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Ariel Ovando o “los pies que retumban en la altura”

Nació en Curuzú Cuatiá, en 1980. Los dudosos biógrafos emparejan el suceso con el signo de Leo, basándose en la aún más dudosa astrología. Otros, más ajustados al método de la ciencia, argumentan lo intrascendente de la fecha, al punto de omitirla en este texto. “Islas…” es su quinto poemario, o quizás el cuarto. Podemos asegurar que no es el sexto. Dice que no puede tomarse en serio las semblanzas biográficas, cosa que merece, en un acto de prudencia, nuestro más absoluto escepticismo.

Sabado, 14 de septiembre de 2024 a las 22:52

Por Rodrigo Galarza

El asaltante nos trae voces vivas de la poesía argentina. 

 

Celebramos la aparición del poemario “Islas al ras del sueño” acompañado de un lúcido prólogo de Mirta Sandoval.

 

Muestrario mínimo 

Veníamos a los tambores 
iluminados por la noche,
salíamos del ijar de los pantanos
arrastrando venados fantasmales,
la boca llena de húmedas centellas
aprendidas en las tinajas del estío,
la garganta entre las girantes claridades.

Las barcas arrastrábamos por el plinto
de cabellos cercenados al tiempo,
a la luna
                        a sus bailes sangrientos.
Por entonces
nos pesaban las flores
en el raudo costillas.

Y los locos imitábamos
las costumbres de los lobos,
          en la memoria de un colibrí.

 

***
La contradanza 
la música de cabra y cascabel
estará incompleta
sin la revuelta de pies
en las comarcas desconocidas

sin la luna y la siembra
para dominar el tiempo de las lluvias

lo que nace en la boca
y termina de formarse
en el movimiento terrestre
que imitan las manos en la lentitud

                          las aves en el tiempo amarillo

los pies que retumban en la altura
llenos de sol y de maíz

como es allá arriba
                      es aquí abajo.

 

***
Vengo a morir en los ruidos del sol
con una isla de jaguares en la boca.

El presente aúlla
convoca  a sus bestias
con los ojos llenos de música
                                  y tiempo.

Y dios es un espejo 
lleno de colibríes.

 

***
Hay un bosque
en un espejo.
Hay un bosque que ilumina
los animales
                               pretéritos
arqueados en la ingravidez,
un bosque 
                          que enciende imágenes
en las hojas húmedas,
y por alguna razón, sagradas,
hay un bosque
          calentando la sangre al sol
y por alguna razón, 
            hay un bosque 
                                   cantando.

***
Hemos crecido a la par de los yuyos
igual de inexpresivos e inútiles
hemos crecido para el asco de muchos

nuestro porvenir se anuncia
en absortas parvas de fuego
sobre nuestras lenguas de espantapájaros

como los yuyos
sacudidos por el cielo
perplejos por la luna de las presas
por las criaturas del fervor
por pura suerte

malditos héroes

fuimos los malditos héroes
sin el estampido
sin la pólvora en nuestras manos

fuimos un reflejo
en las aguas
como garzas ligerísimas

malditos héroes
apenas si nos dejaron
un poco de su sombra

un grito de antemano

la incómoda parcela que cabe dentro
del puño que se aprieta

que se aprieta justo
                                 antes de despertar.

***
Es extraño mi trato con los muertos
por ellos adoro la neblina
el porvenir en volutas
por ellos casi saco la cabeza
por la ventanilla
para ver extensos espejos de agua
corriendo bajo los trenes de mi infancia.

Lo peor de los muertos
es, justamente, que no se van:
los veo parados en la niebla
los veo parados sobre sus lenguas de estropajo
los veo en la llovizna que las vidrieras iluminan,
en un canto de las tacuaras que vuelve díscolo
el idioma de la carne
                                   de la voz que gira en círculos
cada vez más diminutos.

Los veo en el espejo de la madrugada
sobre todo, si hace frío, porque su canto
                                                                       diré 
me resulta insoportable
porque sus huesos de gacela
se irán volviendo más brillantes
                    cuando vayamos al corazón 
del bosque
a lamer el principio de las aguas;
y los verás enloquecer
resucitar en sus manos y en sus cruces
sin sentir el invierno

eternizados en un triste bamboleo
                           de los vientos
sobre las aguas

Es extraño este pacto con los muertos
yo le doy ojos, ellos me dan palabras
como diablos bailando en el polvo:
y las pruebo sobre mi lengua:
y el sabor de la tierra siempre está lleno de infinito
                           y se alargarán los días
                           y se alargarán las noches
les veré sacudirse los harapos
les veré sacudirse las palabras impropias
los pavimentos oscuros 
y los osarios a cielo abierto,
les veré sacudirse el polvo pueblerino
las imprecaciones al reptil que veía salir
                              de las aguas doradas
y los veré cantando, pero en silencio,
con el pecho abierto como un trébol
sobre la barca solar.
***
Ésta
y otras tribulaciones, Señor
vinieron con infames antorchas en la diestra:
encendieron como yesca las islas 
al fondo del infinito
y el tiempo se doblaba en los cuerpos
                       amables con la tiniebla, si,
                       pero los reptiles aún cantan
                       aguas abajo;
éstas y otras imágenes del éxtasis
                                                       Señor 
que retorcían el espejo
                          en sus bordes
me dieron una fe insensata
en los mapas y los laberintos
                         al borde del ojo
en la luz las migraciones
mientras la casa cruje
se despierta
                         y se cae a pedazos
y mientras yo relato a mi hija
las formas del sueño, Señor
yo sólo puedo contarle
ya sólo puedo contarle
de las islas que se encuentran al otro lado
de las ventiscas con ojos de selva
de las lluvias endemoniadas
por una lengua de fieras
que les llena con la premonición
                                                            Señor
lloviendo frugales músicas

en el corazón de los hombres y las mujeres 
aferrados a sus costumbres de maíz:
y es así que la tierra gira, 
                                  muda sus pronombres,
mira crecer los líquenes
y las hogueras
                          flotantes     
sabiendo
                 que despertaron alguna vez
que fueron ojos,
visiones de una barca esmeralda
                                  sobre las aguas.


***
Con los años
fuimos aprendiendo 
                                 las fiebres
los trazos luminosos en el aire 
que no es esta noche
pero siempre tiene 
la forma de los ojos abiertos

o como cada hueso cada fibra comprimida
en la gravedad de la boca
convertidas en la espuma del arroyo

son aguas extrañas que se tumban
sin sonidos ni éxtasis por confesar
sin dioses risueños con ojos de cántaro
sin santos húmedos como sueños 
o como salamandras 
huyendo de las proféticas falanges
                           justo antes de despertar

y el oído
                  detenido
en especies o lluvias infames
en el resplandor de criaturas


de sangre fría y de fluida lengua
oferente de soles  en la memoria

bosques adentro
                      donde lo terrestre duele

y no puede creer la vasta inocencia
que le ahueca las manos
con cierta predestinación

con cierta habilidad para entrar
o salir de los espejos
desparramados por toda la casa.

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