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Los fantasmas del carnaval de Corrientes

Del libro "Aparecidos, tesoros y leyendas de Corrientes". De Moglia Ediciones.

Sabado, 06 de enero de 2024 a las 18:59

Entre las luces y estruendos de la gente que rodea los variados escenarios que tuvo el carnaval de la ciudad de Corrientes, de histórica existencia, variados espíritus realizan su recorrido. No han dejado ni dejarán jamás el contexto de la fiesta pagana en que se invierten los valores y jerarquías sociales, para preparar en esos momentos de exaltación de libertad y goce, disfrute y placer, la llegada del miércoles de cenizas, que es la campana que anuncia el cambio total de rumbo. Constricción con la vuelta a la normalidad, cada cual a su lugar, cada chancho a su chiquero diría el refranero popular. 
Se expresaba así el profesor de literatura universal Borrione, ante la mirada absorta de los alumnos. Uno de esos estudiantes comentó con su mamá, que tenía fama de bruja, curandera y otras yerbas. Ella le contestó con una explicación un poco larga: 
“En ese mágico marco que se repite año a año los fantasmas de Nolo Alías, Godofredo San Martín, Laucha Cabral, Ramírez, Papi Chas Correa, Tururú y tantos otros, aparecen con disfraces diferentes para no aterrar a los concurrentes. Desfilan con embozos variados, sus bailes y piruetas pasan desapercibidas, porque las puertas del más allá de abren de par en par para que los muertos se encuentren con los vivos. Unos para gozar de la vida y otros para asustar o perseguir a los que se merecen”. 
Continúo diciendo la hechicera, que evidentemente era una mujer culta y muy respetada en el Barrio Aldana: 
“En las fiestas paganas se repiten prácticas ancestrales como en el carnaval. El señor yace con las mujeres jóvenes que van a ser esposas cuando suena el trueno. En el medioevo se entenderá como derecho a la pernada, generando un vínculo de dominio y fecundidad, que sólo ocurre en carnaval, bajo el reino de Momo. Sus raíces antiguas se encuentran en tradiciones de la vieja Roma con sus orgías, que asimilaban a las mujeres como la tierra, que debería dar fertilidad. Todo era aceptado en tiempos carnestolendas, todo basado como repudio al rechazo del placer carnal preconizado por los cristianos que en algunos casos extremos habían llegado a castrarse para mantenerse puros. El carnaval, a través de los miles de años se compuso de costumbres paganas, como el desfile de jóvenes desnudos o el ofrecimiento de jóvenes doncellas a los dioses, lo que derivaba comúnmente en orgías. En nuestros tiempos entiéndase ciertas libertades que no llegan al concepto de tiempos milenarios”. 
El estudiante miraba asombrado a su madre, reconocía que en el carnaval se desataban ciertas libertades que terminaban exactamente el día miércoles de cenizas. Ella continuó diciendo:
“Otro elemento integrativo de las fiestas son las danzas de origen extrahumano, la creencia en la existencia en hadas, duendes, hechizos y encantamientos reproducidos en cuadros y bailes de las fiestas carnavalescas. Todo tiene una vinculación con la preparación de un nuevo renacer de la humanidad, en ciclo del eterno caos y orden. Para ello la sociedad, en el caso del cristianismo, que adopta su calendario, el carnaval reproduce la expulsión de los 
demonios de la ciudad. Los festejos tienen por finalidad hacer salir de los límites del barrio, o la ciudad completa, mediante ruidos, música, cánticos, bailes, representaciones que construyen en el imaginario la creencia de llevar sobre algún chivo emisario los males y pecados pasados. 
No se diferencian los corsos de las prácticas realizadas en las casas por los desembrujadores, con ruidos, golpes, música dinámica dentro de las habitaciones, seguidas por las calles para acompañar a los espíritus que se marchen a otro lugar”. 
Entretanto su madre hablaba, el joven abría cada vez más los ojos, asombrado por lo que escuchaba. Continuaba diciendo: 
“Es muy posible que estas prácticas que vienen de los primeros tiempos de la civilización, sean ignoradas por la mayoría de los concurrentes a los desfiles de máscaras, comparsas, murgas, chirigotas. En Corrientes como en muchas partes del mundo, llegado el carnaval, el ser humano de pocos recursos se mezcla con el que tiene riquezas. El primero se viste de príncipe y se cree príncipe; el segundo se disfraza de esclavo y piensa que lo es. Ambos representan el cambio de rol social, la apertura anual en que la ficción desplaza a la realidad. Grandes artistas, bailarines, bastoneras, músicos, mimos forman parte de un teatro que tiene por finalidad perseguir a los demonios ocultos. Se entroniza a un rey carnavalesco, humillando al verdadero soberano, trastornando todo el orden social. 
Los esclavos se hacen amos y los amos esclavos, en muchos casos se desata una libertad sexual, que pasados los carnavales se olvida y se tira al baúl de la indiferencia. Si te he visto no me acuerdo”. 
El joven estudiante miraba fascinado a su madre, como esperando más aportes, ella no se hizo rogar: 
“Otro fenómeno que los actuales animadores del carnaval olvidan es que llegado el mismo, se abre la puerta para el ingreso de los muertos que visitan a los vivos. Las barreras entre los vivos y muertos están rotas, al son de tamboriles y trompetas, bailes y mascaradas, muchos de los que desfilan por los corsos son seres muertos, aunque no lo creas hijo. Es por ello que culminado el festejo, cada uno vuelve a su lugar: el supuesto príncipe a su puesto de trabajo cargando bolsas posiblemente; el esclavo al poder, a su lugar de ocio y riqueza”. 
Al advertir la madre que su hijo entraba en un estado de temor lo consoló, con palabras dulces. Para que no tuviera miedo, sino respeto: 
“En este contexto un poco académico y fuera de lugar para un cuento, vuelvo a mencionar la existencia en los carnavales de cientos de muertos, que atravesaron la barrera levantada provisoriamente hasta el día de cenizas, en que vuelven a su esencia espiritual, habiendo interactuado con los vivos”. 
El estudiante preguntó, interrumpiendo a su madre: 
“¿cómo los veo?, ¿dónde madre?” Ella respondió: “No es de sorprenderse que en una tribuna, caminando por los laterales o desfilando por el asfalto destinado a los artistas. Mezclados y no advertidos, los espíritus de los que llevaron el carnaval en sus entrañas, recuperan su materialidad (cuerpo). Desfilan tranquilamente en sus disfraces con máscaras, que ocultan las lágrimas que derraman en su andar. Sabiendo que deberán volver al sitio del cual vinieron, pero esos días gozan, otros tiran serpentinas y nieve, como en los viejos tiempos del perfume floral. Los más atentos señalan que en ciertas noches advirtieron la presencia de Nolo, Godofredo, Papi y los demás porque sus espíritus vuelven en los carnavales. Siguen presentes y desfilan orgullosos en el de los vivos, no hacen mal a nadie, no asustan hijo, son espectros buenos materializados”. 
El hijo entendió que su madre había concluido su narración. Se retiró a su dormitorio para soñar esa noche, con los duendes y hadas de los carnavales. 
Estimado lector cuando estés en la tribuna o en los cuadros de actuación mira a tu alrededor. Observa si no encuentras un espíritu con su cuerpo que atravesó la barrera, compartiendo contigo la fiesta -denominada pagana por los cristianos- del carnaval.
 

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