Por Rodrigo Galarza
El asaltante nos trae voces vivas de la poesía argentina.
Celebramos la aparición del poemario “Islas al ras del sueño” acompañado de un lúcido prólogo de Mirta Sandoval.
Muestrario mínimo
Veníamos a los tambores
iluminados por la noche,
salíamos del ijar de los pantanos
arrastrando venados fantasmales,
la boca llena de húmedas centellas
aprendidas en las tinajas del estío,
la garganta entre las girantes claridades.
Las barcas arrastrábamos por el plinto
de cabellos cercenados al tiempo,
a la luna
a sus bailes sangrientos.
Por entonces
nos pesaban las flores
en el raudo costillas.
Y los locos imitábamos
las costumbres de los lobos,
en la memoria de un colibrí.
***
La contradanza
la música de cabra y cascabel
estará incompleta
sin la revuelta de pies
en las comarcas desconocidas
sin la luna y la siembra
para dominar el tiempo de las lluvias
lo que nace en la boca
y termina de formarse
en el movimiento terrestre
que imitan las manos en la lentitud
las aves en el tiempo amarillo
los pies que retumban en la altura
llenos de sol y de maíz
como es allá arriba
es aquí abajo.
***
Vengo a morir en los ruidos del sol
con una isla de jaguares en la boca.
El presente aúlla
convoca a sus bestias
con los ojos llenos de música
y tiempo.
Y dios es un espejo
lleno de colibríes.
***
Hay un bosque
en un espejo.
Hay un bosque que ilumina
los animales
pretéritos
arqueados en la ingravidez,
un bosque
que enciende imágenes
en las hojas húmedas,
y por alguna razón, sagradas,
hay un bosque
calentando la sangre al sol
y por alguna razón,
hay un bosque
cantando.
***
Hemos crecido a la par de los yuyos
igual de inexpresivos e inútiles
hemos crecido para el asco de muchos
nuestro porvenir se anuncia
en absortas parvas de fuego
sobre nuestras lenguas de espantapájaros
como los yuyos
sacudidos por el cielo
perplejos por la luna de las presas
por las criaturas del fervor
por pura suerte
malditos héroes
fuimos los malditos héroes
sin el estampido
sin la pólvora en nuestras manos
fuimos un reflejo
en las aguas
como garzas ligerísimas
malditos héroes
apenas si nos dejaron
un poco de su sombra
un grito de antemano
la incómoda parcela que cabe dentro
del puño que se aprieta
que se aprieta justo
antes de despertar.
***
Es extraño mi trato con los muertos
por ellos adoro la neblina
el porvenir en volutas
por ellos casi saco la cabeza
por la ventanilla
para ver extensos espejos de agua
corriendo bajo los trenes de mi infancia.
Lo peor de los muertos
es, justamente, que no se van:
los veo parados en la niebla
los veo parados sobre sus lenguas de estropajo
los veo en la llovizna que las vidrieras iluminan,
en un canto de las tacuaras que vuelve díscolo
el idioma de la carne
de la voz que gira en círculos
cada vez más diminutos.
Los veo en el espejo de la madrugada
sobre todo, si hace frío, porque su canto
diré
me resulta insoportable
porque sus huesos de gacela
se irán volviendo más brillantes
cuando vayamos al corazón
del bosque
a lamer el principio de las aguas;
y los verás enloquecer
resucitar en sus manos y en sus cruces
sin sentir el invierno
eternizados en un triste bamboleo
de los vientos
sobre las aguas
Es extraño este pacto con los muertos
yo le doy ojos, ellos me dan palabras
como diablos bailando en el polvo:
y las pruebo sobre mi lengua:
y el sabor de la tierra siempre está lleno de infinito
y se alargarán los días
y se alargarán las noches
les veré sacudirse los harapos
les veré sacudirse las palabras impropias
los pavimentos oscuros
y los osarios a cielo abierto,
les veré sacudirse el polvo pueblerino
las imprecaciones al reptil que veía salir
de las aguas doradas
y los veré cantando, pero en silencio,
con el pecho abierto como un trébol
sobre la barca solar.
***
Ésta
y otras tribulaciones, Señor
vinieron con infames antorchas en la diestra:
encendieron como yesca las islas
al fondo del infinito
y el tiempo se doblaba en los cuerpos
amables con la tiniebla, si,
pero los reptiles aún cantan
aguas abajo;
éstas y otras imágenes del éxtasis
Señor
que retorcían el espejo
en sus bordes
me dieron una fe insensata
en los mapas y los laberintos
al borde del ojo
en la luz las migraciones
mientras la casa cruje
se despierta
y se cae a pedazos
y mientras yo relato a mi hija
las formas del sueño, Señor
yo sólo puedo contarle
ya sólo puedo contarle
de las islas que se encuentran al otro lado
de las ventiscas con ojos de selva
de las lluvias endemoniadas
por una lengua de fieras
que les llena con la premonición
Señor
lloviendo frugales músicas
en el corazón de los hombres y las mujeres
aferrados a sus costumbres de maíz:
y es así que la tierra gira,
muda sus pronombres,
mira crecer los líquenes
y las hogueras
flotantes
sabiendo
que despertaron alguna vez
que fueron ojos,
visiones de una barca esmeralda
sobre las aguas.
***
Con los años
fuimos aprendiendo
las fiebres
los trazos luminosos en el aire
que no es esta noche
pero siempre tiene
la forma de los ojos abiertos
o como cada hueso cada fibra comprimida
en la gravedad de la boca
convertidas en la espuma del arroyo
son aguas extrañas que se tumban
sin sonidos ni éxtasis por confesar
sin dioses risueños con ojos de cántaro
sin santos húmedos como sueños
o como salamandras
huyendo de las proféticas falanges
justo antes de despertar
y el oído
detenido
en especies o lluvias infames
en el resplandor de criaturas
de sangre fría y de fluida lengua
oferente de soles en la memoria
bosques adentro
donde lo terrestre duele
y no puede creer la vasta inocencia
que le ahueca las manos
con cierta predestinación
con cierta habilidad para entrar
o salir de los espejos
desparramados por toda la casa.