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En Tito por Corrientes:  silencio y practicidad

El test drive del más conocido auto eléctrico del país, producido en la provincia de San Luis, sirvió para certificar las bondades de un citycar que llegó para quedarse y va creciendo en la preferencia de los usuarios más prácticos. La unidad que probamos es la número seis del país y pertenece al doctor Julio Vallejos.

Sabado, 26 de octubre de 2024 a las 08:21

Por José Luis Zampa

Solamente hay que dar contacto y apretar el pedal de aceleración. El pequeño y simpático Tito se mueve con la agilidad de un karting, pero con las protecciones de una carrocería metálica que permite cuatro ocupantes adultos con las comodidades que puedan encontrarse en una brevísima longitud de 1.50 metros. 

Es el primer automóvil eléctrico que hubo en Corrientes y pertenece a un pionero de la utilización de tecnologías limpias: el médico y director del Instituto de Cardiología de la provincia, Julio Vallejos, una eminencia en el arte de curar que por una hora se quitó el estetoscopio para hablar maravillas de su vehículo.

Nos encontramos en la Costanera General San Martín pasadas las 7,30. En mis adentros pensé que era lo mejor no tanto por la tranquilidad relativa del tránsito a esas horas de la mañana en el más bello paseo de la capital correntina, sino porque temía que el calor intenso de esta época del año dificultase la prueba y nos hiciera sudar la gota gorda.

Pero no. El doctor Vallejos -en su momento- pagó el adicional por pack aire acondicionado y su Coradir Tito llegó desde la provincia de San Luis equipado con el sistema de climatización, motivo por el cual las temperaturas altas no son un problema. De hecho, el acondicionador de este pequeño eléctrico rinde como el de un auto de combustión interna pero con una ventaja: el compresor no funciona solidariamente con el motor sino que recibe energía en forma autónoma directamente de la batería. Por ende, la intensidad del frío no decae en parado, ya que el condensador hacer su trabajo sin las oscilaciones de una mecánica convencional térmica.

Frente al auto, en vivo y en directo, las primeras impresiones confirman lo que se podía sospechar a partir del material promocional difundido por Coradir. El diseño y la estanqueidad de las partes móviles de su carrocería no son el fuerte de este eléctrico de origen chino producido bajo licencia en la Argentina, pero eso importa poco por un motivo: quienes lo eligen no se detienen en detalles como encastres y acoples. Saben que la luz de distancia que separa el capot de los guardabarros delanteros es exagerada y hasta desprolija, pero toleran esas imperfecciones a cambio de lo realmente importante de este vehículo, que es la practicidad citadina, la simpleza constructiva y el sorprendente ahorro que implica no depender de combustibles hidrocarburíferos.
Lo acredita su dueño, que está feliz de la vida: “Nosotros compramos con mi señora este auto en pandemia. Estábamos viendo la tele y presentaron como novedad un informe con el primer auto eléctrico argentino. Mi esposa me dijo que estaba cansada de andar en vehículos grandes en la ciudad y eso me llevó a entrar a internet. Resulta que había una promoción para los primeros 100 compradores, con descuento del 20 por ciento. Y acá estamos. Nosotros tenemos el Tito número 6 a nivel país. Después de eso nuestro estilo de movilidad por la ciudad de Corrientes cambió drásticamente. Ahora todos queremos salir en el Tito porque es chico, entra en todos lados, es ágil y no gasta nada”.

El testimonio de Julio se suma a una cofradía de usuarios pioneros de los autos ecofriendly, comunidad que va logrando adherentes a medida que crece la fama y la confiabilidad del Tito en sus distintas versiones (una de ellas ya homologada para viajar en ruta, denominada “Supertito”). 
No obstante, el doctor Vallejos no reniega de las configuraciones tradicionales porque entiende que “estos vehículos eléctricos tienen sus limitaciones de autonomía y de velocidad. Están pensados más que nada para las grandes ciudades, para descomprimir las aglomeraciones, eliminar emisiones y disminuir el efecto invernadero. Así lo hemos tomado en nuestra familia y estamos muy conformes porque además el servicio post venta es muy bueno, ya que tenemos una conexión directa con los fabricantes en un ida y vuelta. Ellos asesorándonos y nosotros con algún aporte para que tengan en cuenta pequeñas mejoras destinadas a las futuras ediciones del modelo”.
Sin saber que sabe (y mucho), Julio Vallejos había aclarado antes del test drive que “sería un caradura si me pongo a hablar yo que soy médico”. Pero fue al contrario. Su experiencia como usuario y su capacidad didáctica permitió comprender cabalmente la filosofía del Tito, así como el perfil de quienes lo adquieren por una suma que no es menor (actualmente cuesta unos 10.000 dólares y fracción), pero que devuelve la inversión cada vez que pasa por las estaciones de servicio sin detenerse.

Es que el Coradir Tito se carga durante 8 horas mientras su dueño duerme. Solamente necesita un tomacorriente hogareño de 220 voltios con buen amperaje y la adaptación de la ficha de alimentación que se acopla al puerto instalado en los bajos del paragolpes delantero, en el lado izquierdo de lo que vendría a ser el babero frontal disimulado como rejilla de ventilación hacia un compartimiento “motor” que no tiene nada.

La unidad de potencia del Tito está más abajo, junto a las ruedas motrices y sobre la batería de litio que incorpora en la base de su plataforma. Y punto. No necesita nada más para comportarse como un auto hecho y derecho en el hirviente tránsito correntino, donde sus cotas limitadas convencen una y otra vez al conductor de que ha tomado una buena decisión.

 

Un zumbido, como el subte

El Tito parte desde cero sin necesidad de engranar cambios. No hay ruidos en el habitáculo salvo un zumbido que se incrementa al ganar velocidad. Su dueño corrobora e ilustra: “Se parece al ruido que hacen los subterráneos cuando van rodando”.
Entre los asientos no hay selectora, como tampoco existe una caja de velocidades. Solamente hay que pisar el acelerador y el Tito saldrá en modo “allegro vivace”, con un pique superior al de los autos nafteros. En su salpicadero hay botones, palanca de luz de giro y luces y un gran cuadrante central con pantalla multimedia (incluida cámara de marca atrás). Debajo de ella, una perilla giratoria en forma de dial con tres posiciones: drive, neutral y reversa. Y eso es todo.
Conducir un Coradir Tito es de lo más simple y para cualquier usuario tradicionalista la ausencia de comandos que permitan cambiar de régimen, hacer “rebajes” o dibujar curvas con espíritu deportivo podría ser monótono, pero quienes lo compran no comparten ese criterio, sino al contrario. Lo que quiere el conductor de un Tito es llegar, estacionar, cumplir con sus obligaciones y volver a casa con agilidad. Y este vehículo proporciona ese servicio en forma eficaz.
El doctor Vallejos facilitó a quien esto escribe el volante de su Tito, que ya va por los cuatro años de uso. Además de que ha sido bien tratado, hay que decir que estructuralmente está intacto y que tiene mucho para dar gracias a un correcto mantenimiento, el cual pasa fundamentalmente por la prudencia a la hora de cargar la batería, con una instalación correcta en el domicilio.
Por lo demás, el fabricante declara que el Tito equipa una batería de litio de 8 kilowats y que la carga máxima es por un período de 8 horas. Su vida útil es de 2.000 ciclos de carga y descarga a cero, con una autonomía de 100 kilómetros.

 

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