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El tesoro de los tres árboles

De Moglia Ediciones, del libro "Aparecidos, tesoros y leyendas de Corrientes".

Domingo, 19 de enero de 2025 a las 00:00

No se equivoca mi amigo, sí, la Costanera General San Martín terminaba exactamente frente al Regimiento 9 de infantería, doblaba hacia el Este con el nombre de 3 de Abril, pues nacía donde se hallaba la columna fundacional, dicen algunos, yo lo niego. 
Enfrente estaba la estación del Ferrocarril Nordeste Argentino llamado Urquiza luego, que comenzó a correr en 1891, trocha media, y llevó en su historia a cientos de correntinos a las milicias obligatorias llamadas conscripción, emigrantes empobrecidos que formaron el cordón de pobreza de las luminarias de la Capital Federal, alejados de su tierra por haber perdido las esperanzas de mejorar su fortuna, los otros, dueños de fortunas, cargaban sus vehículos en vagones cerrados especiales, viajaban en primera clase, con porcelana inglesa, teteras y cafeteras de plata, mozos de librea sirviéndoles. Triste contraste, asientos de madera duros como los de las plazas durante más de 24 horas para los bajos y mullidos asientos de cuero para los de clase alta. 
Siguiendo hacia el Oeste (el río) venía el galpón de Molinos Río de la Plata, que derramaba las cáscaras de arroz sobre la barranca, zona inundable después de éstadonde el río arañaba las costas altas y tapaba las zonas bajas, lodazales habitados por los que, por razones económicas, fueron desplazados de la zona consolidada, ranchos pobres, casillas de madera, los inundados estacionales, espectros de la miseria urbana.
Dicen algunos que allí, por el año 1588, estuvieron los primeros pobladores que llegaron a pie desde la Asunción, trayendo ganado, carretas, bueyes y otros materiales para fundar una ciudad, en el mismo lugar que esperaron con Hernandarias (Hernando de Arias) y el Tupi Vera, al Adelantado Juan Torres de Vera y Aragón, que eligió otro sitio, el de la plaza actual 25 de mayo, soñada desde entonces por quién volvía a España.
En la zona alta, aproximadamente al borde la barranca, donde hoy desemboca la calle General Paz, existió un sitio (que existe) habitado por un poblador antiguo desde el siglo XIX, ocupado generación tras generación por los actores de esta narración. Algo flojo de papeles se consideraban de patriolengo, eran terrenos fiscales que algunos más inteligentes fueron inscribiendo subrepticiamente a su nombre, unos con suerte otros no. 
En el lugar mencionado habitó este hombre, en su casa modesta de ladrillos asentados en barro, rodeado de tres árboles, un lapacho antiguo amarillo (araguaney), un quebracho blanco sobreviviente de mejores épocas y un timbó negro, formaban un triángulo casi perfecto. 
En el lugar nacieron sus hijos, que luego emigraron en la búsqueda de mejor fortuna. 
Desde su humilde morada el hombre, un trabajador honesto, observaba de tiempo en tiempo figuras extrañas transparentes que se movían imaginariamente entre los árboles, no dejaban el triángulo formado por los tres mojones.
Decía que resultaba extraño estas cosas, no eran seres vivos y alarmando a vecinos y peregrinos atacó a los seres incorpóreos a escopetazos, otro vecino se acercó con su antiguo 38 Smith hueso; al ver las sombras se sumó a la balacera, la noche rompió su acostumbrado silencio convirtiéndose en fiesta de luces. Consecuencia de ello la montada, policía brava en cierto tiempo, los llevaron detenidos a lonjazos a la comisaría primera. -Fantasmas le vamos a dar, manga de borrachos- expresó el comisario, confiscando las armas en beneficio propio, para eso era la autoridad, o no?
Una vecina conocedora de secretos antiguos como su edad, desconocida para el Estado pues carecía de papeles, por una botella de caña les develó el secreto. 
Mirá Negro-, dirigiéndose a nuestro sujeto, le explicó: -Son guardianes de un tesoro, seguro, no le entran balas chamigo, acercate y hablá con ellos-. El Negro desconfiado, con algo de miedo prometió hacerlo.
Pasaron unos días, el Negro no se decidía, su mujer con más agallas que un yaguareté, que conocía la predicción de la adivina tomó la posta.
