Gustavo Tisocco, médico especialista en Neonatología, escritor, uno de los poetas más destacados, nacido en Mocoretá, Corrientes, responde al cuestionario de El Litoral Cultura.
¿Es la poesía una tabla de salvación para tus procesos interiores?
La poesía siempre salva, me salva. En un mundo castigado donde el hambre, las guerras, los intereses políticos y hasta referencias religiosas a veces decepcionan, encuentro en la Poesía la salvación necesaria para persistir en la proeza de creer más allá de todo en que todo es posible.
¿Pretendés convencer a través de tus poemas o más bien imaginar que hay un lector permeable a ese convencimiento?
Pretendo como decía anteriormente, salvarme. Escribo lo que me pasa, lo que me duele, lo que me alegra y entristece. Escribo siempre, más allá de todo, escribo. Si lo que escribo llega a otro ser, a otra persona y si ese lector se identifica con mi obra, aunque sea con un poema, entonces además mi poesía sirvió para subsanar quizás alguna herida, o para traer tal vez algún recuerdo olvidado o simplemente para tomar conciencia con lo que nos pasa alrededor.
¿Es cierto aquello que “de poetas y locos todos tenemos un poco”?
¿Qué es estar loco no? Si con la locura afloran metáforas que hacen que nos escribamos/nos condenemos, entonces bienvenida la locura, bienvenida la belleza de poder expresar en versos aquello que nuestro consiente e inconsciente nos dicta. Bienvenida la bendición de la palabra.
¿Aquello que te llevó a escribir es lo mismo que hoy te sostiene?
Para poder expresarme desde niño usé la escritura. Para poder expresarme hoy lo sigo haciendo. Lo hago con la responsabilidad que exige el acto de poetizar. Escribo poniendo cuerpo, alma y sangre. Tenemos el don de expresar, entonces usemoslo para gritar todo lo que sentimos, lo que nos pasa pero bellamente, tornando el grito en canción, la más hermosa canción.
¿Qué representa tu pueblo en la temática de tu poesía?
Como digo en un poema “El hombre es su infancia”.
Mocoretá para mí es siempre una bendición. La magia de la niñez persistirá siempre ahí y como uno de los temas fundamentales en mi poesía es precisamente la infancia, que fue luminosa y placentera, rodeada de amor y dicha, siempre pero siempre, mi pueblo estará representado en mis letras a través de mis experiencias infantiles y adolescentes.
¿En ese lugar habitan aún los fantasmas que marcaron tu viaje de ida hacia la lírica de la vida?
Reiterando un poco lo de la pregunta anterior, creo que ahí en Mocoretá habita mi niño, ese que fui o aún soy y es a partir de ese pequeño ser que nace todo lo que hoy digo y escribo. Nadie puede desprenderse de lo que fue cuando se expresa.
¿Dónde están hoy en día los poetas?
Los poetas están en la calle, en los bares, en las plazas, en sus casas, en los hospitales y en las escuelas, en la noche y en el día, en fin, los poetas están en la vida y eso hace que la misma sea mejor.
¿Por qué la mayoría de la gente descree del género poético, aun los editores?
Creo que valorar la poesía debe partir antes que todo del mismo escritor. Si uno escribe, publica su libro pero el autor regala su obra como si fuese un souvenir de casamiento, por eso no se pude pretender que la gente común valore a la poesía. Uno debe valorar su obra. Siempre que el poeta deje en su poesía lo mejor de sí, siempre que tome con responsabilidad, ética y humanidad lo que hace. Es el mismo autor quién debe dar valor a lo que escribe. Yo estoy totalmente en desacuerdo con eso de “que la poesía no se vende”. Se debe vender y valorizar. Reitero siempre que la misma insuma el trabajo de tratar de llegar a la perfección o publicar al menos un libro cuando estemos con la certeza que después de corregir y corregir llegamos al estado de estar orgullosos con lo que presentaremos al lector.
Las editoriales son tema aparte, su fin es netamente económico y se publica muchas veces lo que reditúa ganancias más allá de priorizar la calidad. No todas por suerte.
¿Vale la pena escribir lo que uno siente?
Yo creo que si uno escribe lo que siente, eso se transmite. Ser genuino es lo importante en en este género literario. Yo escribo mucho poesía social y lírica y todo lo que elaboro son producto de vivencias o situaciones que hacen que me inspire y que me comprometa al hacerlo. No sirve de nada escribir sobre cosas de la que no somos de alguna manera partícipes. Cuando leo algún texto de alguien que no es el protagonista de lo que escribe lo siento vacío, hueco hasta hermético. Ojo, me refiero a la poesía. En narrativa sí creo uno puede escribir sobre situaciones donde el autor se corre de la escena.
Cuando hablás de amor ¿a quién te dirigís?
Amores propios o ajenos, pero que de alguna manera me pertenecen por cercanía o por sentirme reflejado de alguna manera.
¿Te gusta que te reconozcan como escritor, como poeta o como ambos a la vez?
Escribo por no poder dejar de hacerlo. No para que me reconozcan. Ahora si mi escritura trae aparejado reconocimientos bienvenido sea, pero no es lo primordial.
Si tuvieras que elegir un poema para cerrar esta nota, ¿cuál sería?
Elijo “Poema de diez hectáreas”, que es generalmente con el que abro mis lecturas últimamente, cuando me invitan a leer. Creo que encierra toda la temática de la poesía, la mía. Creo que es como una llave a mis dolores, a mis instantes, a mis abismos y consignas.
“Para escribir un poema de diez hectáreas/ tendré que convocar a todos los peces,/ al mago que deambula en las noches,/ al aroma de pan horneado,/ a la espuma del mar.
Deberé resucitar a los que me dejaron,/ retornar barcos encallados en la brisa,/ zafiros y esmeraldas,/ al niño que soñaba con ser espantapájaros,/ al viejo campanario, al andén del pueblo aquel.
Moni Munilla