El propio Puyau relata: “Taragüí”, cuyo símbolo objetivizado es una bella figura femenina, todo energía, voluntad y carácter, que son los puntos fundamentales de nuestra raza”.
Desnudo de criolla, según algunas versiones la “modelo” era una correntina que también sirvió de modelo a Emilio Centurión.
“Taragüí” radiante en sus formas de bronce, bajo un cielo de azul purísimo, cerca del río que gira buscando eludir las siete puntas de las barrancas de piedra. Ha salido el sol, frente al río de los guaraníes, esta figura luminosa nacida de las manos cálidas de un artista sincero, y su visión del arte así lo revelaban.
“Taragüí” es la nativa que representa al “pueblo cercano al río”, dando nombre a la Ciudad, en una de las interpretaciones más aceptadas del vocablo.
Amado Higinio Puyau nació en Corrientes, el 11 de enero de 1893, donde vivió y estudió hasta 1913, en que se radicó definitivamente en Buenos Aires.
Criado en ambientes de cultura, entre su padre, un estudioso francés, y su madre correntina, llevado por su irresistible vocación, ingresó en la Escuela de Bellas Artes.
Siendo aún alumno, obtuvo la medalla de escultura en la primera exposición de la “Mutualidad de Estudiantes de Bellas Artes” con una cabeza titulada “Herrero”, que ya ponía de relieve sus posibilidades artísticas.
Bajo la dirección de maestros como Gautier, Irurtia y Lagos, termina sus estudios en 1920 y se pone a trabajar con fe y entusiasmo, orientándose hacia el arte autóctono, viajando por toda la Mesopotamia y hasta el Paraguay, en busca de documentos para su inspiración, que marcaron desde entonces, la línea de su futura labor.
En crónicas de su tiempo se lee: “El señor Puyau se ha dedicado con verdadero fervor a investigar la mitología guaraní, e infundir a sus simulacros estatuarios esa emoción religiosa”.
Autor de notables obras escultóricas como “Iberá”, “Mbaé Verá Guazú”, “Pai-Sandú”, “Kera”, “Los hacheros”, “Desnudo de criolla”, “Oberá”, etcétera, Puyau fallece en la ciudad de Mar del Plata en el año 1937, víctima de un accidente en el mar, a un año de su consagración nacional con “Taragüí”.
Artista silencioso y trabajador, no solamente se ha preocupado de ahondar sus evocaciones autóctonas, en la búsqueda de un pasado indígena de Corrientes, en la persecución de su mundo mitológico, y en la simbolización de sus más bellas características, sino también de ajustar sus medios expresivos a su verdad personal, al abordar otros géneros escultóricos.
Fuentes consultadas: Revista “Yuru Peté”. Nº 2. 1950 y Archivo Biblioteca “Juan R. Vidal”, Museo Provincial de Bellas Artes.