En esos avatares de la historia, la tecnología moderna no queda exenta de ayudar a los espíritus a comunicarse con los vivos.
Moni una señorita agradable me narró dos experiencias extrañas que tuvo, con un poco de prevención, pero al fin lo hizo.
“Anduve por cerca de Virasoro, con mi sobrina y nos alojamos en una estancia antigua, construcción de comienzos del siglo XX, nos asignaron una habitación grande con cuatro camas. Después de cenar regresamos a la habitación para dormir, mi sobrina cayó redonda como es su costumbre, se durmió rápidamente. A mí el sueño no me venía, apagué el celular. Las sombras de la noche cubrieron el espacio, por algunas rendijas penetraba la luna que brillaba en el cielo, el silencio atronador del lugar se convirtió en cómplice de mi susto. Cuando empecé a tomar el sueño la cama vacía de al lado comenzó a crujir, dale que dale, como alguien que se acomoda o personas que, ya sabe, no están jugando a los naipes, me entiende”.
Asentí.
“Me incorporé, encendí la luz, inmediatamente las tinieblas desaparecieron, la cama estaba vacía y quietecita como burlándose. Apagué la luz, volvía a mi cama, mi sobrina continuaba durmiendo a sus anchas. Me acomodé y comenzó de nuevo el ritmo bullanguero del crujir, traqueteando con mayor intensidad. Trataba de ver algo, pero era imposible, hasta que un suspiro doble se escuchó claramente en silencio. Quedé sentada y amanecí sin pegar un sueño en toda la noche. ¿Me entiende?”.
Volví a asentir: “Te visitaron espíritus que hicieron el amor cerca de ti nada más que eso, suele ocurrir a menudo en ciertos lugares”.
Moni me miraba con los ojos desorbitados, algo en ella decía que había algo más.
Pasados unos minutos volvió a la carga.
“No le conté la experiencia anterior, por miedo a que me digan que estoy loca, ya sabe cómo es la gente. Tuve una amiga muy cercana con la cual nos criamos, comprartíamos secretos, desgraciadamente una misteriosa enfermedad se la llevó. Quedé desolada, no encontraba consuelo, pedía ayuda a dios todos los días. Pasaron treinta
años de profunda tristeza, de pronto suena mi celular:
`Moni dicen del otro lado´ -la llamada no tenía identificación- `soy yo fulana…´ (la muerta) Inmediatamente reaccioné: `Si es una broma, es de muy mal gusto, te aseguro´ `Soy yo, estoy bien en el otro lado. Para que creas, te diré un secreto que sólo vos y yo conocemos´. Quedé helada. `Recuerdas cuando perdía la virginidad con minovio, después mi esposo, que me marcó con un mordisco en el cuello, lado derecho por lo que tuve que usar un pañuelo casi un mes´. Quedé helada, sólo ella y yo sabíamos eso. El espíritu me aconsejó que superara la situación, que la recordara sonriente y feliz, le encendiera alguna vela de vez en cuando, `y no me olvides. Adiós´, remató”.
Moni terminó de narrar ante mi mirada comprensiva, fue una experiencia muy fuerte.
“Es muy común que los que cruzaron al otro portal dejen estelas de energías en éste, no te preocupes, ella tiene razón por lo que dirán no te preocupes, mucha gente simplemente oculta estos hechos sobrenaturales por vergüenza o para evitar ataques maliciosos de ignorantes, así que a seguir con la vida estimada Moni”.
Llevaba a cuestas ese secreto desde hacía tiempo, por fin cumplió con descargar parte de su pena, eso sí, sin dejar de encender velas a su amiga muy asiduamente.
En mi caso oficié de confidente o quita pecados (come pecados) porque estoy seguro que algún acto fallido tenía en su pesar. Se fue con la confesión con destino al chivo expiatorio, que va al desierto de lo desconocido y lóbrego arrojando el peso que lleva a la diosa tierra.