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La hija de correntinos desaparecidos declaró en el juicio y mostró los dibujos de su madre en cautiverio

Mariana Oliva, hija de los militantes desaparecidos Laura Martinelli y Carlos Oliva, declaró en el juicio Subzona 15 III en Mar del Plata. Se alojó en la vivienda donde fue secuestrada su madre y presentó como prueba los dibujos que ella realizó durante el encierro.

Por El Litoral

Lunes, 06 de octubre de 2025 a las 17:37
Fotos: LA CAPITAL de Mar del Plata

Mariana Oliva, hija de dos correntinos desaparecidos, volvió a Mar del Plata casi medio siglo después, al lugar donde su madre la amamantó por última vez. Tenía cinco meses cuando Laura Martinelli fue secuestrada el 5 de agosto de 1976 en una vivienda de la calle San Luis donde se ocultaban. Su padre, Carlos Oliva, había sido capturado pocas horas antes en el hall de la Municipalidad. La mujer fue asesinada, mientras que el hombre permanece desaparecido.

Esta semana, Mariana –diseñadora gráfica, docente universitaria y madre de cinco hijos– declaró en el juicio por delitos de lesa humanidad Subzona 15 III, que se desarrolla en el Tribunal Oral Federal de Mar del Plata. Y lo hizo con una carga emocional única: llevó consigo los dibujos que su madre realizó durante el cautiverio, encontrados décadas después en la casa de un represor.

La casa y la memoria

Durante su estadía, Mariana se hospedó en la vivienda de Alberto Pellegrini, un sobreviviente del terrorismo de Estado que fue secuestrado en 1976 y estuvo desaparecido seis meses. En esa misma casa vivió con sus padres cuando era bebé. Allí fue secuestrada su madre, Laura Martinelli y allí –según relata Mariana– tomó la teta por última vez.

“Este lugar es la bisagra entre la libertad y el cautiverio”, contó Mariana al medio local LA CAPITAL desde el garage de la casa donde fue secuestrada su madre. “Es el punto de intersección entre lo que podíamos haber sido como familia y lo que luego sucedió”.

Pellegrini recuerda aquella jornada del 5 de agosto: “Estábamos almorzando con Laura y la bebé (Mariana). Ella estaba nerviosa porque Carlos no llegaba. Cuando salí a llevar a mi pareja a un curso de moldería, al volver me encontré con todo allanado, las puertas abiertas, un Falcon verde y hombres armados por todos lados”.

Laura fue secuestrada en la casa. A la bebé (Mariana) la dejaron en una tintorería de la esquina de San Luis, donde la rescató su tía. Carlos ya había sido capturado esa mañana en el hall de la Municipalidad.

Los dibujos del cautiverio

Entre los elementos que Mariana mostró en el juicio hubo cuatro dibujos realizados por su madre durante el cautiverio. Son trazos de lápiz sobre hojas de la Armada, con fecha y firma. “Son mensajes simbólicos, testimonios gráficos de la represión”, describió Pellegrini.

Las imágenes –que se conservan como documentos históricos– fueron recuperadas en circunstancias tan improbables como reparadoras: el hijo de uno de los represores las halló entre las pertenencias de su padre y decidió entregarlas al abogado Pablo Vassel, referente en los derechos humanos.

Ese hombre es Martín Azcurra, hijo del represor Héctor Raúl Azcurra, imputado en este mismo juicio. Le hizo llegar los dibujos al abogado correntino Vassel, quien contactó a Mariana. Así, las obras viajaron del silencio de una casa militar a las manos de la hija de la autora, al estrado de un tribunal.

“Reconocí a mi mamá en esos dibujos”

En el juicio, Mariana exhibió uno de esos dibujos: un duende que mece una cuna en forma de corazón. “Enseguida me di cuenta de que esa bebé era yo”, contó. Otros dibujos muestran una sirena inspirada en un cuento de Conrado Nalé Roxlo, y dos hombres vestidos de civil, sentados en un despacho, tomando mate.

“Ese dibujo es tremendo –dijo Mariana–. Uno de los retratados se parece al propio Azcurra, y fue su hijo quien lo reconoció. Es impresionante: el hijo de un represor identificando a su padre en un dibujo hecho por una desaparecida”.

El vínculo entre Mariana y Martín Azcurra se transformó en una relación sanadora. “El hijo de la víctima y el hijo del represor… algo impensado. Pero fue muy reparador para los dos”, relató.

El cuarto dibujo, tal vez el más impactante, es un autorretrato fechado el 26 de noviembre de 1976. Se ve a Carlos Oliva y Laura Martinelli sentados en las icónicas sillas de Mar del Plata,  uno frente al otro, en lo que parece ser una celda o un espacio cerrado. A la izquierda, él tose —“Cof, cof”— con el rostro demacrado y los ojos cansados; sobre su cabeza, un globo de pensamientos muestra garabatos y símbolos que reflejan el malestar. A la derecha, Laura aparece con lágrimas en los ojos y una expresión de angustia, las manos juntas sobre las rodillas, mirando hacia adelante. Sobre su cabeza, un globo de pensamiento con pájaros que simbolizan sueños de libertad.

