Moglia Ediciones
Del libro
“Aparecidos, tesoros y leyendas”.
"Escuche doctor”, sentí a mis espaldas, iba por la calle Rioja entre Quintana y Plácido Martínez. Al voltearme, una señora muy arreglada se acercaba a mí con agitación.
- “Señora, tanto tiempo”, expresé, - “Quería hablar con usted”, contestó, - “¿Me recuerda?”. La verdad es que la conocía pero no recordaba su nombre. Sin dejarme hablar, siguió, - “soy Paulita, vivía con los Iglesias por calle Rioja casi frente a su estudio con el Dr. Blanco”, - “¡Ah!”, expresé, volvieron a mi memoria los grupos que armábamos para comprar libros, novelas y de otro tipo, con el Dr. Blanco (+), Bubú Artieda (+), Graciela Gehan Conte (+); Marito Arqué, Eulogio Sena (+), Martín Solís (+), Yiyo Iglesias (+), Elsa Collantes, entre otros, luego de leído por todos, se sorteaba la propiedad.
Tiempos hermosos, Paulita formaba parte del grupo.
- “Tengo que contarle algo”, me dijo, cuando trabajaba de enfermera en la sala 31 del Hospital Vidal una vez que los médicos terminaban su recorrido volvían a la sala contigua, y se encontraban con un señor vestido de blanco, era un médico más o eso creían ellos. No hablaba con nadie y tampoco le preguntaban. Se suponía que era un profesional, un poco a la antigua pero médico al fin. Una siesta, Paulita ingresa a la sala y estaba el señor, quien con una voz extraña, más de ultratumba que de este tiempo, le dice: - “Paulita veo que sos buena persona, ayudas mucho al prójimo, te voy a expresar un secreto. En el patio que da al lateral de la Sala 31 hay una piedra casi roja; cuando yo era médico, en los inicios de este centro de salud, me enfermé gravemente, tenía conmigo algunas joyas, estaba solo en este mundo y las enterré debajo de esa piedra, ¿puedes sacarla?”, continuó.
Paulita blanca como el delantal que llevaba puesto, no podía articular palabra. Él siguió diciendo: -“estoy cansado de cuidarlo, me voy y lo que encuentres, es tuyo, no hay maldición en ese pequeño tesoro, como supondrás me morí hace mucho”. Paulita dio un paso hacia atrás y casi cae de espaldas, pero una silla la aguantó en su descenso. El espíritu corpóreo desapareció. Paulita, comenzó a plantar flores en el patio lateral, todos la admiraban, por supuesto utilizaba una azada y una pala. Durante varios meses regaba las plantas, las cuidaba y ya nadie se fijaba en lo que hacía. Iba frecuentemente a la capilla del hospital, que todavía tenía monjas, y rezaba por el alma del médico muerto en servicio.
Una mañana trajo una bolsa de arpillera con nutrientes (bosta) para la tierra. Fue colocando y como quien no mueve un dedo, levantó la piedra, cavó un poco y encontró una caja quirúrgica de las antiguas, de acero bastante oxidada, la puso en la bolsa, rellenó el lugar, llevó la bolsa y las herramientas hasta la salida. Volvió a su casa, abrió la caja, para su sorpresa había joyas y bastantes monedas de oro.
Con alcohol las limpió y mientras estaba en la tarea, la figura de blanco apareció y le expresó: - “con esto te anuncio, cambiará tu vida y serás muy feliz”. Dicho y hecho. Tuvo suerte, se casó, tuvo hijos y vive recordando ese encuentro con el fantasma al cual continúa rezándole.
En la esquina de Chaco y 3 de Abril se encontraba la Taberna Rolando, había una higuera grande, alrededor siempre se hallaba jugando un perrito que respondía al silbido de un señor que se encontraba sentado casi siempre cerca del lugar, con un sombrero tipo gorra de color marrón claro. Todos lo veían, sin embargo nadie lo conocía. El dueño de la Taberna decidió sacar la higuera y para ello contrató un especialista en el tema. El árbol se resistía, pero los cortes iban lentamente sobre sus raíces hasta que cedió y se desplomó. Debajo de las raíces, se halló un cañón antiguo con una tapa de metal en la boca, sujetada con sunchos, todo herrumbrado y casi destruido. El dueño de la Taberna Rolando hizo extraer el objeto para adornar su local con un elemento histórico. Se cuidó de no abrir la boca del objeto. Dentro de su casa, con un hierro hizo palanca y arrancó la tapa, la abrazadera estaba prácticamente cortada.
