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El talento para aprovechar el crecimiento

Nadie podría discutir la admirable capacidad ciudadana de los argentinos para adaptarse ante circunstancias complejas. Abundan ejemplos en esa dirección en el pasado que respaldan esa percepción. A pesar de los tropiezos y las angustias la recuperación ha emergido inexorablemente, aunque, obviamente, acompañada de múltiples penurias y contratiempos.

Sabado, 15 de febrero de 2025 a las 23:11

Esa gimnasia ha sido elogiada por millones de habitantes del mundo que no logran comprender cómo ha sido posible sobrevivir a tantos flagelos, en cuantiosos casos concurrentes. Sin embargo, esa aparente virtud tan útil durante muchos lustros puede hoy ser la contracara de un problema que ahora se asoma como un nuevo dilema a enfrentar.

Si bien la nación ha pasado por períodos de bonanza en diferentes tramos de su historia este que está brotando acontece en un momento muy singular del desarrollo económico mundial. Esta vez transcurre en un contexto más interconectado con intrincadas formulaciones jamás vividas con esta intensidad, pero simultáneamente con la chance de tomar ventaja de esa bisagra como nunca.

Los ciclos se han sucedido repetitivamente con una frecuencia muy regular. A las etapas de depresión le seguían las de auge para luego volver a reincidir, mayoritariamente como corolario de pésimas políticas públicas, o inclusive de catástrofes económicas planetarias de gran magnitud que impactaban con potencia en la aldea local.

Esa dinámica podría continuar cumpliendo con esa suerte de profecía o bien ser el comienzo de un punto de inflexión hacia una fase consistente de proyección positiva. Es muy pronto para saberlo, pero quizás habría que considerar otra perspectiva que contemple un horizonte más prolongado.

En cualquier caso, la combinación de flamantes reglas de juego con una expectativa esperanzadora debería invitar a hacer clic y prepararse para un formato inusual que pocos avizoran, al menos por ahora. Los más optimistas ya tomaron apuntes y están transitando esa hoja de ruta sin levantar mucho el avispero para no avivar a los distraídos.

Lo alarmante es ver la lentitud que opera en ciertos niveles organizacionales. Es como si el reflejo condicionara las posibilidades de avance. Una permanente mirada en el espejo retrovisor quita foco a lo importante. Una sensación de inseguridad anula las señales que se presentan a diario de un modo contundente.

Esto se nota con mucha fuerza en ciertos rubros del sector privado, muy especialmente en aquellos menos profesionalizados que están descubriendo ahora lo que no vieron durante décadas, aunque eso ya funcionaba en todos los continentes como un paradigma ineludible.

Las empresas más modernas visualizaron esto hace bastante y actuaron con enorme coherencia, inclusive a sabiendas que invertir en algunas herramientas de corto plazo no tendría gran relevancia ni sería rentable, pero estaban muy confiados en que esa estrategia no sería en vano.

Hoy recogen los premios de haberlo hecho en el instante correcto y no se arrepienten para nada de sacrificarse cuando otros estaban concentrados en la cotidianeidad, pudiendo mirar hacia adelante con mayor perspectiva. Esos hicieron los deberes y tendrían que estar orgullosos de cómo lo abordaron ya que ahora están mejor preparados para el impulso que tendrán.

Cuidado que la descripción no tiene que ver con el tamaño. Ser innovadores no es patrimonio exclusivo de las grandes compañías. De hecho, muchas de las más fuertes comulgan con conceptos, costumbres y prácticas tan antiguas como fuera de sintonía.

Confirmando este precepto, algunas muy pequeñas se han percatado anticipadamente y por intuición, vocación o visión dieron el paso y fueron progresando acorde a las novedosas tendencias tan valoradas por ellos como deliberadamente ignoradas por el resto.

Los que se dieron cuenta ya están encaminados y pueden ufanarse de estar adelantados. Los otros, los tardíos, arrancan rezagados, pero deberían subirse rápidamente a la ola y ponerse al día antes de que sea demasiado tarde. Con gran dedicación, bastante esfuerzo y suficiente convicción pueden recuperar el tranco y ubicarse en el pelotón general para amortiguar los efectos de un modo casi óptimo disimulando su despertar pausado.

Lo que no debería ocurrir es que los resistidos insistan en su postura caprichosa de no adaptarse ante la aplastante evidencia. No hay mucho margen para posponer la imperiosa necesidad de convertirse en profesionales de lo propio. Eso requiere formación y aprendizaje, pero sobre todo un diagnóstico apropiado y fundamentalmente oportuno.

El reloj está en marcha y lo que ya no se hizo no tiene solución, pero el cuadro podría agravarse si se insiste con un repertorio que ya no encaja con el escenario del presente, tan exigente como cruel, tan transparente como vertiginoso.

El primer escalón es tan difícil como significativo. Se trata de tener la determinación esencial para encarrilarse con astucia. Si se selecciona ese sendero todo será más sencillo en lo conceptual, aunque sea dura la hoja de ruta a recorrer.

Se vienen buenos tiempos, pero eso implica desarrollar talento para aprovechar un crecimiento inexorable que, inteligencia mediante, será el trampolín hacia una nueva categoría tan anhelada como imprescindible para consolidar este trayecto soñado por tantas generaciones.

Las empresas deben entenderlo, los gobernantes también y las comunidades tendrán el deber moral de ser tan exigentes con unos y otros para luego poder disfrutar del paisaje y capitalizar el esmero compartido. La fórmula no es lineal ni tampoco perfecta, pero valdrá la pena intentarlo.

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