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Miguel Ángel Federik o “la otra luz de arriba”

Nació en Villaguay, Entre Ríos, en 1951. Poeta y ensayista. Ha editado: La Estatura de la Sed; Los Sepulcros Vencidos; Fuegos de Bien Amar; Una Liturgia Para Némesis (Premio “Fray Mocho”-1992, Edit. de E. Ríos, 1994); De Cuerpo Impar, Imaginario de Santa Ana, Niña del Desierto y otros poemas (Premio APOA al mejor libro de Poesía publicado en 2010) - Es 2º Premio del Concurso Anual del Fondo Nacional de las Artes (Genero Poesía, 2017), con su libro Geografía de la Fábula. Es autor del ensayo ‘Sobre un Hermoso Animal Despierto’ (Análisis del poema “Luz de Provincia”) que integra las Obras Completas de Carlos Mastronardi, (UNL. 2011); de la Introducción, notas y cronología para la Obra Poética de Daniel Elías (EDUNER, 2012); del Liminar, a Juan José Manauta - Poesía Completa (Eduner,2015), etc. Su Obra poética, con introducción de Sergio Delgado, ha sido editada en 2021 por EDUNER.

Por Rodrigo Galarza

El asaltante hará un recorrido por las voces vivas de la poesía argentina. Cada poeta nos acercará, además de poemas, su visión de la poesía.

 

¿Por qué y para qué la poesía?

A la criatura humana la acompañan por igual desde hace milenios los perros y los pájaros y el canto festivo-ritual-ceremonial con que enfrentaba los límites de sus fronteras cercanas y aún desconocidas, como los eclipses o la muerte. Han desaparecido lenguas, imperios y civilizaciones enteras, pero persisten en algo de su poesía… Pareciera entonces que la poesía es connatural a la criatura humana y necesaria e imprescindible en todos los tiempos y en todas las lenguas. Los idiomas en tanto sistemas de comunicación -y diccionarios que no constituyen reservorios simétricos- son un precipitado de saberes y percepciones diferentes… Y el poeta allí y en todas ellas, percutiendo ese tambor de siglos desde adentro o desde afuera para abrir la conciencia congelada de su tiempo, como quien sabe que la belleza no es un valor, sino un poder, no menos ignorado que reincidente. Cuenta Ilya Prigogine (Nobel de Química, 1977) que una vez Werner Heisenberg (Nobel de Física, 1932)paseando ante el Castillo de Kronberg con Niels Bohr (Nobel de Física, 1922), este le dijo: -“No es extraño cómo cambia este castillo al rememorar que Hamlet vivió en él?... Nada debería cambiar por el hecho de que Hamlet viviera en él y, sin embargo cambia totalmente…”Y cito a propósito a tres científicos de ciencias duras contra todos los burócratas de la vulgaridad y los descreídos del mundo de la poesía… El Hamlet que esos sabios referían era el de Shakespeare, no el otro: apenas una silaba perdida en una crónica del siglo XIII. La palabra poética cambia el mundo porque perfora el lenguaje y abre la conciencia y la mirada, ya que si esta palabra usual nos lleva hacia las cosas, la palabra poética nos devuelve de las cosas hacia nosotros mismos y por eso ya es imposible mirar desde las barrancas del Paraná un atardecer sobre las islas sin ver: “…Rosa y dorada/ la ribera./ La ribera rosa y dorada/ Febrero, y ya, estás/ belleza última en el cielo y en las aguas…”o saber que aquelTren casi fluvialde Madariaga es más una síntesis de nuestros destinos entre lenguas y entre aguas, que un hallazgo feliz y perdurable.

Pensemos en los guaraníes, en su complejísimo y libérrimo sistema lingüístico poliaglutinante; fueron llamados los “poetas de la selva” y pensemos que nuestro pasado inmediato y cordial es ese y nuestra obligación es saberlo, como el Dante supo lo suyo en su lugar y su tiempo, o como Joan Margarit sintiera “como una resurrección” recuperar el catalán sus infancias. ¿Por qué y para qué la poesía? Para eso, sencillamente para eso, pues cuando olvidemos esas alturas interiores de la palabra, ya no existirán ni los pájaros ni lo perros….ni todos los lenguajes y construcciones de este mundo tendrán quien los anticipe. Sin poetas y sin poesía, toda lengua sería una cárcel y toda palabra un páramo de olvidos.

Miguel Ángel Federik

 

MUESTRARIO MÍNIMO

 

Imaginario de Santa Ana

1

El campo era el recreo y la tormenta,

la luz vuelta a su fiesta de colores.

 

El viento en su nidal, los cielos ruanos.

 

Una súbita cresta de palomas burlando en vuelo

el estampido zarco de las perdigonadas.

 

¡Y un alazán que abría con el hocico las tranqueras!

