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El matadero

Por El Litoral

Domingo, 06 de noviembre de 2022 a las 01:00

Por Juan Carlos Raffo
Especial para El Litoral

“Veinte años dominó Rosas esta tierra, veinte años negó Rosas la oportunidad de constituir la República; veinte años tiranizó, despotizó y ensangrentó al país”.
José Hernández.
Discurso en la Legislatura de Buenos Aires.

 

El matadero —la brillante obra del notable Esteban Echeverría— fue elaborada entre 1838 y 1840. La obra identifica al régimen de Juan Manuel de Rosas con el acto que se lleva a cabo en los mataderos. Su gobierno “aterrorizó” a gran parte de la población del país durante 23 años de persecuciones y asesinatos políticos. 
Echeverría, al igual que Sarmiento, Alberdi, Ascasubi y tantos argentinos, creían que el gobierno rosista hacía mucho daño al progreso del país, ya que “destruía” las ideas por las que se buscó la libertad en mayo de 1810.
Entre la locura del matadero de Buenos Aires, Echeverría nos presenta con la pérdida del individuo y la barbarie de la multitud federal que lo había reemplazado bajo el régimen de Rosas. 
El poder de la Iglesia sobre la gente aseguró que los unitarios quedaran como enemigos mientras que los federales aparecían como líderes escogidos por la voluntad divina. En este clima es fácil para la dictadura federal, presentarse como heroína de la gente que protestaría en contra de la maldad de los unitarios. 
La intención de Echeverría es mostrar al lector que así se controló a la población durante el gobierno de Rosas y el discurso político de Buenos Aires. Algo que en estos tiempos se denomina “populismo” regada de demagogia. 
Echeverría escogió cuidadosamente el matadero como médula central del cuento para enfatizar la barbarie del régimen de Rosas. Echeverría crea un mundo en que la cosa más deseada por los federales es carne y así ellos se parecen más a caníbales que a seres humanos. 

¿Dónde estaba el matadero de Rosas?
El lugar del matadero también tiene significado, dado que estaba en las afueras de la ciudad, en la frontera que dividía la barbarie de la ciudad y el ambiente más civilizado del campo, donde la mayoría de los unitarios se habían escondido para no ser asesinados. Aquí Echeverría crea un ambiente en que puede enfatizar la lucha entre civilización y barbarie, el individuo y la multitud y finalmente los unitarios y federales.
El joven unitario queda desafiante hasta el final y nunca muestra miedo entre las crueldades de los federales. Así es que Echeverría manifiesta su espíritu rebelde contra el gobierno de Rosas. 
El juez del matadero era un caudillo de los carniceros que ejercía la suma del poder en el lugar. Eso incluye la dirección de los castigos a unitarios. 
Federales: eran los carniceros y degolladores del matadero. Eran quienes propagaban la federación rosista. “No es difícil imaginarse qué federación saldría de sus cabezas y cuchillas”. 
Unitarios: “jerga inventada por el Restaurador, patrón de la cofradía. Todos los que no eran degolladores, carniceros, ni salvajes, ni ladrones; eran hombres decentes y de corazón bien puesto, patriotas ilustrados, amigos de las luces y de la libertad”.
Esta obra fue publicada veinte años después de la muerte del autor, en 1871, en la Revista del Río de la Plata, por Juan María Gutiérrez. Es considerado el primer cuento argentino que trata sobre la política, la economía y diversos aspectos sociales de Buenos Aires. Echeverría creía que el gobierno rosista hacía mucho daño al progreso del país, ya que “destruía” las ideas por las que se buscó la libertad en mayo de 1810. El cuento tiene la intención de mostrar al lector que aquel clima polarizado y violento no era bueno para el país.
En este clima es fácil para la dictadura federal presentarse como heroína de la gente que protestaría en contra de la maldad de los unitarios. La intención de Echeverría es mostrar al lector que así se controló a la población durante el gobierno de Rosas y el discurso político de Buenos Aires.
Este control se manifiesta cuando el gobierno “provee gentilmente” cincuenta novillos gordos para ayudar a aliviar la falta de res en la ciudad. Los novillos no son suficientes para alimentar toda la población de la gran aldea porteña y son los federales y sus intereses privados que disfrutan la mayoría de la carne, mientras los pobres de la ciudad quedan para luchar entre sí, por los trozos de carne que los carniceros del matadero habían olvidado. 
La Iglesia, de nuevo como herramienta de los federales, ayudó a prevenir una rebelión por mandar a la población abstenerse de la carne mientras Rosas y sus secuaces se engordaron. Echeverría manifiesta su indignación hacia esta injusticia y el control excesivo que aplasta el poder y la voluntad del individuo cuando dice: “Pero no es extraño, supuesto que el diablo con la carne suele meterse en el cuerpo y que la iglesia tiene el poder de conjurarlo: el caso es reducir al hombre a una máquina cuyo móvil principal no sea su voluntad divina sino la de la iglesia y el gobierno. Quizá llegue el día en que sea prohibido respirar aire libre, pasearse y hasta conversar con un amigo, sin permiso de autoridad competente”.
El lugar.- En las últimas escenas del cuento, Echeverría usa los papeles de los rezagados del matadero para mostrar a los federales aún más como individuos brutales. A fines de la matanza de los novillos, queda un solo toro joven que los federales deciden torturar y matar. El toro representa la juventud del país en que Echeverría creía que el progreso político del país existía. A primera vista los federales piensan que el toro era hembra. Así, Echeverría nos presenta con la estupidez de los federales y su tendencia de subestimar el poder y forma verdadera de su oposición. El toro escapa del matadero y corre por las calles de Buenos Aires con los soldados federales persiguiéndolo. Así, Echeverría muestra al lector el espíritu desafiante y vigoroso de los unitarios y todos los que estaban en contra de la brutalidad de Rosas. Eventualmente los soldados lo atrapan de nuevo, lo torturan y lo matan.
Esta escena está repetida casi exactamente igual cuando al fin del cuento los federales y rezagados del matadero se fijan en un unitario joven que está paseando por las afueras de la ciudad. En la misma manera que trataron al toro, los soldados atrapan, torturan y matan al joven unitario. Echeverría usa este simbolismo para hacer obvio al lector, que el matadero representa los frecuentes asesinatos de los miembros de la oposición durante el régimen de Rosas.
El joven unitario queda desafiante hasta el final y nunca muestra miedo entre las crueldades de los federales. Así es que Echeverría manifiesta su espíritu rebelde contra el gobierno de Rosas. Las palabras del joven representan los sentimientos del autor cuando el juez federal de la escena le pregunta: ¿por qué no lleva la insignia del estado como manda Rosas? 
—¿Por qué no traes divisa?
—Porque no quiero.  
—¿No sabes que lo manda el Restaurador? 
—La librea es para vosotros, esclavos, no para los hombres libres. 
—A los libres se les hace llevar a la fuerza.
—Sí, la fuerza y la violencia bestial. Esas son vuestras armas: infames. El lobo, el tigre, la pantera también son fuertes como vosotros. Deberías andar como ellos en cuatro patas.
—¿No temes que el tigre te despedace? 
—Lo prefiero a que, maniatado, me arranquen como el cuervo, una a una las entrañas.
De ahí que José Hernández, el autor del Martín Fierro y senador provincial en su momento, pronunciara en la Legislatura de Buenos Aires este discurso que quedó para la historia: “Veinte años dominó Rosas esta tierra, veinte años negó Rosas la oportunidad de constituir la República; veinte años tiranizó, despotizó y ensangrentó al país”.  

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