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Francisco Avendaño o “el concepto que ensucia las manos”

Nació en Santiago del Estero, Argentina, en 1980. Publicó los poemarios Biografía del Instante (2009), Trece postales de barro (2009) y Hacer Mostrar, antología personal (2023). Textos de su autoría forman parte de las antologías Poesía Joven del Noroeste Argentino; la del Festival de Poesía del Norte Grande; la Antología Poesía Circular y la del Primer Festival Internacional de la Provincia de SaltaPalabra Abierta; Peligro Inflamable, Antología de Poetas Santiagueños Cross a la mandíbula (antología bilingüe, francés y castellano, Francia). Varios de sus títulos, ya en su versión definitiva, permanecen inéditos.

Sabado, 12 de octubre de 2024 a las 13:03

El asaltante nos trae voces vivas de la poesía argentina. Cada poeta nos acerca, además de poemas, su visión de la poesía. 


Poética

“La obra debe bastarse por sí misma, uno le puede dar alguna ayuda conceptual pero realmente no importa lo que pueda decir respecto de lo hace. Creo que el poema vale por sí mismo. A mí la poesía me sirve para hablar de nuestra propia realidad existencial, de la muerte, de las razones misteriosas que mueven nuestro mundo, de la idea de Dios o no, hasta del porqué de la sociedad. Cuando uno lee a Octavio Paz hablando de la poesía está ante la sensación de lo poético más que ante un ensayo, esa sensación que hace que se desordene algo en el alma del lector, algún elemento que sirve para resonar en el otro”.

(Fragmento de una entrevista realizada en la Radio de la Biblioteca del Congreso de la Nación)


(el lenguaje de los restos)

Siempre es agua,
por mucho que la luz se manche en los charcos, 
la lluvia detenida bulle en renacuajos y el día
es el brillo en las botellas rotas. 

Aquí  el concepto ensucia las manos.

Flores de nylon que el viento enredó en las ramas, 
pañales y forros,
envases,  
                diarios viejos.
Mientras la tierra retrocede,
crecen los márgenes.

Mi ciudad sólo recuerda en los escombros, 
a pesar de libros y templos,
no aprendimos otro modo.

Aquí todo persiste
sin palabra o sedimento. 
La imagen es el poema provisorio
y el orden el lenguaje de los restos.

La ciudad se estira hasta desbordarse,
el límite es el ritmo con que crece y olvida la marea. 

 

(Usted está aquí)
 
Una brasa paciente socava el abismo de un mortero.
Yo, que la veo agotarse, 
estoy haciendo mi trabajo,
imprimiendo mi huella en el lomo del mundo,
arrugando la frente del rio
con el peso de mis pasos.
Soy apenas una línea que se enreda entre las raíces derrotadas,
un temblor que sube por las hilachas del cauce
y suelta peces telegráficos a la costa. 
Soy la otra mitad de este puente
la que sólo puede prever 
los caminos que la asedian. 
Del árbol sé 
la sombra y el fruto
y los panes dorados
y el leño abatido,
pero se me escapa 
la misteriosa dieta del clavel del aire,
la rama en la que sucede el canto del pájaro,
las estrellas encandiladas que traga el cielo de las ciudades.
Tengo apenas un verbo balbuceante
que abre los dedos en el magma de la noche
y lanza un zarpazo a tientas 
sobre la corteza del agua, 
buscando el sitio en el que resplandece
el hueso de mi corazón.
Adentro
del cuenco perfecto 
la luz se ha molido 
y con ella van mis ojos
creciendo en un mantra de coyuyos aturdidos
como un embudo de fuego 
exprimiendo el sol
gota 
por 
gota. 


(3.600)

Uyuni se fuga en las escamas de un pez interminable,
vibra en el cuerpo seco de un flamenco
cuando la muerte lentamente sucede sobre los hexágonos de luz
y la bandada se desgrana en una pregunta.

