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/Ellitoral.com.ar/ Especiales

La batalla del tabaco

Por Juan Carlos Raffo

Especial para El Litoral

La batalla del Tabaco habla de la preponderancia que tenía la provincia de Corrientes en el país y el significado de las decisiones políticas que se tomaban en ella.

Las elecciones presidenciales de Argentina de 1874 se llevaron a cabo para determinar el sucesor de Domingo Faustino Sarmiento. Nicolás Avellaneda fue electo su sucesor, tras un acuerdo entre este y Adolfo Alsina, que resultó de la fundación, en marzo de ese año 1874, del Partido Autonomista Nacional (PAN), el cual gobernaría el país hasta 1916. 

Nicolás Avellaneda era ministro de Sarmiento y Mariano Acosta gobernador de Buenos Aires, detrás de estos, se dejaba ver la mano habilidosa de Adolfo Alsina que actuaba con la conformidad del presidente Sarmiento. 

Corría el año 1872 y el 5 de enero el Coronel Valerio Insaurralde iniciaba, desde Curuzú Cuatiá, una revolución que culminó con la caída del gobernador Agustín Pedro Justo, padre de quien con el mismo nombre será posteriormente presidente de la República Argentina en el año 1932. 

Valerio Insaurralde tenía un gran prestigio en los departamentos de la costa del Uruguay y se declara en rebelión desconociendo al gobierno del doctor Justo, quien a los dos días decreta la movilización de la guardia nacional de la provincia.

Aunque la comandancia oficial del grupo revolucionario recaerá en el coronel Raymundo Fernández Reguera, será el famoso coronel Desiderio Sosa quien se pondrá al frente de los revolucionarios en toda la provincia, en tanto, el coronel Santiago Baibiene fue colocado, por el gobernador Justo, al mando de las fuerzas gubernamentales. 

El 9 de enero ya estaba detenido el doctor Justo y toda la provincia levantada en armas. El 12 de ese mes Desiderio Sosa organizará por decreto, un Triunvirato que lo integrará con Gregorio Pampín (liberal), Tomás Vedoya (federal) y Emilio Díaz (liberal). 

Esta revolución concluyó en la Batalla del Tabaco (departamento de Empedrado) el 4 de marzo de 1872, cuando las fuerzas gubernamentales se rindieron ante las revolucionarias. 

Este acontecimiento, tuvo como triunfadores al “fusionismo”, integrado por sectores liberales y federales (futuros autonomistas), los que consagraron posteriormente la fórmula Miguel Victorio Gelabert- Wenceslao F. Cabral.

Todo comenzó cuando sectores del propio partido gobernante, que no estuvieron de acuerdo con la candidatura a gobernador de Agustín Pedro Justo y de su vicegobernador el coronel Manuel J. Calvo, impuestos ambos por el último gobernador, que había sido el coronel Santiago Baibiene, quien tras obtener su resonante triunfo al frente de las tropas de la provincia en la batalla de Ñaembé, quedó constituido en el gran elector, y fue quien decidió las candidaturas de Justo y Calvo, compoblanos ambos nacidos en Goya. Esto produjo el enojo de sus correligionarios liberales, quienes nunca admitieron una salida política en los términos que resultó. 

A mediados del año 1871 el gobernador Baibiene designó al prestigioso doctor Juan Lagraña como Ministro de Gobierno, con el propósito de encolumnar a los sectores liberales detrás del proyecto gubernativo de la fórmula Justo y Calvo. Ni el prestigio de Lagraña alcanzó para calmar a sus correligionarios liberales, sobre todo a los amigos del coronel Desiderio Sosa, quienes sostenían que el prestigioso coronel contaba con gran consenso en el interior de la provincia para ocupar el segundo término de la fórmula. 

Ellos fueron los primeros en reaccionar y como medida inicial abrieron el periódico “La Fusión”, nombre que implicaba el acuerdo íntimo de los ciudadanos contrarios al gobierno que había asumido el 25 de diciembre último. 

El “fusionismo” contaba con la adhesión de nacionalistas y liberales que se alejaron disconformes del gobierno. La oposición no concurrió a las urnas el 16 de noviembre, pues  descontaba que era un hecho el triunfo de Santiago Baibiene y sus amigos liberales del círculo de Goya. Y así fue, en los pueblos del interior se levantaron severos piquetes frente a los templos y en la capital, como en todos los comicios, las urnas se pusieron junto a la Iglesia Matriz. 

Finalmente en la capital no se votó y en el interior, la oposición reunida en lugares estratégicos, con sus caudillos, hizo actos de protestas y algunos como Azcona en Mercedes, Maciel en San Luis, y Vallejos en San Cosme e Itatí, se declararon abiertamente contra las autoridades. El Colegio Electoral se reunió el 13 de diciembre, y ni siquiera las candidaturas del coronel Fermín Alsina y del doctor Eusebio Torrent, lograron acercar las partes en el liberalismo, definiéndose finalmente la consagración de la fórmula Justo-Calvo.

