Viernes 03de Mayo de 2024CORRIENTES20°Pronóstico Extendido

Dolar Compra:$857,5

Dolar Venta:$897,5

Viernes 03de Mayo de 2024CORRIENTES20°Pronóstico Extendido

Dolar Compra:$857,5

Dolar Venta:$897,5

/Ellitoral.com.ar/ Opinión

De qué se sorprenden

Por Emilio Zola

Especial

Para El Litoral

Se sorprenden de que Javier Milei se atreva a hablar del peligro comunista en el foro de Davos, cuando el comunismo o sus ideas subsidiarias reflejadas en el socialismo actual no representan más que una pequeña porción de la paleta ideológica predominantemente liberal que impera en el mundo moderno.

¿De qué se sorprenden, señoras y señores? Si el presidente en ejercicio se mostró siempre tal cual es, un outsider que no llegó movido por el apetito de dinero o de poder, sino para plasmar un proyecto del que está absolutamente convencido y que consiste en aplicar una serie de medidas estructurales en torno de las cuales pretende edificar una revolución que termine con el Estado como eje rector del equilibrio social.

Para eso vino Javier Milei, con la misión visceral de pulverizar los sistemas de asistencialismo a través de un proyecto basado en el ideario macrista pero elevado a la enésima potencia, con la consigna que el ex presidente de Juntos por el Cambio reveló en una famosa entrevista con Mario Vargas Llosa: “Si volviera haría exactamente lo mismo, pero más rápido”. Eso es Milei, cuya filosofía dogmática no coincide en un 100 por ciento con el berretín concentrador de los promercados clásicos, pero si es compatible en un aspecto central: el ser humano merece vivir mejor en tanto logre el éxito en alguna disciplina. De lo contrario, quedará librado a su suerte, con la libertad de “elegir” (más entrecomillada que nunca esa palabra) su propio destino: vender sus órganos, sus hijos o dejarse morir famélicamente.

Por eso, que el presidente hable del peligro comunista no es más que su génesis. Lo que está haciendo es exagerar el cuadro de situación, instalar enemigos cómodos y desprestigiados como la patria sindical con su paro del 24 de enero, crear condiciones justificantes de un plan que se limita a  despojar a la base de la pirámide social de herramientas para escalar en el estatus de la calidad de vida.

Filtrar, depurar, complejizar el acceso a las oportunidades que hasta ahora brindaba el Estado para que los hijos de un obrero accedieran a un futuro con living comedor separado de la cocina, con habitaciones para cada miembro de la prole, con dinero para pagar unas vacaciones en cuotas, con la posibilidad de conocer el mar siendo niños y de la mano de sus padres.

Todo eso forma parte de la doctrina que abraza el presidente, quien está convencido de que las políticas públicas destinadas a facilitar el estudio, el buen descanso o la salud a los desposeídos son, en realidad, lobos con piel de cordero creados para mantener a los pobres en la pobreza de modo tal que, convertidos en dependientes del poder de turno, entronicen con sus votos a gobernantes populistas y corruptos.

Para remediar eso que él ve como un círculo vicioso no propone corregir los vicios el sistema sino erradicarlo. Reemplazar la socialdemocracia inclusiva que intenta cobrar más impuestos a los millonarios al mismo tiempo que aliviana la carga tributaria a los más débiles. En otras palabras, Milei viene a suprimir el Estado como agente arbitral de las relaciones económicas y laborales entre las personas

Llega para liberar las fuerzas del mercado de forma tal que, por medio de su presunta virtud autorregulatoria, alcancen un nivel de estabilidad que permita a los más fuertes, a los más talentosos y (en especial) a los más poderosos ascender al Partenón de los habilitados a disfrutar de las ganancias, los dividendos y las rentas que solo se logran cuando la relación de oferta y demanda entre particulares logra despojarse de la rémora estatal.