Entre ambos hay una pared que los separa, una grieta que simboliza la distancia impuesta por el cautiverio. En el suelo, donde está Carlos, pequeñas hojas y un barquito de papel; del lado de Laura un charco de lágrimas acentúan el tono melancólico de la escena. Abajo, la inscripción manuscrita “Mismo que sin palabras” parece condensar el sentido profundo del dibujo: una conversación muda entre dos personas unidas por el amor y el dolor, incomunicadas, pero enlazadas para siempre.

“Lo hago por mis padres y por mis hijos”

Su testimonio ante el tribunal emocionó a toda la sala. “Me sentí acompañada, hice lo que tenía que hacer”, dijo al salir. “No fue un momento de tristeza, sino de realización. Estoy recuperando a mis padres desde lo positivo, desde lo que ilumina”.

Mariana reconstruye su historia familiar a través del arte y la investigación. “Estoy haciendo una maestría en diseño editorial, y decidí que mi proyecto se llame Luciérnagas. Lo que hago es recolectar destellos de luz de esa historia. Trabajo desde lo sanador, pero sin negar la oscuridad”.

“Para mí esto es parte del legado generacional. Mis hijos no conocieron a sus abuelos, pero van a saber quiénes fueron. No solo desde la militancia, sino desde su humanidad”, explicó.

“El mensaje para mis hijos es que sus abuelos fueron excepcionales, como muchos de los 30.000 que no están. No los pudieron tener, pero de algún modo pueden acceder a quienes ellos fueron”, expresó.

Laura y Carlos

Laura Martinelli había llegado a Mar del Plata para estudiar Psicología en la Universidad Nacional. Militaba en la Juventud Peronista y trabajaba como maestra en la Escuela Municipal N.º 2 “Intendente Clemente Cayrol”. Tenía 23 años.

Carlos Oliva, su compañero, nació en Paso de los Libres (Corrientes), estudió Ciencias Económicas y militó en la Juventud Peronista. Fue empleado de la Biblioteca de la Universidad Católica y fue cesanteado en 1975.

Ambos fueron secuestrados el 5 de agosto de 1976 y vistos en el centro clandestino de detención de la Base Naval de Mar del Plata. El 31 de diciembre de 1976 Laura Martinelli fue hallada muerta en el barrio Villa Rosario de la ciudad de Bahía Blanca, como resultado de un supuesto enfrentamiento con fuerzas conjuntas de la Armada Argentina y del Comando del Quinto Cuerpo de Ejército.

“Recuperar el pasado para avanzar”

Casi cincuenta años después, Mariana volvió a recorrer los lugares donde comenzó su historia: la Clínica Pueyrredon donde nació, el hall de la Municipalidad donde secuestraron a su padre y la casa donde vivió con sus padres los últimos días.

“Yo creo que para ir hacia el futuro tenemos que recuperar el pasado”, dijo. Y eso es lo que vino a hacer a Mar del Plata: iluminar esa oscuridad, volver a traer a sus padres al presente.

Subzona 15 III

El juicio “Subzona 15 III” juzga la responsabilidad de veinte imputados que se desempeñaron en el Ejército, la Armada y la Prefectura Naval Argentina en un tercer tramo de la causa que aborda los crímenes contra la humanidad cometidos durante la época del terrorismo de Estado.

Las víctimas, se indicó, fueron estudiantes universitarios, militantes políticos, trabajadores de diferentes ramas, profesionales de distintas disciplinas y un concejal.

Los imputados están acusados de secuestros de madrugada protagonizados por grupos armados contra víctimas que descansaban en sus viviendas, robos, interceptaciones violentas en bares, la vía pública y el Palacio municipal, homicidios, desapariciones, aplicación de tormentos y delitos sexuales en centros clandestinos de detención, en el marco de la persecución por razones políticas.

Los imputados que llegan a esta etapa del juicio oral son veinte y cuentan con sentencias condenatorias dictadas en otros procesos por igual tipo de delitos:  Vírtom Modesto Mendiaz, Alfredo Manuel Arrillaga, Eduardo Jorge Blanco, Jorge Luis Toccalino, Carlos Alberto Suarez, Rubén E. Miguel Fernandez, Carlos Víctor Milanese, Raúl Alberto Marino, Roberto Mario Blanco Azcarate, Raúl César Pagano, Alfredo Raúl Weinstabl, Luis Héctor Bonanni, Daniel Eduardo Robelo, Julio César Fulgencio Falcke, Carlos María Robbio, Héctor Raúl Azcurra, Ernesto Davis, Carlos Arturo Mansilla, Néstor Ramón Eduardo Vignolles y Osvaldo Gaspar Siepe.

Fuente: La Capital

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