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LA RELATIVIDAD DEL CONCEPTO DE FELICIDAD

La búsqueda de la felicidad es el núcleo existencial del ser humano, todas sus acciones están dirigidas al logro del bienestar. Pero además de transitoria, la felicitad es una sensación que transita por los cauces de las circunstancias históricas, sociales y personales, que la determinan.

Martes, 09 de diciembre de 2025 a las 22:21

 

“Lo único permanente es el cambio”

Heráclito

                La frase de Heráclito cobra especial sentido cuando observamos el mundo contemporáneo. Quienes vivimos en esta época hemos comprobado que la transformación y la adaptación son elementos fundamentales de la experiencia humana. A lo largo de los años, cada generación se ha enfrentado a desafíos y oportunidades particulares, obligándose a encontrar nuevas formas de entender y desenvolverse en un entorno que nunca permanece igual.

                La adaptación, lejos de ser una simple respuesta al cambio, se convierte en una herramienta indispensable para transitar la vida en una sociedad que evoluciona de manera acelerada. La certeza de que nada es inmutable nos impulsa a aceptar que cada generación elige sus propios caminos y valores, enfrentando el contexto que le toca vivir. Así, la capacidad de transformación y adaptación se vuelve clave para afrontar los retos y aprovechar las oportunidades que surgen en este mundo dinámico.

                     Cuando nos reunimos, son reiterativas las charlas casuales que disparan expresiones tales como “el mundo es otro”, “los jóvenes tienen nuevos parámetros”, “adaptarse o morir”, y tantas por el estilo.

                     Quienes peinamos canas, fuimos espectadores privilegiados, y quizás protagonistas, de ese progreso disruptivo que se configuró en la sociedad de los últimos cincuenta años. Si, por vía de la fantasía creativa, revivimos a alguien que falleció en los sesenta, seguramente no conocería el “abc” de este tiempo. La mutación fue casi total.

                     Las generaciones no son todas iguales, no valoramos las mismas cosas, ni siquiera nos queremos mimetizar con el pasado. Cada una tiene lo suyo.

“Si hay algo que constituye el núcleo vital del ser humano, ése es la constante búsqueda de la felicidad, que para todos no es la misma ni es un estado permanente”

                     Los Baby Boomers (1946-1964) valoran la estabilidad laboral y el bienestar material. La Generación X (1965-1985) es pragmática, independiente y busca equilibrar trabajo y vida personal, adaptándose a los cambios. Los Millennials (mediados de los 80 a mediados de los 90) priorizan la colaboración, el desarrollo personal y la flexibilidad, con interés por el medio ambiente. La Generación Z (hasta 2010) resalta la diversidad, la inclusión y la inmediatez, siendo nativos digitales y sensibles a causas sociales. La Generación Alpha destaca por su aprendizaje interactivo y uso intensivo de tecnología desde la infancia.

                     Si tenemos que utilizar expresiones cortas para diferenciar, de un golpe de análisis, los últimos setenta años, diremos que, en aquéllos tiempos de la explosión de la natalidad en el mundo, “todo era trabajo y esfuerzo”. Hoy: “no todo es trabajo y esfuerzo”.

                     ¿Está bien o mal en cada caso? Ni bien ni mal, es lo que cada generación elige como manera de transcurrir la vida.

                     La búsqueda de la felicidad es el núcleo de la existencia humana, entendiendo que la “felicidad” no es un estado permanente, son momentos que nos ayudan en un camino en el cual se multiplican las piedras. Y, en cada época y en cada generación, no siempre son las mismas cosas las que nos hacen felices.

                     Nos interesa comparar la opinión de dos pensadores contemporáneos, quienes, aunque pertenecen a contextos y tradiciones distintas, ofrecen posturas contrastantes sobre el sentido y la posibilidad de la felicidad en el mundo moderno: Hannan Ardendt (1906-1975) y Byung-Chul Han (1959).

                     La pensadora alemana de origen judío, centra gran parte de su obra en la condición humana, la política y la acción. Para Arendt, la felicidad no es un estado interno individual ni una mera satisfacción de deseos, sino que está estrechamente vinculada con la vida activa y la participación en la esfera pública. La verdadera realización humana, y por tanto la felicidad, implica salir del encierro del yo y participar en el mundo común, en la pluralidad.

                     El filósofo surcoreano es un severo crítico de la sociedad contemporánea. Analiza la cultura actual, marcada por el rendimiento, la autoexplotación y la hipertransparencia digital. Su visión de la felicidad es más bien escéptica respecto de las promesas modernas.

                     Según Han, vivimos en una época en la que el individuo se ve obligado a maximizar su productividad y a autoexplotarse en busca de éxito y reconocimiento. Este modelo genera ansiedad, depresión y fatiga, alejando al sujeto de la posibilidad de una felicidad genuina. La felicidad auténtica requiere espacios de silencio, contemplación y descanso.

                     En suma, acción y vida pública para Arendt, contemplación e intimismo para Han.

“Para Hannah Arendt la felicidad sólo se alcanza con la acción y la vida compartida. El filósofo surcoreano Han, en cambio, ve la misma en el intimismo y la contemplación”

                     Desde ángulos diferentes, ambos autores nos invitan a repensar nuestros formas de lograr la felicidad, obviamente en los tiempos en que nos toca vivir.

                     Tal vez, así cómo no parece ser lo mismo la felicidad para una persona hace cincuenta años que ahora, quizás tampoco sea un concepto que pueda generalizarse aún en un mismo contexto y época. Esta idea se conecta con la observación de que la felicidad no es un estado fijo ni universal, sino que varía según las circunstancias históricas, sociales y personales de cada individuo.

                     Cada cual la busca y la maneja como quiere y como puede.

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