Suena utópico el objetivo de máxima que se ha impuesto el presidente después de siglos de conquistas sociales iniciadas con la Revolución Francesa y la Carta de Filadelfia. Ese objetivo ni siquiera es comprendido cabalmente por el grueso de votantes de La Libertad Avanza, quienes eligieron al aleonado libertario como alternativa de cambio ante estruendosos fracasos precedentes y -en general- sin leer la letra chica del prospecto que acompaña al dogma anarcocapitalista encarnado por el ahora jefe de Estado.

En ese sentido, las parcelas de terreno que pueda ganar en la dirección que pretende son suficientes para motivar a un fanático antiestado como él. Le basta con avanzar centímetro por centímetro, con instalar guardas policiales frente a la agencia Télam (amagando con liquidar los medios públicos), con aplicar un protocolo antipiquetes, con rechazar viajes en helicóptero, para cavar palada por palada la fosa en la que piensa sepultar al principio constitucional de justicia social por vías fácticas, favorecido por la aquiescencia opositora.

Su receta es simple: dejar de intervenir en las fluctuaciones del mercado hasta que por mera recesión, deflación e inanición de muchos consumidores y pymes, los precios comiencen a estabilizarse por la simple razón de que se llegará a un punto en el que nadie que cobre un sueldo más o menos lógico pueda alquilar un monoambiente, comprar un kilo de carne o beberse un litro de leche. Hacia esa cúspide cenital avanza la lógica del plan económico plasmado en el DNU diseñado por Sturzenegger y redactado por estudios jurídicos privados.

El hecho de que hayan sido abogados particulares quienes trabajaron en la cocina del decretazo que derogó de un plumazo más de 300 leyes nacionales quizás sea el punto más débil de su estratagema, por cuanto el instrumento podría ser declarado nulo de nulidad absoluta en sede judicial. Sin embargo, nadie lo cuestionó seriamente en el terreno jurisdiccional. El DNU sigue vigente y ese ya es un triunfo trascendental para la administración Milei aunque cada vez más argentinos se inscriban en la columna de los disconformes y la imagen presidencial haya comenzado a descender.

A la vez, en el Congreso se entretienen con la llamada ley ómnibus, un mondongo duro y difícil de masticar que el Poder Ejecutivo arrojó a los legisladores para que se dediquen a discutir mientras el hombre de la motosierra avanza con la rapidez del rayo en un proceso devaluador que deja a los más débiles inermes y a los más fuertes listos para acaparar nuevos espacios en territorios que antes eran de dominio absolutamente público y hoy se hallan a merced de los apetitos inconfesables de las corporaciones encabezadas por Elon Musk, Galperín y otros como ellos, dispuestos a quedarse con todo para corroborar eso que sienten que son: seres superiores, héroes llamados a generar riqueza para que los de abajo puedan trabajar según un nuevo contrato social que nada tiene que ver con los principios de Rousseau o Montesquieu.

De nuevo entonces: ¿De qué se sorprenden? Milei vino para hacer lo que está haciendo y además lo anunció claramente. Dijo que la casta pagaría el ajuste, entendiendo como casta a todo aquel que reciba una dádiva del Estado paternalista, que para él es un instrumento “colectivista y empobrecedor”.

Frente a la legitimación que provino de los votos cosechados por este desestructurante presidente de la Nación, la única alternativa es plantear las objeciones que el sistema jurídico argentino proporcionan para desactivar su plan. Acotarlo hasta que comprenda que sus ideas tienen un límite llamado ley. 

En tanto el Poder Judicial no sea puesto en marcha, Javier Milei seguirá su camino hacia la deshumanización social, convencido de que solamente merecen vivir bien aquellos que fueron tocados por la vara del destino para crecer y desarrollarse en tanto generadores de divisas. Los demás, a la calle. Despedidos, desahuciados y hambreados. ¿Soportarán las masas semejante segregación?

¿Te gustó la nota?

Ocurrió un error