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Urquiza y una traición feliz

Por El Litoral

Domingo, 26 de febrero de 2023 a las 00:00

Por Juan Carlos Raffo
Especial para El Litoral

La traición feliz, como lo señala Javier Cercas (“A veces la traición es más difícil que la lealtad”) es lo que habrá pensado Justo José de Urquiza cuando se decidió a traicionar, felizmente, a Juan Manuel de Rosas y abrió las puertas a la Constitución Nacional, por la que tanto luchó Pedro Ferré y nuestros 5 ejércitos libertadores, los que dejaron no menos de 5000 hombres muertos en los campos de batalla, en un país de un millón de habitantes.
Durante 25 años, solo Corrientes enfrentó al dictador porteño, hasta que el entrerriano entendió que el camino de la paz y el progreso estaba en la República y la Organización Nacional.
Agrega Javier Cercas: “A veces la lealtad es una forma de coraje, pero otras es una forma de cobardía. A veces la lealtad es una forma de traición y la traición, una forma de lealtad”. Según el autor español, la traición es la condición que definió a los héroes que desmontaron las cuatro décadas del franquismo y construyeron la democracia en España. El héroe principal fue el político Adolfo Suárez, que traicionó al movimiento político franquista. Sus coadyuvantes fueron el general Gutiérrez Mellado, que traicionó a los militares franquistas, y el secretario general del Partido Comunista Santiago Carrillo, que traicionó a sus camaradas. Esos tres héroes, cada uno en su campo de acción, traicionaron los juramentos de lealtad con su pasado y construyeron una democracia moderna como España nunca había conocido. 
Considerando la herencia de aproximadamente 300.000 muertos y 1.000.000 de exiliados por todo el mundo, fruto de tres años de guerra civil y casi cuatro décadas de dictadura fascista, era imposible imaginar que la consolidación de la democracia se realizaría en escasos seis años, desde 1975 hasta 1981.
El 18 de octubre del año 1801 nacía Justo José de Urquiza en el Talar del Arroyo Largo (provincia de Entre Ríos). Cursó sus estudios primarios comunes impartidos por sacerdotes. Posteriormente, ingresó al Colegio San Carlos, en Buenos Aires. Dos años después, el colegio se cerró, por lo que él, aún muchacho, regresó a Concepción del Uruguay donde desarrolló desde 1819 diversas actividades, entre las que se puede mencionar su labor en una pulpería que atendió personalmente durante un tiempo. Más tarde, intervino en un golpe militar contra el gobernador Mansilla, por lo que debió desterrarse en Corrientes. 
La prosperidad de sus negocios fue la base de su cuantiosa fortuna y poco después llegó a alcanzar una posición expectable en la vida de la provincia y del país. Las luchas surgidas entre Federales y Unitarios agitaban la vida de los pobladores lugareños y en 1826 recibió la designación de diputado ante el Congreso entrerriano y en esa ocasión se manifestó como un notable parlamentario, favorable al sistema federal y contrario a la Constitución Unitaria de 1826. También se mostró un fervoroso partidario de la instrucción pública, inspirador de la ley que ordenaba que cada villa tuviera su escuela. 
En 1836 conoció a Juan Manuel de Rosas, quien vio en el joven coronel, ya famoso por su inteligencia y valor, un probable enemigo.     Urquiza intervino luego en la batalla de Pago Largo como “segundo” de Pascual Echagüe contra las tropas correntinas comandadas por su gobernador Genaro Berón de Astrada, quien fue muerto y su cuerpo ultrajado. Participó en la de batalla de Caá Guazú, en la que el talento táctico del general Paz anuló completamente a los entrerrianos y Urquiza logró huir.    En 1841 la Legislatura de su provincia lo nombró gobernador y brigadier general del ejército. 
Sus actos de gobierno pusieron en evidencia su enfoque progresista, fomentando la agricultura, estimulando el comercio, promoviendo industrias y fundando escuelas en las que implantó la enseñanza gratuita.
 No obstante, era evidente que en tanto Rosas siguiera dominando en Buenos Aires e imponiendo su omnímoda voluntad en la política del país, Entre Ríos vería limitadas sus posibilidades de progreso. Para muchos, Urquiza era entonces la figura más prominente del país y el único capaz de enfrentar a Rosas. Uno de los hechos fundamentales de este período fue la fundación del primer colegio secundario de la República en Concepción del Uruguay, fiel testimonio de la compleja personalidad de Urquiza, quien aunaba austeras costumbres campesinas con exquisitos refinamientos de caballero renacentista. 
En 1851 se rebeló contra Rosas proclamando la soberanía de su provincia y con el lema "Libertad, organización y guerra al despotismo" tras aprender los dictados de don Pedro Ferré, acuerda primero con el Gobernador de Corrientes Benjamín Virasoro, organizan el gran ejército y derrotan al delirante gobernador de Buenos Aires Juan Manuel de Rosas en Caseros, el 3 de febrero de 1852. 
Su gestión posterior fue de gran generosidad y sensatez; a fines de mayo de ese mismo año se firmó el Acuerdo de San Nicolás y Urquiza fue nombrado director provisional de la Confederación y jefe de su ejército. 
En septiembre estalló una revolución dirigida por el doctor Valentín Alsina; la Provincia de Buenos Aires, en disidencia, se separó del resto de la Confederación dándose su propia Constitución. No obstante las demás provincias persistieron en la idea de unidad nacional, y reunidas en Santa Fe sancionaron la Constitución que Urquiza luego declaró ley fundamental de la Nación. El sueño de Pedro Ferré estaba cumplido: Constitución.
En ese mismo año de 1853 fue elegido primer presidente constitucional de los argentinos. Asumió el cargo el 5 de marzo de 1854 y se dio a una impresionante tarea de organización nacional: organizó la administración, mandó construir caminos y líneas ferroviarias, estableció correos, inauguró los sistemas de rentas y aduanas, instaló el régimen de justicia federal y fomentó la educación. 
Después de la batalla de Cepeda, en la que Urquiza derrotó a Mitre, se firmó el pacto de San José de Flores por el que se incorporaba a Buenos Aires a la Confederación. Luego Urquiza entregó el gobierno a su sucesor, Santiago Derqui, y se retiró a su provincia en la que volvió a hacerse cargo de la gobernación. 
No obstante, la batalla de Pavón vino a confirmar que el desacuerdo aún agitaba los espíritus; el triunfo de Mitre trajo como consecuencia la caída del presidente Derqui, lo cual convenció a Urquiza de que la unidad nacional se realizaría bajo la jefatura de Buenos Aires. Con ejemplar desprendimiento apoyó desde entonces a los gobiernos de Mitre y Sarmiento. 
En 1870 estalló la revolución de López Jordán, irritado por la actitud legalista y conciliadora de Urquiza, lo manda a asesinar en su Palacio de San José el 11 de abril de 1870. Víctima de la pequeñez localista de un rebelde caía uno de los hombres que más esfuerzos había realizado por lograr la unión y la tolerancia entre los argentinos, como único camino hacia el progreso. “Una traición feliz a tener en cuenta hoy”.

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