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“No se aflija mi subteniente, el cuero nomás es”

Sabado, 28 de junio de 2025 a las 11:28

El combate esculpió su rostro, la cicatriz es un rastro visible de una historia de coraje y convicción acontecida en el suelo patrio de Malvinas, hace muchos años. Ya pasó la batalla pero aún continúa el reclamo, ya no hay herida con vendas sangrantes, esas cicatrizaron para el paisano, que ahora y en mi casa veo en las fotos que me manda. Lo veo en su montado portando una bandera argentina que flamea en el campo correntino, ahora es más grande pero el coraje es el mismo.
Ernesto nació en Corrientes el 2 de septiembre de 1961, fué a la escuela Belgrano para hacer la primaria y al Colegio Nacional General San Martín, después ingresó el Colegio Militar de la Nación. Combatió y fue herido en Malvinas, en 2019 tomó la decisión de vivir en el campo, determinación que llegó después de retirarse del ejército y del fallecimiento de su madre en el 2018. Como en el ejército todo fue paso a paso en su nueva vida de civil, lo suyo fue seguir adelante ya que empezó a construir su casa en el campo en  2019 y se mudó en el 2020. Se trata de una fracción de campo que heredó en la segunda sección de Mercedes, cerca de la piedra Ita Pucú. Su vida transcurre en la estancia “Che taitá” expresión que eligió como evocación a su abuelo Ernesto Meabe porque así lo nombraba.

Desde que volvió de Malvinas participa en todos los actos del Ejército, en escuelas, en la ciudad o en el campo, en universidades o clubes. Va también a actos oficiales de gobierno, sin embargo me dice con dolor que “Corrientes, junto con la Ciudad de Buenos Aires y Chubut, son los únicos tres gobiernos provinciales que no extienden los beneficios a los oficiales y suboficiales”. 
Ernesto recuerda que somos una provincia histórica, que nació en los albores de la patria y tuvo a sus soldados peleando en todas las guerras defendiendo a la nación.
Señala  con tristeza que no son más de “150 oficiales y suboficiales jóvenes que estuvimos al lado de nuestros soldados y los cuidamos”. 

¿Cuándo comienza la voluntad de ser militar?
Nací en Corrientes, no es lo mismo nacer en cualquier parte. Mi papá era militar, mi abuelo era militar, pero más allá de tener una tradición familiar militar, mi abuela, María Alicia Billingurts, era una ferviente patriota y sabía, por ejemplo, historias de los guerreros de la guerra contra Paraguay, de nuestros soldados y también mis maestras de la primaria influyeron en eso.
Creo que tal vez todo eso hizo que naciera la vocación de ingresar al Ejército. Cuando terminé la primaria en la Escuela Belgrano y la secundaria en el Colegio Nacional San Martín, rendí en el Colegio Militar de la Nación e ingresé.

¿Y cuándo egresaste? 
Justo en 1982, estaba haciendo el último año y sin terminar los estudios, terminé a 20 años, nos hicieron egresar por la Guerra de Malvinas. Lo hice el 7 de abril de 1982 y me mandaron acá a Mercedes, Corrientes, con el regimiento 12 de Infantería y fuimos a Malvinas. 

¿Cuál era tu grado? 
Subteniente en Comisión, todavía no estaba confirmado en el grado, el primer grado de oficial, subteniente. 

¿Cómo fuiste de Mercedes a Malvinas? 
Fuimos primero en tren hasta Paraná, después en avión a Comodoro Rivadavia y de ahí en avión a Malvinas. 

¿Cuántas personas tenías a cargo? 
Era jefe de sección, tenía 35 soldados y 5 suboficiales, 40 en total. 

¿Cuándo llegan a Malvinas? 
Llegamos el 25 de abril, cuando ya habíamos recuperado Malvinas y somos parte de los efectivos que reforzaban las defensas de Malvinas. 

