Invertir no solamente significa inyectar capital en una empresa o apoyar financieramente un emprendimiento. Invertir es también poner patas para arriba el orden natural de las cosas, cambiar el sentido de un mensaje o de un símbolo para utilizarlo con la finalidad opuesta.
En su acto proselitista disfrazado de recital, el rey de los especialistas en crecimiento con o sin dinero no invirtió nada en el plano material, pero invirtió todo en el terreno de los simbolismos con un repertorio elegido con la misma lógica del cartel “Nunca Más” que fuera exhibido en un baldío de La Matanza, en vísperas de las elecciones bonaerenses del 7 de septiembre.
Aquella vez Milei y sus aliados desplegaron una lona en la que podía leerse “Kirchnerismo Nunca Más”, con el mismo diseño gráfico de la consigna “Nunca Más” pronunciada por el fiscal Strasera en el final del histórico juicio a las juntas militares encabezadas por Videla, Viola y Galtieri. El golpe de efecto le sirvió al presidente en el terreno mediático para mostrar iniciativa desde el ojo de la polémica, pero no en el terreno electoral, donde sufrió una derrota calamitosa por 14 puntos.
Los errores no forzados del mileismo se reprodujeron por decenas después del intento matancero de -como él mismo dijo- clavar el último clavo en el ataúd del kirchnerismo. Equivocado hasta los tuétanos, nunca entendió que el kirchnerismo es al peronismo lo mismo que fue el menemismo en los 90: una tendencia de época, una corriente ideológica que nace y muere con los personalismos que las urdieron.
Cuando el Presidente hace foco en el kirchnerismo pierde de vista el carácter movimientista del peronismo, que bajo la plasticidad de un domo partidario ecuménico -capaz de contener a un Ortega Peña como a un López Rega- logra reciclarse y adaptarse a los tiempos para producir resultados que los espacios tradicionales de izquierda o derecha no han podido consumar. El primero por su incapacidad para llegar al poder, el segundo por su pertinaz búsqueda de superbeneficios para los grupos económicos concentrados en desmedro del ciudadano de a pie.
Erró Milei en su pronóstico del ataúd. Erró en atribuir los males de la economía al “riesgo Kuka” y sigue errando en la estrategia de campaña cuando se autoconvence de que es el mismo de 2023, cuando sus excentricidades eran toleradas o celebradas por quienes lo veían como un distinto a todo, capaz de corregir el desastre provocado por el “no-gobierno” de Alberto Fernández.
Su show del Movistar Arena, en el que destrozó clásicos del rock nacional y del repertorio hispanohablante con gritos guturales al estilo de un Ozzy Osborne sin talento, le sirvió exclusivamente para hablarle a los propios. Al voto duro y puro que lo acompaña desde la primera hora bajo la impronta de su enamorada platónica Lilia Lemoine, una umpa lumpa mileista que hasta admitió haber conocido personalmente al sospechado de narcotráfico -y pronto a ser extraditado- Federico “Fred” Machado.
¿Habrá más debajo de la alfombra que conecta al ahora zombie político y ex candidato José Luis Espert con el dadivoso Fred? ¿Si estuvo Lemoine en las reuniones de armado estratégico de la campaña de 2021, face to face con el magnate de los supuestos narcoaviones, es probable que otros elementos del actual gobierno hayan sido nutridos por los dólares clandestinos de los cárteles de la droga?
Las respuestas a esas inquietantes preguntas no se pueden saber, todavía. Pero constituyen una muy buena razón para que el presidente siga elogiando en público a Espert aunque sus mentiras resultaran en un harakiri político para la Libertad Avanza, a solo 20 días de las elecciones legislativas nacionales. De paso: ¿Por qué no tenemos la foto de Machado abordando un vuelo directo a los tribunales de Texas, donde lo esperan ansiosos para someterlo a proceso por fabricación y tráfico de cocaína, lavado de narcoactivos, violación de normas de tráfico aéreo y otras figuras penales gravísimas?
