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Jugar al casín: el extraño efecto positivo de lo adverso

Sabado, 24 de agosto de 2024 a las 22:28

n El mercado noticioso nacional estuvo copado por escasos tres temas en la última semana. Ellos son el archiconocido escándalo de las golpizas propinadas por Alberto Fernández a Fabiola Yáñez, las derrotas padecidas por el oficialismo en el Congreso y la interna en el triángulo del poder, integrado por el presidente de la Nación, su círculo de colaboradores íntimos y la vicepresidenta. De ese breve listado, podría colegirse que hubo un punto a favor y dos en contra para la facción mileista, pero no fue tan así. Pasen y vean…

Aunque lejos quedó el superdato de la inflación clavada en el cuatro por ciento, una noticia positiva para el Gobierno que en otro contexto hubiera podido ser explotada mediante estrategias de estimulación del debate público, la gestión del libertario resultó gananciosa como consecuencia de los efectos menos observados pero más determinantes de esta trilogía de sucesos.

La idea de este texto es, entonces, demostrar que la atracción magnética de los acontecimientos, así como el vertiginoso devenir de sus distintos capítulos, corrieron el foco de atención de modo tal que la sociedad -incluso sus segmentos menos politizados- se vio inmersa en una nueva dimensión temática que muestra al Gobierno Nacional consolidado por su propia crisis palaciega.

¿Cómo es esto? ¿Puede una administración sacar provecho de sus diferencias más profundas? Por supuesto que sí. Siempre es factible obtener réditos de una coyuntura monopolizada por los temas que, si bien pueden parecer diversos o inconexos, giran en torno de un mismo eje en razón de que, como en el casín, habrán de impactar en el mismo neurocentro. 

Antes de seguir, conviene explicar lo que es el casín: una antigua variante del billar que, combinada con ingredientes de bowling, se practica con tres bolas utilizadas por cada jugador para voltear los palos situados sobre el paño verde en disposición central. Y su dinámica de juego aplica como alegoría de la marcha de un gobierno considerado débil, inestable y proclive a la caída, pero que en realidad es inasible, viscoso y -como los pinos del casín- muy difícil de derribar.

Tres tópicos y tres bolas en juego. Al ex presidente golpeador no hay que darle muchas vueltas para definir su triste epílogo como una cucharada de endorfinas para el gobierno libertario. Eso queda claro y es, podría decirse, una bola negra que mancha íntegramente al peronismo, más desdibujado que nunca en su dramático rol justificante (por efecto comparativo) del ajuste salvaje aplicado por el hombre de la motosierra con la legitimidad que le otorga el hecho de haberlo anunciado con total frontalidad, en una campaña donde siempre advirtió cuál era la esencia de sus métodos.

Segunda bola: los traspiés parlamentarios de la administración Milei, que se consumaron en tres pasos. El primero fue la designación de un opositor (Martín Lousteau) al frente de la comisión bicameral que monitorea los servicios de inteligencia; el segundo fue la derogación del decreto por el cual se asignan 100 mil millones de pesos a la SIDE en concepto de fondos reservados; y el tercero fue el aplastante guarismo senatorial de 61 a 8 por el cual se definió una sustancial mejora jubilatoria, inconveniente para las metas fiscales fijadas por el Poder Ejecutivo.

Tercera bola: la hoguera de vanidades que arde en el olimpo de La Libertad Avanza, con un presidente dispuesto a defender incondicionalmente a su hermana Karina y a Santiago Caputo, el asesor que funge como estratega primordial de la comunicación inorgánica del gobierno a través de los trolls rentados que ganaron peso con sus demostraciones de poder fáctico a la hora de -por ejemplo- remover funcionarios infieles. En este apartado, la contrafigura es nada menos que la vicepresidenta Victoria Villarruel, una dama con juego propio que comenzó a recibir señales amistosas de la derecha peronista.

Se observa el intercalamiento de tres secciones periodísticas bien diferenciadas en las viejas redacciones de los diarios impresos. Por un lado tenemos las páginas de política (la interna), por otro las crónicas parlamentarias (los pronunciamientos adversos en el Congreso) y sin dudas que está la farándula (con el fabiolagate, Tamara y lo que todavía no se vio). 

Cada categoría noticiosa con sus singularidades y diferencias, pero todas girando en una misma mesa donde se juega la partida del poder, con resultados que no hacen más que alimentar la mirada largoplacista de un Milei cada vez más dúctil en la técnica de asimilar los golpes.

Si lo de Alberto fue un regalo del cielo para convencer a los escépticos de que todo pasado fue peor, lo del Congreso es presentado hábilmente como el palo en la rueda que impide los avances de una maquinaria gubernamental determinada a lograr los objetivos con la eficacia que ya demostró el jefe de Estado. 

Siempre al alcance de la mano, las experiencias frustradas del pasado reciente abonan el campo mileista. Ejemplo: mientras Mauricio Macri dudaba ante cada medida impopular por temor al costo político, el Javo avanzó sin cortapisas con una actitud arrolladora que, al final de cuentas, la gente decodificó como una demostración de liderazgo disciplinador.

Lo cierto es que la adversidad legislativa nunca fue un problema para el presidente de los raros peinados nuevos. Su primera acción de gobierno fue el DNU 70, una camionada de reformas a granel que habilitó resortes decisionales impensados, con el cierre de Telam, la desaparición del Inadi, la pulverización del Ministerio de la Mujer, etcétera. 

¿Por qué habría de preocuparle que el kirchnerismo y el macrismo actúen en tándem en situaciones coyunturales? Después de todo, aquel que se pare en la vereda de enfrente y alce la mano en su contra, será tachado de casta, vapuleado por una catarata de procacidades del Gordo Dan y sus secuaces.
La interna con Villarruel tampoco es un verdadero escollo. Nunca en el actual período democrático la relación entre presidentes y vices fue un lecho de rosas. Con lo cual no tiene por qué serlo ahora, con una segunda de a bordo privada de la injerencia en los casilleros que le habían prometido (Defensa y Seguridad) y un jefe del Ejecutivo concentrado casi exclusivamente en los avatares de la economía, razón por la cual necesita descansar en los hombros de la secretaria general de la Presidencia (a la que llama masculinamente “El Jefe”) y el Rasputín de la ofensiva virtual, un emancipado discípulo de la academia duranbarbiana.

Lo que importa -al menos para la perspectiva presidencial- es que los números macroeconómicos cierren y la inflación baje. Y eso está sucediendo. Sea por deflación, sea por la paz de los cementerios, sea por la caída del consumo, los precios de venta al público tienden a un comportamiento estacionario con algunas asimetrías en la canasta básica pero con un promedio general positivo para la marcha de un plan que tiene como punto débil la escasez de dólares, pero que disfruta una balanza comercial positiva. Por primera vez en años, la Argentina exportó más (6.500 millones de dólares) de lo que importó (4.600 millones de dólares).

Que falta empleo, está por verse. En todo caso estará cayendo el trabajo registrado. Que los salarios son bajos, cierto, pero con reglas de juego desreguladas en un mercado informal creciente desde hace lustros y que no se le puede achacar al gobierno actual. Que se pelean Javier y Victoria, cierto. Pero esa disputa no hace más que demostrar el ensanchamiento de La Libertad Avanza en tanto núcleo concentrador de poder presente y futuro. Un partido político que a dos años de su creación llega a la Presidencia y proporciona diversidad de matices para cosechar por distintas vertientes el sufragio heterogéneo de las masas, puede convertirse en invencible.

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