Por Rodrigo Galarza
Especial para El Litoral
Conocí a Rómulo Espinoza en los años noventa en su pueblo por adopción, Curuzú Cuatiá. Por aquel entonces se organizaban allí lecturas de poesía y narrativa que me llevaron a tener la suerte de compartir con el propio Romy, Graciela Shust, María del Carmen Vianna, Nilda Nicolini, María del Carmen Jramoy, Mirta Sandoval, León García, entre otros.
Muchos años después (¿acaso veinte no son nada?) volvimos a encontrarnos en la Feria del Libro de Caá Catí.
La palabra de Espinoza tiene la frescura y sencillez para ser cantada. Hace escala en la ternura y en la esperanza: “Me florece la esperanza / cuando llevas en las manos / un poco de tierra mansa / para sembrar un milagro”.
Su palabra se enciende con antiguos rituales de la memoria, algunos de ellos son la niñez feliz que siempre está celebrándose: “Para el tiempo de la flor / remontaré la ilusión de mirarte / y treparé por las sombras / de la noche, mi mensaje”.
La aridez de quien se pregunta por las grandes razones de la existencia, la búsqueda personal de la trascendencia a través de la voz poética como camino: “Cigarra no dejes / que me duerma hoy. / Sigamos cantando / busquemos a Dios, / en la oscura noche / de lluvia serena / y en la quieta calle / de las hojas secas”.
Los personajes del pueblo que se construyen en el imaginario colectivo: “Recuerdo cuando llegaba / don Fleitas, el aguatero, / mulato de canto triste / y blanco puro por dentro”. “Eladio es de todos / como las estrellas / va de casa en casa / con un canto a cuestas”. También se retrata con gran acierto la injusticia social: “En esta tarde sin sombras / sentados en la vereda / están como distraídos / un pequeño y la pobreza”.
La poesía de Espinoza conmueve por su lirismo reflexivo, por su hondura expresiva en su cometido de decirse diáfana y musical: “Mis secretos suman tres: / dos tristezas y un silencio, / son guitarras que no suenan / y monedas que no cuento”. “Mira cómo caen / al suelo mis penas, / soy un árbol viejo / de esperanzas nuevas”.
No faltan en su palabra el amor filial y también a la mujer: “Porque tienes la inocencia / de temblar con mis nostalgias / me enternece la aventura / de llorar sobre tu falda”.
En suma, la poesía de Romy Espinoza pone en movimiento aquella gran verdad que se le atribuye a Tolstoi: “Pinta tu aldea y serás universal”.
¡Salud, poesía y libaciones!
Muestrario
mínimo
Si preguntas
Si me preguntas quién soy
diré: lucho por saberlo.
Si me preguntas qué pienso
sabrás algunos secretos.
Mis secretos suman tres:
dos tristezas y un silencio,
son guitarras que no
[suenan
y monedas que no cuento.
Si me preguntas qué sueño
Entonces verás lo eterno.
Y lo eterno es sólo Dios
sin distinciones de credos
como el rosal da su flor
igual en todos los huertos.
Si me preguntas, ¿feliz?
yo te diré inmensamente
y si me acusas de triste
puedo decir desde siempre.
Si me preguntas el fin
al cual mi vida se aferra,
no sabré si es para mí
o soy yo para la tierra.
Siesta
En esta tarde sin sombras
sentados en la vereda
están como distraídos
un pequeño y la pobreza.
El árbol que los vigila,
ramas torcidas de viejo,
ya no pretende en la vida
más que el color de su cielo.
El niño sueña con verlo
y en la tarde somnolienta
imagina que está lleno
del amor que se le niega.
La pobreza no le habla,
tampoco el niño contesta;
existe un pacto entre ellos
a la hora de la siesta.
Ternura
Me enternece la mirada
de tus ojos sobre el campo
cuando contemplas el sol
desmayado en el ocaso.
Me florece la esperanza
cuando llevas en las manos
un poco de tierra mansa
para sembrar un milagro.
Por esa simple manera
de andar cruzando la casa
con la sonrisa entreabierta
y casi siempre descalza.
Porque tienes en el cuerpo
la plenitud de mi alma
y te levantas temprano
con la frescura del agua.
Porque tienes la inocencia
de temblar con mis
[nostalgias
me enternece la aventura
de llorar sobre tu falda.
En el apuro del día
En el apuro del día
me olvidé de tres cosas:
de escribir una carta,
rezar un salmo y cuidar
[una rosa.
Si me hubiera acordado
moriría una espera,
crecería mi alma,
viviría una rosa.
Qué cosas hice en el día
yo me pregunto, ¿qué cosas?
que me olvidé del amor
que me olvidé de la rosa.
Canta la luna llena
sobre mi ventana sola;
todo un día ha pasado
sin triunfos ni derrotas.
El silencio de la noche
desespera y acongoja,
se me escapó la mañana
y la tarde se fue sola.
En el apuro del día
se me olvidaron tres cosas,
voy por la noche sin Dios,
sin amores y sin rosas.
Sigamos cantando
Cigarra no dejes
que me duerma hoy.
Sigamos cantando
busquemos a Dios,
en la oscura noche
de lluvia serena
y en la quieta calle
de las hojas secas.
Sigamos cantando
que el canto me alegra
y el otoño es triste
cuando no se sueña.
Mira como caen
al suelo mis penas,
soy un árbol viejo
de esperanzas nuevas.
Amiga Cigarra
no dejes que duerma,
sigamos cantando
que la vida empieza.
Vale más quien canta
que el que mucho piensa
Y nuestra alegría
más que mil tristezas.
La bicicleta del abuelo
Tengo en esta vida
pocas cosas ciertas,
esta bicicleta
es una de ellas.
Hace mucho tiempo
-siempre nos comenta-
la eligió el abuelo
por las gruesas ruedas.
Todavía sirve
nunca queda vieja,
como la esperanza,
como la tristeza.
Es negra, bajita,
sin porta-cadena
y siempre en el patio
sabemos que espera.
Es de nuestro abuelo
por eso es eterna
y nos pertenece
como las estrellas.
Cuando yo era niño
aprendí con ella,
creía dar vueltas
en algún cometa.
Y no me pregunten
qué tiene de bella,
hay cosas del alma
que jamás se expresan.
El porta-equipaje
es una alacena
si el abuelo vuelve
desde la despensa.
Ya no frena bien
con el de la izquierda
pero pedaleando
parece que vuela.
Tengo en esta vida
pocas cosas ciertas,
un abuelo niño
y una bicicleta.
Aguatero
Ayer anduve cantando
camino del río viejo,
temblando con cada cosa,
que me traía un recuerdo.
Desde mi casa hasta el río
hay dos espacios de tiempo,
uno se fue con mi infancia
al otro lo voy perdiendo.
Recuerdo cuando llegaba
Don Fleitas, el aguatero,
mulato de canto triste
y blanco puro por dentro.
El carro sonaba a todo,
latas, madera y cencerro,
los gurises lo seguían
cegados por su misterio.
Ayer anduve cantando
camino del río viejo,
todo estaba como entonces,
menos tu carro, aguatero.