Un día llegará”, “Mi última canción”, “Poema triste”, “Rosamel”, “Ensueño de amor”, también pasodobles: “Patio sevillano”, y ”Ay Suero, por favor”.
Pasaron grandes voces por la orquesta del maestro Di Sarli: Ignacio Murillo, Roberto Rufino, Santiago Devin, Ernesto Famá, Fernando Díaz, Antonio Rodríguez Lesende, Roberto Arrieta, Agustín Volpe, Carlos Acuña, Alberto Podestá, Osvaldo Cabrera, Oscar Serpa, Jorge Durán, Raúl Posadas, Osvaldo Cordó, Mario Pomar, Rodolfo Galé, Roberto Florio, y Horacio Casares.
Uno de sus tangos más recordados, con la poesía José María Contursi, “Verdemar”, grabado por Di Sarli en el año 1943, con la voz del muy joven Roberto Rufino, “su hijo” en el cariño.
“Verdemar.
Verdemar, / se llenaron de silencio tus púpilas, / te perdí, Verdemar. / Tus manos amarillas, tus labios sin color / y el frío de la noche sobre tu corazón… / Faltas tú, tú no estás; / Se apagaron tus púpilas. Verdemar. /
“El Señor del Tango” fue homenajeado de diversas maneras, con calles con su nombre en su Bahía Blanca natal, como así tangos compuestos en su memoria: “Di Sarli” producido en 1945. Como así, “Adiós milonguero”, en 1960. También “Sinfonía para un recuerdo”, 1960. Como en 1979: “Al maestro con nostalgia”.
Muchas cosas han quedado que lo recuerdan permanentemente, especialmente sus composiciones y arreglos que lo convirtieron en el preferido de los bailarines.