Milei pasó ayer por Resistencia y Corrientes. Alrededor de las 14 cruzó el puente en camioneta, con un extenso séquito de guardaespaldas, un apéndice indispensable desde que su imagen comenzó a caer como consecuencia del escándalo de la criptomoneda trucha Libra, los audios de Spagnolo sobre el tres por ciento y la ayuda económica que su otrora delfín Espert recibió por debajo del mostrador de un mecenas señalado como parte del imperio narco del Chapo Guzmán.
El horario para trasponer el límite interprovincial pareció elegido quirúrgicamente para evitar embotellamientos. Pero en las redes sociales no se la dejaron pasar. Varios videos mostraron la caravana de autos oficiales sobre el viaducto y recordaron la decisión política de paralizar a cero la obra pública en la Argentina, una medida extrema que le sirvió el principio para contener el déficit fiscal pero que ahora lastra sus posibilidades electorales por sus consecuencias, traducidas en despidos masivos en el área de la construcción y muertes evitables en rutas nacionales literalmente abandonadas.
Ahora la campaña electoral de La Libertad Avanza se apoya exclusivamente en la figura de Javier Milei, quien busca recuperarse en el plano de la economía cotidiana con la sorprendente asistencia del Tesoro de los Estados Unidos. Al final hacerse adicto de Donald Trump y bañarlo de lisonjas le sirvió al presidente argentino para hacerse acreedor de un operativo rescate nunca visto, en el que los bancos privados de capitales norteamericanos se convirtieron en equilibradores del tipo de cambio al inyectar dólares frescos mediante la compra de pesos.
Fue la ayuda instantánea que había ido a buscar el ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, en Estados Unidos. Y se materializó mediante una repentina inyección de divisas que se anticipó al swap de monedas por 20.000 millones de dólares que Milei suscribirá con el propio Trump en la Casa Blanca, en las próximas horas.
En lo coyuntural, el Gobierno Nacional recuperó la tranquilidad cuando tenía el agua hasta la nariz, producto de la avidez descontrolada de dólares por parte de las empresas, los especuladores y los ahorristas que no han dejado de demandar el billete verde desde que se levantó el cepo, ante la permanente sospecha de que llegado el momento habrá una devaluación para evitar el caos.
¿Con qué intenciones Scott Bessent inyectó dólares a la alicaída economía de una Argentina gobernada por un border que llega a Corrientes enfundado en rigurosa campera de cuero con una sensación térmica de 40 grados? ¿Es realmente Milei un líder digno de respeto para Trump, o es un monigote que llevó al país a un estado de necesidad tan desesperante que Estados Unidos aprovecha para meter baza en su política cambiaria y así cumplir el sueño húmedo de engarfiar a la Argentina?
El pseudoconcierto no fue muy edificante para instalar la idea de que Milei está en control. Haber seleccionado “Demoliendo Hoteles”, de Charly García, para defender una alianza geopolítica con el Tío Sam es, a todas luces, un contrasentido histórico. “Yo que nací con Videla”, critica el gran García a la dictadura que se alineó con Estados Unidos en los 70, cuando ordenó matar a la pick up argentina Rastrojero para favorecer las ventas de camionetas Ford, que costaban el doble.
Invertir no solamente es poner plata en un proyecto a la espera de utilidades. Invertir es también alterar el sentido lógico de la soberanía de un país que, por primera vez, depende exclusivamente de las decisiones económicas de otro país para devaluar o revalorizar su moneda nacional. Se han invertido los roles: antes la Argentina negociaba con Estados Unidos. Ahora es un Estado subalterno que ruega por una dosis más.
El estado de cosas es insólito por donde se lo mire, además de peligroso. ¿Por qué? Porque Trump hace lo que hace esperando un triunfo de La Libertad Avanza. Y si así fuera y, como consecuencia de esa sobrevida obsequiada a su amigo Javier, decidiera inundar de dólares el mercado argentino para bajar el tipo de cambio a 800, no quieran saber a dónde irían a parar el campo, las industrias, YPF, Vaca Muerta y toda otra empresa argentina de potencial exportador.