¿Cómo era para ese puñado correntino estar en ese lugar tan inhóspito y tan frío? 
Era difícil, porque si bien nos habían reabastecido y nos habían dado equipos, no estábamos acostumbrados a ese frío intenso aunque en los primeros días de abril y de mayo. Todavía no hacía tanto frío, pero había muchas lluvias y se nos mojaba mucho el equipo. Era muy difícil porque a partir del primero de mayo se redujeron las raciones por el aislamiento y porque estábamos cercados ahí por la TACSFOR, la Fuerza de Tarea Británica alrededor de Malvinas que impusieron un aislamiento sobre Malvinas, un cerco de 200 millas marinas. Por ese motivo se disminuyeron las raciones y eso hizo que adelgazáramos mucho, además de las exigencias del frío.

En qué lugar estaban, describime ese lugar. 
Primero estuvimos cerca de Puerto Argentino y después nos llevaron helicópteros a Darwin, en Goose Green, que es la segunda población de Malvinas y está en el Istmo de Darwin que une la Isla Soledad.

¿Cómo viven los soldados los momentos previos al combate? 
Vivimos en los pozos de zorro que hacíamos,  eran trincheras y patrullas diurnas y nocturnas, reconocimientos. Vivíamos ahí en esos pozos de zorro, ahí dormíamos, ahí comíamos,  esos eran nuestros refugios. En esos lugares soportamos el bombardeo naval, los ataques aéreos. escuchábamos Radio Nacional Buenos Aires, Radio Carve de Montevideo, lo hacíamos cuidando las baterías porque ya teníamos pocas pilas. 

¿Cómo recordás el primer combate? 
El primer y el único combate en el que participé fue el combate de Darwin del 28 de mayo de 1982. Todo empezó muy temprano, al amanecer. Nosotros estábamos en las alturas del cerro Darwin y los británicos se presentaron en el frente de nuestras posiciones, en el momento que recibí apoyo del Teniente Estevez, jefe de la primera sección de la compañía C del Regimiento 25 sección Bote, que venía a reforzar nuestras posiciones cuando ellos estaban desplegados de pie al lado de nuestras posiciones. Estábamos conversando, aparecieron los británicos, nos vieron y empezaron a tirar con morteros, armas automáticas, ametralladoras. Nos tiramos cuerpo a tierra, nos arrastramos hacia los pozos y empezó el combate; desatamos nuestro fuego de protección de ametralladora, solicitamos el apoyo de artillería y los británicos avanzaron, nos envolvieron por el flanco y la retaguardia, nos aferraron en la posición. Combatimos y empezamos a tener bajas, entre ellas el teniente Estévez, el cabo primero Ríos, el cabo Castro, el cabo Gómez, muchos soldados, el soldado Gabino Ruiz Diaz de San Roque que estaba conmigo y era de la sección exploración. En realidad esa noche cuando estaba en la posición con los 35 soldados de los 5 suboficiales la sección exploración se repliega y queda conmigo en las posiciones. Gabino muere ahí operando la ametralladora con el cabo primero Ríos recibe un tiro de lanza cohete.

A los que vivimos en Corrientes nos impresiona  tu rostro. ¿Podes contarnos el episodio cuando resultas herido?
Estaba en el pozo junto con otros soldados y estaba herido conmigo un soldado del 25 llamado Orellana que era apuntador de FAP (fusil automático pesado).  Entonces tomo el FAP y empiezo a abrir fuego, en ese momento que estoy asomado en la posición tirando, recibo un impacto directo en la cabeza que me pega en el casco. Un tiro de fusil, perfora el filón del casco, en el cráneo.
No sabía eso primero, me hiere y me caigo en el fondo del pozo desplomado porque perdí el equilibrio, me zumbaban los oídos, veía todo nublado me sentía mareado, tenía mucha hemorragia, sangre en la cara y un soldado que estaba ahí me saca el casco, tenía abajo un pasamontaña y me dice “no se aflija mi subteniente, el cuero nomás es” porque vio que el impacto no me entró en el cráneo sino arrancó el cuero cabelludo, la parte de la piel de la cara y la punta de la oreja. Entonces me puso un paquete de vendas y después le di otro, me puso agua, me tapó con una manta, y siguió el combate. Yo seguía alentando a ellos, entregué mi anteojo de campaña, mi pistola, el casco le di a otro soldado, a otro le dije que agarrara el fusil y que siguiera tirando, que la mejor cubierta era el propio fuego, que no deje de tirar y así fue como terminó esa circunstancia. Previamente a eso recibí una esquirla de mortero en la pierna izquierda porque al principio del combate estaba tirando con mi fusil, traje los parapetos a cuerpo a tierra a las posiciones fuera de los pozos y ahí es cuando una granada de mortero de 60 británico cae cerca nuestro y me hiere a mí y lo hiere al soldado Orellana.

