Liliana Díaz Mindurry o el tesoro de lo extraño que vive adentro
Un esbozo de poética
En mis caminos poéticos reconozco la importancia de la imagen y de la comparación porque entiende que cualquier cosa del mundo puede relacionarse con cualquier otra cosa completamente alejada de su campo semántico, porque así se extiende lo que para mí es la identidad de todo, tema que gustaba a los surrealistas. Por otro lado, la imagen no explica: invita a recrear, o mejor, a revivir.
En primer lugar, no creo en nada porque es la oportunidad de creer en todo y de que todo sea posible y esa es la subversión del arte. No hay blancos ni negros, todo es desde su no-ser y ese no-ser produce el ser y a la inversa. Creo en un universo abierto sin respuestas dogmáticas, así nada puede tomarse como verdadero, lo que implica que también lo es.
La poesía es para mí una mística no religiosa: la mística de un jugo de limón, una piedra o un perro. Así todo es misterioso y por tanto inefable. No me gusta la poesía deliberadamente hermética, pero sólo creo en significados abiertos. No estoy de acuerdo con los que sienten lo ambiguo o paradojal como sufrimiento: la polisemia es felicidad porque es una puerta que abre a diferentes puertas, con tantos sentidos como lectores. El poema es y debe ser creado por el lector, esa es la riqueza.
No obstante, como todo es paradojal en la poesía, aspiro, además de al abanico de sentidos, a una cierta precisión. Me parece importante así como escribir con el hemisferio derecho del cerebro, dar lugar al hemisferio izquierdo, y tocar esa precisión que en algún momento inesperado se abre.
No creo en géneros literarios cerrados porque creo que cualquier género para ser literario tiene que tener un sustrato poético. Por eso admito la narratividad de un poema y su contacto con otros géneros inclusive el teatro y el ensayo. Me gusta mucho la unión de la poesía con las artes plásticas. En suma me gusta que lo muy concreto esté unido a lo inefable. Creo en la poesía como un lenguaje en tensión abierto a lo paradisíaco o a lo abismático. El proceso revulsivo o perturbador es necesario y lo busco en toda mi literatura, prosa y poesía. Cuando uno escribe recibe de sí mismo una revelación y un asombro. En la revelación cobra importancia, el inconsciente, lo escondido. Ese es el excedente de sentido: ver esos puntos muertos o de vacío en el discurso y abrirlos hacia lo incognoscible, la extrañeza.
Liliana Díaz Mindurry
Muestrario mínimo
Mentiras
Siempre se conoce la trampa de antemano
pero
mejor
es
no
pensar. ¿Y qué es una ventana? ¿Para qué sirve?
¿Una ventana es un éxtasis?¿Es un sol colorado que aturde entre las nubes?
¿La habrán construido para aquietar las bestias que duermen debajo de cualquier palabra
escondida en la lengua? ¿O, por el contrario, para que se nos enrede el azul del ojo y aplaste el negro del centro y se llene lo blanco de un rojo
del todo
extraño?
¿Posee secretos de curación transmitidos de abuelos a padres, de padres a hijos? ¿Sirve para encender las llamas de esas que se llevan un pueblo, de golpe, por ejemplo, Guernica? ¿Para que se arroje por ella al perro flaco que nos devora por dentro? ¿Para que se amanse la rabia y que se domestique, tranquila, o por el contrario para que salga, descalza, y con todos los crímenes guardados en la alforja?
Cuando Guernica a la tarde se llenó de los toros caídos del falso cielo pintado de celeste,
el amante abandonó la caricia y el eco se transformó en algo similar al golpe,
y regresó a su parte desconocida que siempre está atrás de la corriente,
se salió el encapsulado universo
adentro del universo,
la ventana miró a todos con sus frases hechas, publicitarias, desde tiempos
sin nombre,
esas frases para dormir y calmar la intemperie,
las máscaras políticas intentaron sonrisas muy blancas
para mostrar dientes uniformes,
y pretender un orden de las cosas y un sentido,
a mitad del camino de la vida,
a mitad de la furia,
a mitad del cansancio.
La ventana era el lugar del escape, mientras a la casa le llameaban las fauces.
No imaginar soluciones fáciles cuando la náusea tuerce el cuerpo y la lastimadura
es general,
entonces no hay éxtasis
ni origen,
el dolor es un instante que se sale del cuerpo,
la ventana, en cambio,
un capítulo
de la ficción.
(De GUERNICA, Huso,
Madrid, 2020)
Gritos
Se pueden ver las carretillas que llevan los desperdicios
de la luz. Un mundo fuera de foco
abstraído,
extraño.
Los perros fuera de foco que llaman a presas de otros mundos,
los cazadores que cazan
huecos para llevar a sus
casas.
Nada en su sitio.
O tal vez cada cosa conservando empecinadamente
la obstinación
del sueño.
La oscuridad verde sobre el blanco, los cristalizados
gritos. La historia impersonal de todos
y de cualquiera.
Hay un momento en la tarde, un exacto momento
en que las cosas se tuercen
y de a poco,
como si nada,
empiezan lentamente
a despeñarse.
(La ilusión de la vida es quebradiza y tiembla).
(De CAZADORES EN LA NIEVE, Letra Eme, Buenos Aires, 2014)
Prohibiciones
Así que prohibido,
lo que se mantiene lejos,
lo desterrado. Y usted lo mantiene lejos,
usted, quién es usted,
qué pretende insinuar,
decir,
gritar,
callar,
De qué le sirve este invento,
por qué escribe contra usted,
por qué junta fotos como alegorías
o las esconde debajo de la cama. Usted que
sabe que es un monstruo, eso que hay que
mostrar, los monstruos no se inventan
son lo único que es. Lo extraño vive
adentro: es un monstruo
una cosa
excesiva,
un tesoro
soñado, el sendero clandestino
hacia
ninguna parte. Usted sale al bosque de casas
para buscar un matiz de aquello,
lo prohibido: uno es lo que no recuerda,
lo que no se permite recordar: lo que se
mantiene
lejos,
usted toca la zarpa debajo de la mesa
lo imposible de concebir
y mira al agujero de adentro
eso que no se puede tolerar
ni consentir,
pero siempre es uno el que no tolera,
no aguanta.
Eso que no hay que pensar
y menos aún
escribir.
Le avisé con lujo de detalles:
Mantenga silencio.
(De “LO PROHIBIDO”,
Buenos Aires, 2022)
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