Una vez acostado el objeto, que lo movía con poleas ayudado de sus hijos, de la boca cayeron monedas, joyas, piedras preciosas, papeles viejos y enmohecidos en una cartera de cuero, casi derruida. El feliz hallazgo trajo consigo la perdición, mejoraron de fortuna pero comenzaron a enfermarse, poco a poco fueron muriendo integrantes de su familia y como si el cañón se burlara de ellos, continuaba en la puerta de la taberna mirándolos derrumbarse.
Tampoco se lo vio nunca más al señor de la gorra con el que alegremente jugaba el perrito. Es posible, haya sido el guardián del tesoro, a quien no le gustó las personas que lo encontraron, por ser estos avariciosos, uno de los principios que exige los guardianes del más allá para retirarse tranquilamente.
Molina Punta tiene sus historias. Bajo una antigua casuarina (sic), árbol no muy común, unos buscadores de tesoros encontraron una enorme olla de la guerra del Paraguay, fabricada probablemente en la fundición de Ybicuí, con tesoros de toda especie, alhajas, monedas, en gran cantidad, que normalmente eran frutos de los saqueos a la población correntina en épocas de la invasión. Los buscadores, todos ellos familiares entre sí adquirieron una considerable fortuna por la venta del tesoro fraccionado en el mercado negro.
Iniciaron un emprendimiento diferente al que ya tenían y compraron camiones modernos y costosos, con lo cual aumentaron su riqueza de manera exponencial y hasta, como nuevos ricos iniciaron relaciones sociales con lo más selecto de la sociedad correntina de la época, en su carácter de hidalgos por riqueza. Esta familia, anteriormente habían encontrado otro tesoro en el Hogar de Ancianos sobre la calle Buenos Aires, que se lo ubicó en el aljibe de la vieja casona, y este nuevo tesoro acrecentó aún más el salto económico que pegaron de un día para otro, aduciendo que habían sacado la lotería. Era tal su entusiasmo con la nueva fortuna que no prestaban atención a las advertencias o señales que con el descubrimiento de este primer tesoro iban recibiendo, como enfermedades, accidentes, incluyendo la muerte prematura de uno de sus hijos, que falleció ahogado al caer en un antiguo pozo mal tapado de la finca fastuosa que adquirieron.
Parece ser, según rumores y habladurías, los espíritus cuidadores del segundo tesoro encontrado, eran más malignos que los del primero, pues sumados a las desgracias ya relatadas en la familia, aparecieron síntomas de inestabilidad mental en alguno de ellos y en otros el terrible flagelo de la avaricia, por lo cual era común ver, aun en reuniones sociales de alta alcurnia, discusiones que expresaban resentimientos y odios entre ellos. Un cierto día luminoso de septiembre, después de haber comido a instancias de la anciana madre de la familia, donde no se ahorraron gastos en buenos vinos y espumantes, con el fin, según dijeron, de limar asperezas, en una embarcación de gran porte partieron desde Paso de la Patria a gozar del día con esposas e hijos; en tierra sólo quedó la madre. Según dicen, durante la travesía de placer se produjo una discusión entre ellos lo que causó la pérdida de atención en la dirección del buque, entró en una zona de remolinos y piedras por la bajante del río, fue tal el choque que se produjo contra las rocas que varios salieron despedidos de la embarcación y los otros con enojos y enconos trataban de ayudar sólo a los suyos, abandonando a los demás. Mientras el terrible remanso del río desprendió a la embarcación de su varadura, arrastrándola a las oscuras profundidades del Paraná. Todos los tripulantes murieron ahogados, los cuerpos fueron apareciendo durante días cuando las torrentosas aguas los levantaban de la profundidad, niños, mujeres y hombres fueron sacados por pescadores y la Prefectura. Interminables velorios destrozaron el corazón de la madre, quien no tuvo fortaleza para resistir tanta desgracia, antes de pegarse un tiro en la sien dijo en voz alta en el velorio de su nieto: - “¡Maldito oro, maldito oro!”
No fue un buen final para los buscadores de tesoros, pero la voluntad del más allá existe, no cabe dudas. Algunos afirman que sobre las tumbas de las víctimas en ciertas ocasiones ven sombras como si danzaran sobre ellas.
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