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“El capuchino Iberá es una especie clave en Corrientes para estudiar los procesos evolutivos”

“La restauración ecológica de Iberá es un ejemplo único en el mundo”, afirma Adrián Di Giacomo, doctor en Ciencias Biológicas e investigador del Conicet. El científico repasa su hallazgo, que tuvo impacto mundial, y los desafíos de conservar la biodiversidad en los Esteros del Iberá.

Por El Litoral

Domingo, 28 de septiembre de 2025 a las 09:46

Por Eduardo Ledesma 

Versión gráfica: Belén Da Costa

En el episodio 28 de Eduardo Ledesma Pregunta, charlamos con Adrián Di Giacomo. Nuestro invitado es biólogo, doctor en Ciencias Biológicas (UBA), investigador del Conicet y director del Centro de Ecología Aplicada del Litoral (Cecoal) en Corrientes. Es uno de los referentes más destacados en conservación de la biodiversidad en Argentina y Latinoamérica. Su descubrimiento del Capuchino Iberá, comparado con los pinzones de Darwin, tuvo repercusión mundial. Publicó en las revistas “Science” y “Nature”, y lidera proyectos clave en los Esteros del Iberá, como la reintroducción del yaguareté.
En este episodio hablamos del hallazgo de una nueva especie que marcó la ciencia global, la urgencia de proteger los pastizales, el impacto de la restauración ecológica en Iberá y los desafíos de la conservación en Argentina y el mundo.

Si vos te tenés que presentar, ¿qué le decís a la gente?

Yo me pienso como un trabajador de la ciencia y de la conservación de la naturaleza. Y con un espíritu de ornitólogo, de hombre que está mirando y escuchando a las aves. En este momento soy director del Cecoal, el Centro de Ecología Aplicada, uno de los institutos de investigación de mayor trascendencia en la región.

¿Qué significa ocupar ese lugar en este momento para la ciencia?

Es un momento muy especial. Primero, es un honor poder trabajar en un instituto como el Cecoal. Es una de las primeras unidades ejecutoras del Conicet en el Norte del país, creada en la década del setenta. Tenemos cincuenta años. Y es un gran desafío. Justo me tocó asumir a fines de 2023, con todos los cambios en la política científica, trabajando siempre con el mismo presupuesto desde hace varios años. Sin embargo, hay que reconocer que la gente sigue trabajando con la misma motivación de siempre. Se sigue a pulmón, pero se sigue.

¿Cuáles son las principales líneas de trabajo del Cecoal y cómo se vinculan con tu trayectoria?

El Cecoal fue creado para estudiar los impactos ambientales de las represas en los grandes ríos. Con el tiempo amplió su mirada y hoy abarca casi todos los ecosistemas: mamíferos, aves, plantas, reptiles, bosques, calidad de agua. También tenemos un área de paleontología, con yacimientos como el de Toropí. Es un panorama muy amplio.

¿Cómo se sostiene todo eso con presupuestos tan limitados?

Con el mismo de hace dos o tres años, atravesados por la inflación. La investigación se sostiene con subsidios competitivos que ganan los grupos de trabajo. En Cecoal hay especialistas de nivel mundial que logran acceder a esos fondos, y eso permite continuar. Pero falta financiamiento del Estado nacional para funcionamiento: vehículos, lanchas, laboratorios. Eso se sostiene con subsidios y también con servicios que el instituto brinda, como análisis específicos que no se hacen en otros lugares.

Vos sos el padre del Capuchino Iberá. ¿Qué es y qué importancia tiene para el ambiente en nuestra zona?

De chiquito siempre me fascinaron las aves y esto de descubrir una especie nueva no es un objetivo que alguien se puede plantear, es más bien fortuito. Exploramos una región que estaba poco explorada por los naturalistas y los ornitólogos y empezamos a ver que habían individuos distintos de las otras especies. Las primeras observaciones datan del 2001 en la zona de Galarza. Tras años de estudios, en la parte norte de Iberá (San Miguel, Concepción), relevamos mucha información y pudimos determinar que se trataba de otra especie. Hoy sabemos que en esta zona hay nueve especies de capuchinos: es el lugar del mundo con más diversidad de capuchinos. Es un área clave para la conservación y también para estudiar procesos evolutivos rápidos, como los famosos pinzones de Darwin.

¿Qué impacto tuvo ese hallazgo?

Eso abre caminos, pero sobre todo genera nuevas preguntas. La mayoría de los capuchinos vive en pastizales naturales, y esos ambientes están en riesgo. Son aves migratorias que sufren la pérdida de hábitats por incendios y transformaciones productivas. Estudiarlas nos ayuda a entender cómo proteger no solo a una especie, sino a todo un ecosistema.

¿Cómo influye la reintroducción del yaguareté en estos procesos?

Estamos estudiando cómo la presencia del yaguareté modifica el ecosistema. Tenemos evidencia de que con la presencia del yaguareté disminuyen las poblaciones de carpinchos, se modifica la vegetación y se vuelve más parecida a la ideal que necesitan los pájaros de pastizal. Es como si se volviera atrás en el tiempo, como era hace 100 años. 

Un poco más equilibrado. 

Mucho más equilibrado. Es fascinante porque pudimos aprovechar esto como un experimento natural. Es una oportunidad única: un experimento natural para observar cómo se equilibra el ambiente y los científicos tenemos pocas oportunidades para estar frente a una oportunidad de estas características. 

¿Estamos en un momento de emergencia ambiental?

En conservación no hay tiempo que perder. En los últimos cincuenta años el mundo perdió un tercio de las aves silvestres. En el caso de las aves de pastizal, dos tercios. Eso implica que estamos degradando recursos clave para el futuro. Tenemos que proteger lo que queda, generar áreas protegidas y lograr una producción mucho más sostenible.

¿Qué es la Alianza del Pastizal?

Es una iniciativa que impulsamos hace casi veinte años desde Aves Argentinas. Busca acompañar a productores que quieren mantener sus pastizales productivos y al mismo tiempo conservar la biodiversidad. La mayoría de las aves amenazadas no está solo en áreas protegidas, sino en campos productivos. Por eso es clave trabajar con productores y con nuevas generaciones que tienen mayor conciencia ambiental.

¿Qué políticas públicas son necesarias ya?

Ordenamientos territoriales a escala regional. Conocer nuestra biodiversidad y planificar el desarrollo en función de ella. La ley de bosques fue una buena iniciativa, aunque su aplicación varió según provincias. Necesitamos más diálogo interdisciplinario entre biólogos, ingenieros agrónomos, productores y dirigentes políticos.

Si pensamos en los próximos 20 años, ¿cuál es el gran desafío de la conservación?

Yo digo en broma que quiero que en mi gestión no se extinga ninguna especie. Argentina todavía es privilegiada en biodiversidad: tenemos selvas, glaciares, alta montaña, pastizales. La base es muy buena, pero debemos fortalecer acciones de conservación y ordenamiento territorial. La esperanza está también en las nuevas generaciones, que hoy valoran mucho más la naturaleza. Los chicos hoy tienen más conciencia pero tenemos que continuar con las charlas, con el aprendizaje como camino. Estamos en un terreno ideal porque hay interés y conciencia. 
 

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