Agustín Pedro Justo asumió el 25 de diciembre de 1871 y designó ministro de gobierno a Juan Lagraña, de Hacienda a Valentín Virasoro, casado con una hermana de Baibiene, llevando a la Inspección General de Escuelas a Eudoro Díaz de Vivar, a la Jefatura de Policía a Julio Pessini, al cargo de Oficial Mayor a Plácido Martínez, en una palabra, a los hombres del estado mayor del baibienismo. Todos estos acontecimientos transformaron al “fusionismo” en una fuerza poderosa. Había, subyacentemente, una gran rivalidad militar entre Santiago Baibiene y Desiderio Sosa, ambos de reconocido prestigio ganados en los campos de batalla. 

El senador nacional y fundador del Partido Liberal Eusebio Torrent, mantenía una prescindencia pública en la cuestión para no ahondar más las cuestiones internas que tenían dividido al liberalismo.     

Resuelto ambos bandos a aceptarla batalla campal que habría de decidir los destinos políticos de la provincia de Corrientes y en gran medida los del país, el coronel Desiderio Sosa eligió cuidadosamente el terreno. Ella debía darse en las proximidades del río Paraná y allí alistó el grueso de sus fuerzas, que eran casi en su totalidad de caballería. 

Junto a Baibiene pelearon el coronel Ciriaco Torres, y los sargentos mayores José Martínez, Antonio Llopart, Enrique Romero, Crisóstomo Quiroz y Plácido Martínez con el batallón Goya. Hacia la retaguardia. Protegida por una isleta frondosa, la caballería a las órdenes de Aniceto Monzón, esperando las órdenes del comando, con jefes como Luis B. Azula y Juan D. Torres.

Los ejércitos se contemplaban. Unos y otros buscaban sacar partido de la situación topográfica, espera larga que llegó hasta cerca del mediodía. A esa hora el coronel Desiderio Sosa dio su orden y los cañones revolucionarios empezaron a batir la loma del Tabaco. La situación de Baibiene fue haciéndose insostenible; chocaron y el combate fue general en todos los espacios. La caballería de Baibiene fue sorprendida y se dispersó antes de atacar siendo lanceada por la espalda. Las cargas se suceden, es lucha de fusil contra lanza, el ímpetu de los potros no ceden al tableteo de las descargas; vienen como el huracán; Daniel Artaza, tranquilo en medio del horror de los disparos arenga a los soldados. El revolucionario coronel José Toledo, como un león, ruje e increpa; una batalla de enorme magnitud, digna de las más sobresalientes de nuestras luchas por la independencia y organización nacional.

Pero un suceso inesperado abrevia el cuadro. El coronel Baibiene, que avanzaba sobre la línea de fuego, se enfrenta coincidentemente con el coronel Valerio Insaurralde y su escolta. Es reconocido de inmediato el caudillo legalista y lanza en ristre Insaurralde se adelanta al galope diciéndole: “Así te quería encontrar, Gringo”. Baibiene reacciona del estupor de la sorpresa, y todo su orgullo de militar y de varón estalla. Se ve indefenso y se arroja del caballo. Y duro increpa: “Lancéeme, Coronel.” 

Insaurralde sofrena el potro, dócil a su mano de hierro y clavando la lanza en tierra grita: “Yo no asesino, me bato; ríndase coronel”: Baibiene se entrega y la noticia va corriendo en la línea. El coronel Sosa y sus ayudantes concurren al galope. Se saludan los jefes, y hay en la fisonomía del uno serenidad y en la del otro enorme dolor. 

El cielo ha sumado a la lucha de los hombres sus elementos, un viento huracanado con fuerte lluvia. Si la revolución del doctor Justo resonó en el país, la victoria del Tabaco tuvo una resonancia enorme: la suerte presidencial de Nicolás Avellaneda comenzaba un camino más exitoso. Es que Mitre con el gobierno de Justo o el triunfo de Baibiene, contaba con electores amigos para llegar nuevamente a la presidencia. La victoria del Tabaco fue el golpe que concluyó con este nudo gordiano.

El doctor Agustín Pedro Justo, fue el que menos tiempo duró al frente de un gobierno en Corrientes, sólo 15 días (del 25 de diciembre de 1871 al 9 de enero de 1872). Se trasladó a vivir en Concepción del Uruguay, donde nació su hijo el 26 de febrero de 1876, quien con el mismo nombre fue Presidente del país en 1932.

Los revolucionarios triunfantes permitieron a los vencidos alejarse de la provincia, y el gobernador interino Gregorio Pampín convocó a elecciones. El triunfo del “fusionismo” cambió el cuadro político provincial. El coronel Desiderio Sosa terminó alejándose de la provincia, trabajado por la carcoma de la intriga. Es que como antes pertenecía al baibienismo, significaba para el “fusionismo” un interrogante, pese a ser quien comandó el triunfo del Tabaco. No era sólo su lealtad debatida injustamente, es que esa impresión popular de desconfianza se tradujo en malestar minando el esfuerzo constructivo.

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