 

3

Salvaje en la infancia llevo,

como una tatuada ojera del infierno

la sombra aquella grande del ombú,

donde aún con la mirada,

yo también degüello los corderos.

 

Manta sanguinolenta en los corrales,

secándose al sol, como un consejo.

 

Eso han sido los sueños.

 

7

La mecedora de mimbre y el corredor colorado.

A las tres de la tarde la mesa aún servida

y el vuelo blanco del mantel,

como un sudario campesino, moviéndose a destajo.

 

Las patinadas piñas de los relojes de Schwarzwald

caían como uvas reincidentes al peltre de la casa.

 

Los perros, echados y faraones,

miraban indolentes el natatorio de moscas

que era el aire.

 

Alucinado en secas el campo de se venía,

como un perdón reptil a las tranqueras.

 

9

Nube en su legua

volaba en el agrario incienso de las eras.

 

Un escrúpulo de sol a sorbos la descubría

y en sílabas de fiesta, aterrizada,

pastaba en el “ cuatro” la tropilla.

 

De pronto, levantaba a coro,

el honor de los pescuezos,

ante el imprevisible fogonazo

de alguna celestial fotografía.

 

13

Soledad miraba

sus arcángeles de fuego a campo abierto.

 

Viento norte, caballero, acariciaba

palmas, terrón, trigal, niña en breteles

y en tajamares de mercurio refrescaba

la yema de sus dedos satisfechos.

 

De luz infante,

en el cuerpo recibía con doctrinas de lujuria

su testamento de incendios.

 

14

Jugaba a lapayancacon las estrellas

caidas al breve tajamar de las tinajas.

 

Gimnasta de las noches campesinas,

a sus redondos brazos me subía

para oler por vez primera, la otra luz de arriba.

Y bajaba de mi banquillo de sauce

con la garganta alegre de tantos refucilos.

 

No hay mirada más limpia que la del desamparo:

ponía un dedo en el agua, y todo el universo se movía.

 

16

Tras el seto de bambúes del patio con palmeras,

los patos iban orondos a un tajamar de espejismos

y los tapaba el brillo del reflejo.

 

Era tanta la luz,

que transparentes al tacto,

las ánimas jugaban con los perros.

 

30

Al arenero ataron los últimostirolesesbayos

y un arrugado crespón violeta a sus costados.

 

Una hilera de nudos como puños,

descansaba en la bordona del alambrado

y sostenía en la otra punta del columpio,

la incomprensible tristeza de los caballos.

 

Lo sacaron como a las tres,

seis con el sombrero cayendo de la mano.

 

Y se abrieron de repente las sombrillas

como efímeras antorchas de trapo.

 

Lejos, bajo el alero embaldosado,

percibimos la señal de persignarnos.

 

Creo que nunca volvieron a la tierra,

los seis aquellos, que se lo llevaron.

 

37

Buscaba la nube un sauce

y en escaleras de espuma

bajaba hasta la orilla.

 

Murmullo el aire, pastor de los ganados,

Sobre ecos de cencerros se mecía.

 

Estanque de sombra el espinillo,

a la siesta le bajada los breteles

con la mano de fuego de algún trino.

 

El campo flotaba en resolanas.

 

Era la lenta la luz, como una espiga.

 

40

Viviente ola de ojos en cardumen se volvía,

en sus trompos de fieltro la majada.

 

Izaban al caracol del cuerno los carneros

un temblor murciélago, áspero y amargo.

 

La expiatoria dejaba su huella de carmines,

como una donación tribal,

bajo el inocenteaguamarinadel alba.

 

Relámpago de marfil huraño,

jangadero final en su balsa de leyendas

dando orillas a unmar muertode rastrojos,

 

entre fundaciones y escombros de su reino,

así bajaba el jaguar, a cobrar su diezmo en los corrales.

 

43

Paramo de escándalos derrumbóse

hacia vísperas de frutales condominios

y bajo el arañazo celestial de los cometas,

ya olía a manzana repartida el salvaje oro de mis eras.

 

Heredero de la luz, de britches cabalgaba

el vástago aquel de los palmerales y Las Pléyades,

vendido el piano ya y apagados en su cera

los penúltimos candelabros del deseo.

 

A los mensuales rendimos las hélices

de un sonoro aeroplano amarillo

y elbenditode candados que cerraba

en su paz de incendios naturales,

el secreto azahar de un señorío.

 

De pluma abierta los gansos,

sobre elcapitoliode cinc de los graneros,

embalaron con cerbatanas de ceniza

la mascarilla ecuestre del aire estampado

en el heráldico eco de un campanario de hechizos.

 

Educaba mis ojos a sus honduras.

Ya no puedo mirar sin su belleza.

 

Hablo para tocar. Vuelvo, para creer.

 

(Nota: todos los poemas precedentes corresponden al libro “Geografía de la Fábula- Obra Poética”, editado por EDUNER, 2021).

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