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/Ellitoral.com.ar/ Sociedad

Droga, Mercado Pago y penitenciarios en la segunda caída del narco “Chaquito” Espinoza

El joven de Itatí va en camino a su tercera condena por contrabandear marihuana, esta vez, junto a su mamá, su novia y otro hermano, en el marco de una compleja trama. 
Julio de 2018. Momento en el que la Policía detiene a Chaquito Espinoza en el barrio Ibiray de Itatí.

 Esta noche a las 23 cumple su primer aniversario la requisa que terminó por descubrir que un narco que cayó por tonto, al final, era un talento oculto en el pabellón 15 de la cárcel federal de Resistencia. Una gema salida del barrio Ibiray de Itatí.

Droga, Mercado Pago, guardiacárceles en su plantilla de empleados, una pyme familiar que llevaba como insignia la flor del cannabis paraguayo, son algunos de los puntos del inventario que, antes de sus 30 años de edad, evidenció a Jorge Eduardo "Chaquito" Espinoza como uno de los más movedizos narcos que dejó el Operativo Sapucay.

Chaquito, pequeño aprendiz de quijote contrabandista, supo trabajar con quien fuera el villano más completo del hampa en Corrientes, Federico Sebastián "Morenita" Marín, caído bajo las balas de la Policía Federal el año pasado en Itatí.

Espinoza figuraba en la lista de mala fe de las bandas narcotraficantes de la localidad de la virgen que cayeron en la recordada redada de marzo de 2017, el operativo Sapucay.

Pero zafó.

Sin embargo, no se fue de su comuna natal y por una tontería, como vandalizar con aerosol el auto de un turista, fue hallado por la policía una madrugada de frío envuelto en una frazada en la casa de su abuelo. 

Así, en julio de 2018 -cuando tenía 23 años-, pasó de prófugo a ver el sol desde una ventana y a tener que oír cómo se ventilaban en fiscalías, juzgados y tribunales sus cositas, desde participar en la venta de droga a gran escala hasta sus supuestos romances con una hermana del exviceintendente de Itatí.

Luego de esa caída llegaron las condenas y en el penal de Resistencia, la Unidad Penitenciaria Federal 7, purga dos sentencias por narcotráfico. A 8 años y seis meses por un lado, y a 7 años por otro.

Esta última mancha en su legajo judicial lleva la particularidad de que compartió juicio con Eduardo “Bebecho” Zacarías Britez, el hombre que siempre fue vinculado al narco itateño pero que terminó preso por descerrajarle un tiro en la cara a un chico con el que mantenía una disputa, uno de los pocos crímenes sin fines de lucro del narcotráfico correntino que terminó por alertar a propios y extraños y, de allí se desprende, fue una de las razones por las que se cayó como un castillo de naipes una estructura que iba desde maleteros de cannabis, hasta un intendente y un juez federal.

Edgardo Ezequiel Espinosa, alias “Viru”, es el hermano menor y mano derecha de Jorge Eduardo. Junto a la mamá de ambos, Juana Torres de 50 años, emprendieron a fuerza de teléfonos celulares y transferencias con billeteras digitales, un emprendimiento temerario como organizar un clan narco comandado desde la cárcel.

Para eso, Chaquito coleccionó algunos onerosos agentes penitenciarios federales que le permitieron ir tejiendo, al menos desde el año 2021, una organización que traía marihuana prensada de Paraguay, la distribuía en Corrientes y alcanzó mercado nacional con envíos a  las provincias de Santa Fe, Buenos Aires, Córdoba, Mendoza y Neuquén.

Todo eso, según una investigación hecha por la Gendarmería, orientada por la Fiscalía Federal de Flavio Ferrini y el juzgado de Juan Carlos Vallejos, que los procesó el año pasado, con lo cual esos papeles pasaron a instancias en las que ahora entienden la Cámara Federal y el fiscal Carlos Schaefer, en camino al Tribunal que los juzgará por tráfico y tenencia de estupefacientes con fines de comercialización.

De ese trabajo surgió que también la novia de Chaquito, Fabiana Leylén Hermosilla, quedó envuelta en las maniobras y que las ganancias comenzaron a crecer tanto que en un momento dado, necesitaron alquilar a nombre de Sara, una hermana de Juana Torres, un departamento en la calle Bolívar al 1288 de Corrientes, con nada menos que un penitenciario como garante del contrato.

Se trata de Luis Alfredo Quintana, agendado como "El Remisero" en los teléfonos intervenidos a la banda, un chaqueño de 46 años que hacía las veces de chofer del clan a cambio de dinero, como así también, facilitador de ingresos prohibidos a la prisión donde fijó residencia el Espinoza condenado.

Era el carcelero más colaborador con la gavilla, pero no el único, ya que también se descubrió que el agente penitenciario federal Miguel Liva tenía -como responsable de requisas- la capacidad de no descubrir envíos ilegales que llegaban al pabellón 15 de la U7, donde Chaquito pasa sus días y sus noches.

A ellos se suma otro uniformado llamado Mauro Fabricio Juárez y un grupo de colaboradores que participaban de una logística en la que se incluía el traslado de la droga, los viajes a Corrientes, los pagos, los registros de vehículos con los que contrabandeaban y hasta el despacho de dinero a través de Western Union.

Entre los forajidos de esta red narco está un muchacho que como hobby se dedicaba a la gomería que tiene en su casa del barrio Ciudades Correntinas, pero como principal fuente de ingresos, la venta de estupefacientes. Se trata de Santiago Esteban Avalos, también conocido como ‘‘Cuarenta y Siete’’.

Junto a él cayó su pareja, Luciana Cristoso, así como un albañil de Laguna Brava llamado Raúl Federico Cuyé y Javier “Rulo” Bazanti, un fletero del barrio Santa Rita.

Los dos últimos eran compradores y distribuidores d ela droga, con varias bocas de expendio al menudeo a su cargo.

A fines de febrero la concubina de Cuarenta y Siete logró que la Cámara Federal de Corrientes anule su detención y vuelva a la libertad.

Pero los demás van camino a juicio.

En este punto es que el panorama de los agentes penitenciarios se puso aún más oscuro: a los cargos penales que enfrentan por formar parte de la banda narco, se logró a instancias del ministerio público fiscal que se los investigue también por las coimas que percibían para facilitar el negocio.

Con lazos a un capo

Esta organización tiene varios prófugos, como dos hermanos de apellido Molina, o el propio hermano menor de Chaquito, Viru, pero sobre la espuma de este cóctel flota el nombre de alguien que está engayolado y con condena: Luis “El Gordo” Saucedo.

Dentro de este caso, un cargamento enviado a Mendoza en el que dejó sus huellas otro prófugo de apellido Tabares, permitió seguir una línea investigativa que deriva en Saucedo.

El Gordo, que había sido atrapado en Pilar, Paraguay, luego de escaparse del operativo Sapucay, es hoy por hoy uno de los moradores de un establecimiento penal de máxima seguridad de la provincia de Buenos Aires, aunque, lo dicen los investigadores de esta causa, ahora sigue en las andanzas y hasta percibe cobros a distancia por el material que facilita.

 

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