¿Cómo culmina toda esta situación?
El combate siguió, algunos de los soldados me dicen que perdí el conocimiento, no recuerdo, lo que sí recuerdo que en un momento uno me dice: “Ahí nos están gritando mi subteniente, nos están gritando” y se escuchaban, claro los gritos de los británicos que nos rindamos en español y en inglés entonces me incorporo, me pongo el casco, saco la cabeza del pozo, miro y veo que nuestras posiciones a la derecha estaban siendo capturadas y algunos soldados salían con las manos en alto, entonces no podíamos seguir tirando hacia ese lugar porque íbamos a batir a propia tropa por lo tanto pido parte para el Teniente Estévez, que era el jefe de la sección y era más antiguo que yo, que había venido en apoyo a reforzar nuestras defensas y a combatir con nosotros. Cuando pido reiteradas veces parte para el Teniente Estévez, llamándolo me gritan de los pozos de al lado: “murió, está muerto”. Entonces se me llenó la cabeza de preguntas: ¿qué hago? porque yo era el que seguía al mando, tenía 20 años, era subteniente, estaba herido y no podía conducir la defensa en forma efectiva, sumado a que había un montón de soldados nuestros muertos y heridos, otros heridos vivos que pedían auxilio, tableteo de armas automáticas, explosiones a nuestro alrededor, los ingleses que seguían abriendo fuego, proyectiles de artillería por todos lados y de mortero que nos salpicaba tierra. En fin, había humo, era un caos la situación y en ese marco me di cuenta que era muy difícil seguir combatiendo. Pensé en armar metralletas, en tomar granadas, en salir de las posiciones pero no podía conducir ningún contraataque, por lo tanto a un soldado le dije que atara un repasador al fusil y que lo agitara. Ordené alto el fuego a todo el mundo, alto el fuego, dejen de tirar, alto el fuego!! En forma reiterada lo dije y levantamos el fusil con el repasador blanco. Ahí paramos el combate.

¿Son tomados prisioneros? 
Si, en esa oportunidad se me acercan, salen nuestros hombres de las posiciones, yo no podía salir porque lo tenía además el soldado Orellana herido conmigo y estaba herido la pierna, entonces viene un soldado británico, recuerdo que era radiooperador porque tenía una mochila de radio y tenía una pistola ametralladora Starling. Me apunta, pensé acá abre fuego, nadie se entera.
Para mi sorpresa me dice en inglés, do you fine? ok, me dice,/I'm wounded, estaba herido, le digo estoy herido y ve al otro soldado en el pozo/ your friend, he was wounded, ok, the war is over for you/ la guerra terminó para vos you go home now, ahora te vas a ir a tu casa.

