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/Ellitoral.com.ar/ Sociedad

Juicio a la VII Brigada: los fuertes relatos de dos sobrevivientes

Luego de 12 audiencias se reconstruyó el circuito represivo a cargo de ese comando que sostuvo diversos centros clandestinos de detención y exterminio.

El juicio a la VII Brigada, el arma estratégica de la dictadura cívico militar en Corrientes,  entró en una etapa de definiciones luego de que los días martes 26 y miércoles 27 de septiembre concluyeran las rondas testimoniales y se lograra que por primera vez el Tribunal Oral Federal constate junto a los sobrevivientes cómo funcionó el centro clandestino de detención y exterminio de la Alcaidía en la Jefatura de la Policía de la Provincia.

Los relatos clave de Ramón Cura y Guadalupe Arqueros, cerraron la etapa de testimoniales en el juicio de la megacausa VII Brigada,  luego de 12 audiencias en las que se reconstruyó el circuito represivo a cargo de ese comando que sostuvo diversos centros clandestinos de detención y exterminio.

Ramón Nicolás Cura brindó, por primera vez ante el tribunal correntino, su testimonio  como sobreviviente de un calvario que comenzó el 17 de noviembre de 1976 y duró más de seis años.

Llegó desde la provincia de Misiones para estudiar medicina en la Universidad Nacional del Nordeste, donde militaba en la Juventud Universitaria Peronista (JUP) y cuando estaba en segundo año de la carrera, las fuerzas de la represión ilegal lo secuestraron en la pensión donde vivía, sobre la calle 9 de Julio 2039.

Su relato reconstruyó ante los jueces Fermín Ceroleni, Juan Manuel Iglesias y Eduardo Belforte la saña criminal con la que operaron jerarcas y mano de obra de la dictadura. Inmediatamente después de su detención fue trasladado al Regimiento de Infantería 9 del Ejército, así como al área militar de la Jefatura de Policía, sobre la avenida costanera General San Martín, donde se ubica la Brigada de Investigaciones.

En su testimonio, Cura reveló que estando en la Brigada policialuna madrugada fue llevado enfrente, al río, donde lo arrojaron con los pies atados a piedras hasta ser sacado al borde del ahogamiento.

También contó cómo era llevado a los cuarteles de Santa Catalina, para ser  sometido a sesiones de interrogatorios con gomas de bicicleta atadas en las muñecas y los tobillos  sobre las cuales le adherían alambres con los que le  provocaban descargas eléctricas mediante un generador de energía a batería.

De vuelta en el RI9, fue sometido a una pericia caligráfica dentro de una oficina donde pudo comprobar que en los operativos las patotas robaban las pertenencias de las víctimas y que constató cómo hubo familiares de los represores que luego se las repartían. Mencionó especialmente vajillas y otros elementos de valor.

Asimismo, ratificó la tarea que cumplía en línea con la represión ilegal el capellán de la Iglesia en el Regimiento, Guido Luchelli, que se instaba a las víctimas de ese centro clandestino a ser oídas en confesión para luego recibir la eucaristía, cuando, en realidad, era un delator según hizo constar.

Reconoció en los cuarteles de la avenida 3 de Abril casi Costanera a los represores Horacio Losito y Raúl Reynoso y describió una extendida sesión de tortura provocada en la Gendarmería.

Esa situación se originó luego de que lo obligaran a llamar a sus padres, que llegaron desde Misiones para visitarlo, ocasión en la que les permitieron mantener un encuentro a solas, pero con micrófonos. Sin embargo, el intento por escucharlos términos de la reunión se frustró debido a que Ramón Cura encendió un ventilador y obstruyó la escucha.

Esa circunstancia, dijo, enfureció a los represores, que emprendieron esa misma noche una sesión de furiosa tortura como represalia.

Ramón Cura fue liberado recién en el año 1983, luego de pasar, incluso, por la Unidad Penitenciaria 7 de Resistencia, Chaco.

Guadalupe y un pedido especial

Guadalupe Arqueros declaró este miércoles 27 de septiembre ante los jueces, como sobreviviente de la dictadura en Corrientes. En 1976 cuando tenía 10 días de vida fue secuestrada junto a su madre, Judith Casco, en la casa de sus abuelos, ubicada en la esquina de calle Moreno y avenida Artigas.

Fueron trasladadas al Regimiento 9, donde  su madre fue amenazada con que ella, la niña, sería torturada si no delataba a compañeros de militancia.

Guadalupe, que por entonces venía de sufrir la desaparición de su padre, Joaquín “Bocha” Arqueros, pidió este miércoles ante los jueces que no dejen de buscarlo.

La memoria de aquellos años la llevó a relatar cómo,  siendo una niña, era requisada para poder ver a su madre que era mantenida en cautiverio  o, incluso, que no tuvo atención pediátrica lo que le ocasionó secuelas que perduran hasta la actualidad.

Atravesar la prisión clandestina la ubicó además en un plano de imborrable percepción sensorial de aquellos padecimientos, con el recuerdo especial de un olor y un color.  El de la humedad del Instituto Pelletier, la cárcel de mujeres de Corrientes  donde el frente pintado de amarillo resulta marca indeleble de un lugar que debe ser sitio de memoria para la reconstrucción de la verdad histórica.

La Jefatura de Policía, centro clandestino

Juan Silva Casanova y Vicente Ferrer Rodríguez fueron los testigos sobrevivientes que reconstruyeron este miércoles, previo a la audiencia testimonial, los pormenores de un centro clandestino de la dictadura que nunca antes había sido abordado por la Justicia Federal, como la ex Alcaidía de la Jefatura de la Policía.

En esa inspección ocular, ante los jueces, la fiscalía y los abogados de la querella y de la defensa, situaron las principales locaciones y  detalles de la represión que se concretaba por parte de las fuerzas conjuntas en la sede policial.

Incluso, cuáles eran los recorridos internos que se hacían para pasar de una dependencia a otra en el marco del circuito represivo.

El juicio ingresó ahora en una etapa de definiciones,  con los alegatos de la fiscalía y de la querella, que iniciarán el lunes 2 de octubre para continuar el miércoles 4 con las respuestas de las defensas.

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