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Los letristas

No importa en qué superficie fueron garabateando ideas. El asunto es describir con arte, las angustias, las pasiones; todo en un canto que el pueblo hizo suyo. 

Quienes se animaron a expresarse en el tango, al principio eran remedos de alto voltaje que solo pretendían “divertir” con letras bien machistas, en un solo ámbito –“el bulín”-donde la promiscuidad daba cuenta y la guasada era único pretexto.

Tal vez, por la cuna de origen, en bailes orilleros donde el “levante” era primordial de bautismo inicial, pero que no levantaba vuelo, tan solo la sugerencia de machos de ayer que como victorias ganadas no pasaban de pillerías.

Quizá como toda evolución que lentamente va accediendo a terrenos desconocidos, que no dejan de asombrar, iban creciendo sin imaginar el registro fotográfico que cada vez sumaba afinando la idea, enriqueciendo el suceso, marcando el escenario.

Una mirada cada vez más profunda que el ámbito desprendía como aves revoloteando las historias personales, los afectos contenidos, mal de amores, barrio y muchachadas alegrando la vida, saludando las noches vivando hasta la madrugada.

Tal vez el inicio, ajeno y pobre provenía del tango andaluz, que las compañías españolas llegadas a estas playas para el año 1854, nos hayan malacostumbrados a las chanzas picarescas de sus letras pobres y desbocadas.

Una marcha evolutiva que como todas, va fichando entre tantos nuevos nombres que llegaron a sorprender por su capacidad descriptiva, como por ejemplo lo hizo un consumado Homero Manzi para “Malena”:

Los letristas del tango leían el país, nos tenían “fichados”, y no fallaban en sus sentencias. Lo malo, que nunca aprendimos.

“Tus ojos son oscuros como el olvido, / tus labios apretados como el rencor, / tus  manos dos palomas que siente frío, / tus venas tienen sangre de bandoneón. / Tus tangos son criaturas abandonadas / que cruzan por el barro del callejón, / cuando todas las puertas están cerradas / y ladran los fantasmas de la canción. / Malena canta el tango con voz quebrada. / Malena tiene pena de bandoneón. /”

Entre ese grupo iniciático de aspirantes a letristas, el tango se fue consolidando con: Angel Villoldo, Pascual Contursi que rompe con todo lo anterior al “llorar por primera vez la partida de ella, sin razón”, ya que hasta entonces un “hombre macho no debe llorar”, rezaba el consejo.

“Mi noche triste”, es una secuencia bien hilvanada fuertemente contada: “Percanta que me amuraste / en lo mejor de mi vida, / dejándome el alma herida / y espina en el corazón. / Sabiendo que te quería, / que vos eras mi alegría / y mi sueño abrazador. / Para mí no hay consuelo / y por eso me encurderlo / pa´olvidarme de tu amor.” /

Celedonio Flores, manejando la calle como ninguno, básico y directo, con “El bulín de la calle Ayacuso”, “Mano a mano”, “Corrientes y Esmeralda”, entre tantos.

Enríque Cadícamo, ese pebete buen mozo que en su corta edad tuvo la virtud de “enamorar” a Gardel en la elección de sus tangos para su repertorio: “Nostalgias”. “A pan y agua”, “Che papusa oí”, todos sucesos que le permitieron acompañarlo al “Morocho” en el Viejo Mundo.

Un Enríque Santos Discépolo, con sus letras que son verdades cantadas, en idioma accesible de pueblo: “Solo, increíblemente solo, / vivo el drama de esperarte, / hoy, mañana, siempre igual. / Dolor que muerde las carnes, / herida que hace gritar, / vergüenza de no olvidarte, / si yo sé que no vendrás. / Solo, pavorosamente solo / como están los que se mueren, los que sufren, / los que quieren, / así estoy por tu impiedad. “/ Así, lo dice, en su dramático “Martirio”.

Y, ni qué hablar del hijo de Pascual Contursi, José María Contursi “Katunga”cuando le canta a su gran amor: “Grisel”que así la bautizó para esconderla y guardarla.

“No debí pensar jamás / en lograr tu corazón, / y sin embargo te busqué / hasta que un día te encontré / y con mis besos te aturdí / sin importarme que eras buena…/ Tu ilusión fue de cristal, / se rompió cuando partí, / pues nunca, nunca más volví… / ¡Qué amarga fue tu pena..!” / No te olvides de mí, / de tu Gricel, / me dijiste al besar / el Cristo aquel. / Y hoy que vivo enloquecido / porque no te olvidé, / ni te acuerdas de mí…/ ¡Gricel..! ¡Gricel…! /

Quién no lo recuerda a Homero Manzi, cantándole a “Ninguna”, como lo estudia profundamente el Dr. Raúl A. March, en su libro “Homero Manzi Filosofando su poesía”: 

“Uno de los méritos estéticos de la poesía de Manzi es el diáfano romanticismo de sus versos que supo él verbalizar bellamente a partir de vivencias propias.”

“No habrá ninguna igual, no habrá ninguna, / ninguna con tu piel ni con tu voz. / Tu piel, magnolia que mojó la luna. / Tu voz, murmullo que entibió el amor. / No habrá ninguna igual, / todas murieron / en el momento que dijiste adiós.” /

Ni hablar de Enríque Santos Discépolo, con su tango, “himno” de verdad, de una Argentina mal acostumbrada, la que propendió llevarnos adonde llegamos. Dura profecía que solo se paga con laburo, y la honradez que nuestros padres se desgañitaron en proclamarlo.

“Que el mundo fue y será una porquería, / ya lo sé, / en el quinientos seis y en el dos mil también, / que siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafaos, / contentos y amargaos, valores y dublés. / Pero que el siglo veinte es un despliegue / de maldad insolente, / ya no hay quien lo niegue: / vivimos revolcaos en un merengue / y en el mismo lodo todos manoseaos. “ /

Es muy largo, ya lo sé, pero es necesario que lo sepan que aunque repetido mil veces, siempre caemos en el mismo pozo.

“Es lo mismo el que labura / noche y día como un buey / que el que vive de los otros, / que el que mata, que el que cura / o está fuera de la ley.” /

Los letristas del tango leían el país, nos tenían “fichados”, y no fallaban en sus sentencias. Lo malo, que nunca aprendimos.

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