Primero naufragaron en la oscuridad, 
el agua les cosió los pasos 
y otra vez la sequía les llenó de silencio la mirada.
Dicen que los cactus del salar 
                son hombres condenados
cáscaras del viento que guardan la palabra de Wiracocha,
el ruido que los despertó a la vida.
Dicen que levantaron unas islas 
con sólo permanecer 
aferrándose a la tierra. 
Aquí, lejos de todo, no existe el aquí,
sólo el rumor de un nervio catódico que se desvanece.
Flores de piedra como ofrendas del miedo,
fantasmas de bórax que aun queman mis párpados
Y la lúcida resignación de los derrotados,
los que mueren ahí sedientos de paisaje 
ciegos por el clamor de la nada.

Sobre este suelo cada sol es definitivo.
El salar se ocupa de lamer el cielo
para que la noche se ensanche.

 

Poesía circular
Sutil pero concreta
Una pulsión que trepe por los dedos 
hasta tu lengua
un malestar preciso 
                   constante
Abolir de inmediato todo otro tipo de trance
que la carne nos guarde ateridos
                   que nos cierre la piel el horizonte
las ideas suceden en cadena 
                   como violentos puntos de una línea
un ansia cardinal nos divide el paisaje

Yo lanzo mis flechas al cielo de esta noche 
y espero
El día beberá de los pájaros abatidos

Las palabras que desentierro
no tienen fin 
tampoco origen
la sed que las busca es parte del mecanismo. 


“La acción de la partícula individual no se puede predecir. Pero no ocurre lo mismo con respecto a la acción de la masa. Allí se puede predecir. Esto da al átomo individual su libertad, pero a la masa su necesidad.”
Miels Bohr en conversación con Robert Frost
 

(24,6)
En la primera viñeta hay un enorme barco borracho
sobre la noche de rosario,
se llama dignidad pero en inglés
y parece arrastrarse río abajo.
Al frente unos silos de colores,
adentro los estripers de federico klemm
cambian tiernos besos de judas
o cuelgan del aire como cristos acalambrados
o caen en picada y no son ángeles.
A unos metros el rastro del poema,
paredes en código.
VENI A SER BARDO dicen las postales de inchauspe,
VENI A HACER BARDO dice el público en general.
Bailamos el pogo del poeta asesino,
ya lejos de su rama,
antes de que la madurez se descomponga
increpa a los jóvenes poetas,
les tira su aburrimiento en la cara,
los empuja hacia afuera con sus palabras de humo.
Los poetas jóvenes no le responden
contestar también aburre.
En el próximo cuadro llueven poemas
y la ciudad toda es una carámbano,
el sol no sale hasta que lo nombran.
Poemas histriónicos
histéricos
históricos
Poemas ingenuos
inexactos
intrépidos
Poemas con besos con hijos con drogas
con rencores prolijos
con café y con postre
Dicen las paredes:
Y SABER QUE EN ESTE MUNDO NO HAY NADIE A QUIEN ENVIARLE ESTE MENSAJE.
El túnel hace gárgaras con los autos
y repite una vocal largamente,
preposiciones y copulaciones conjuntivas del poema.
En el vértice de la página encuentro un níspero
su sabor es la memoria de mi infancia.
un árbol solitario.
Frutos del cielo o de los pájaros
que nunca más cayeron en mis manos de cinco años.
Entre las calles del poema,
en esta ciudad,
he plantado un árbol,
un algarrobo paciente
que como yo sea
un trozo de tierra nómade,
una coma o el silencio del coma
dentro del texto.
En la última viñeta
-PELIGRO BARRANCA-
sentados en el suelo
dos
tipos
vuelcan
fana
en una
bolsa
y respiran
un aire pegajoso.
El río está vacío.
Les pregunto por el barco
y me responden
que desapareció en la madrugada
como una ballena gateando por el Paraná.
 
 

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