¡Es impresionante! 
Entonces me dio la mano y me sacó del pozo, después lo pudimos sacar al soldado Orellana. Eso me abrió la cabeza, dije listo, hasta acá llegamos y ahí me preocupe por nuestros heridos y caídos, a tratar de recuperar a todos los heridos posibles para cuidarlos. Nos empezaron a reunir, al principio no nos trataron muy bien porque nos estábamos matando unos segundos antes, entonces hubo cacheos, patadas, trompadas, cacheos violentos, culatazos “down, don't move, shut up”, eran al suelo, “don't move”, no se mueva, “shut up”, cállese, eran órdenes imperativas para reducirnos y nos registraron. Yo no me tiré al suelo, me quedé de rodillas a tierra y me presenté, dije que era subteniente y a partir de ahí me empezaron a transmitir todas las órdenes a través mío.
Quiero destacar esto porque el sentido humanístico y humanitario de los británicos, que cuando vieron a nuestros heridos, muchos de ellos utilizaron sus propios paquetes de venda para curar a nuestros heridos, cosa que no se hace. Cuando uno se instruye, el equipo individual es para uno mismo, al herido o hay que curarlo con el equipo del herido, sino después uno se queda sin equipo y sin vendas, no tiene como curarse. Y los ingleses utilizaron su único paquete de vendas para curarnos a nosotros. 

¿Dónde van después? ¿Van al buque? 
Nos dejan ahí al pie de nuestras posiciones. Fue una circunstancia muy difícil porque nuestra artillería de campaña empezó a tirar sobre nosotros, así que teníamos que ir cambiando de posiciones y tirándonos cuerpo a tierra para que nuestra artillería no nos batiera también. Y ahí nos quedamos cerca de unos setos que se habían encendido, de unos arbustos que se habían encendido.
Nos quedamos en un lugar de reunión de prisioneros y heridos de los británicos con un cordón de centinelas que hicieron a 360 grados y no podíamos movernos de ese lugar. Ahí pasamos la noche, trajeron otros prisioneros, me acuerdo que trajeron a la sección del subteniente Aliaga que estaba herido, compañero mío. Después a la mañana esas son las primeras filmaciones de la BBC de Londres donde salen los heridos sentados en el suelo y un herido, un soldado argentino herido que le cae el pelo en la cara muy demacrado, ese era mi compañero, el subteniente Guillermo Aliaga, no era un soldado, era un subteniente que tenía mi misma edad y yo también estaba ahí a su lado, pero no quería que me filmen, así que me cubrí, no tenía ganas de salir filmado. Y vinieron los paramédicos, enfermeros ingleses que dieron los primeros auxilios, es decir algo más que colocarnos vendas. Después de esa noche, nos llevaron a San Carlos a un hospital de campaña que hicieron en un frigorífico abandonado
Ahí nos asistieron, nos hicieron algunas operaciones, me hicieron asistencia quirúrgica, me limpiaron toda la herida y después nos llevaron al barco Cruz Roja Uganda y nos pasaron, en altamar al Bahía Paraíso, que era un barco hospital argentino, de allí nos llevaron a Puerto Santa Cruz y de ahí en avión a Puerto Belgrano.
De acuerdo a la gravedad de cada uno (ya en el continente) nos iban llevando a distintos lugares de acuerdo a la política de evacuación de heridos que teníamos nosotros. 

Contame cómo fue el regreso a Mercedes. 
Estuve dos meses dando vueltas por los hospitales porque me hicieron una operación plástica reparadora en Bahía Blanca, después en el hospital militar de Campo de Mayo y volví. Primero a Corrientes, porque yo era soltero, mis padres, mis hermanos y mis abuelos todavía vivían en Corrientes, así que volví allí muy emocionado, de licencia. Tuve un mes de licencia por las heridas y estuve con mi familia que fue muy emotivo y después a Mercedes cuando el regimiento ya había estado instalado en allí.
Los que quedaron sanos vuelven en el barco Northland hasta Montevideo, de Montevideo lo pasan a Buenos Aires, en Buenos Aires los llevan a la escuela de suboficiales Sargento Cabral donde le dan equipo nuevo y vuelven en tren a Mercedes. Yo no, como estaba herido, tuve otra política de evacuación y vuelvo al regimiento y ya no me encuentro con los soldados porque los había dado de baja o licencia, con los suboficiales y oficiales que estaban, sí me encontré. 

¿Volverías a Malvinas? 
Sí, por supuesto, dame un casco y un fusil y vamos.

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