Como que me llamo Graciela que hablo a estos señores, manifestó con un vaso de caña. Al atardecer salió al patio, se dirigió con su vieja silla de madera al triángulo arbóreo, se sentó con la caña en la mano. Las sombras la rodearon, el Negro temblaba de miedo. Graciela con una tranquilidad pasmosa dijo: -¿Qué hacen los caballeros?-imitando a su patrona caté. Sorprendidas las sombras se reunieron, de pronto una voz lejana de tiempos de allá ité (remoto), contestó: -somos guardianes del tesoro, el triángulo lo protege, no te atrevas, no es para vos.
Sin amilanarse la mujer respondió: -y para quién va ser, si yo soy pobre como una rata, chamigo?- Nueva reunión de sombras, como si estuvieran discutiendo, nuevamente la voz lejana llegó a sus oídos: -prueba y busca. 
Se diluyeron en la oscuridad que cubría el lugar al esconderse el sol en la orilla chaqueña. Graciela estaba fría, un poco por el clima y otro poco por el miedo de lo vivido. 
El Negro y su compadre al día siguiente comenzaron a cavar, un tercero participaba con él, compartirían lo hallado, era de estos especialistas que tenía un buscador de metales.
Pasó bastante tiempo, sacaron anzuelos, tapas de ollas viejas, un fusil de chispa y otras chucherías, el pozo aumentaba en profundidad, pero de valor, nada. Al comienzo de la obra el barrio se alborotó, pronto perdieron interés, los poceros no encontraban nada de valor. 
Allí comenzó el desmoche, a los hachazos fueron derribando los árboles, les llevó meses, la madera dura oponía resistencia. Al menos tuvieron leña en la vecindad a mitad de precio que pagaban habitualmente, cayó el timbó negro, luego fue el turno del frondoso lapacho amarillo, el último gastando hachas y esfuerzos se rindió, el quebracho blanco, sus raíces tampoco escondían nada, el secreto seguía. 
Muchas tardes las sombras los acompañaban observando, como desorientadas por la falta de sus indicadores arbóreos, algunos que se sumaron a la tarea, juran que escuchaban risas, que provenían de la nada, metían miedo, pero seguían buscando. 
Nada.
Pasó el tiempo, años, y se construyó la costanera Sur, los terrenos bajos de dominio público fueron rellenados, los otros comprados a precios viles.
La obra realzó el valor de los inmuebles. El lugar de los tres árboles derribados fue comprado por empresarios con el fin de construir un edificio de varias plantas, hoy se lo ve en plena construcción. 
Qué ocurrió en el lugar en estos años en que murieron los personajes iniciales, voy a relatarles. 
Comenzaron las excavadoras a socavar para hacer los cimientos, previo estudio de suelo, necesitaban mayor anclaje para sostener la estructura, las topadoras y excavadoras estaban en plena tarea, las sombras aparecían pero nadie les hacía caso o no las veían, estaban muy ocupados. 
Una tarde una retroexcavadora chocó con algo, era una piedra grande, forzando la máquina a una profundidad de más de cuatro metros, poco a poco movió la piedra. 
El obrero bajó a mirar para ver de qué lado embestiría el obstáculo, sorprendido observó que debajo de ella se hallaba un joyero que guardaba alhajas, quedaba poco del viejo contenedor.
El maquinista ni lerdo ni perezoso, como quien no quiere la cosa envolvió como pudo entre su ropa el cofre, los demás no advirtieron nada, lo escondió en su mochila, era bastante pesado su contenido, además del barro y herrumbre. 
Evitó salir con el grupo a las apuradas, inventó un atasco de la máquina para estar unos minutos más, luego salió lo más campante dirigiéndose a su casa con el preciado hallazgo. Una vez en su domicilio procedió a limpiar los objetos, eran joyas variadas, oro, plata, piedras preciosas.
Desde entonces hasta hoy el hombre y su familia tienen la visita de las sombras de los tres árboles, que le quitan el sueño, la tranquilidad, hasta el hambre. Poco a poco pierde la salud, no hay remedio que le venga bien, desde el hallazgo le salido mal todo en la vida. 
Es la maldición del tesoro, mejoró su modo de vivir, 
viste mejores pilchas, su mujer luce mejores vestidos y sus hijos, pobrecillos van a un colegio privado, de nada sirven esos avances, los guardianes cumplen su roll, perseguir a quienes tocaron lo ajeno


 

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