Dicen (más o menos así) que “el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”. Nadie puede negar la vigencia y alcance del dicho; basta con repasar los índices de los libros de historia universal para encontrarnos con los mismos enfrentamientos a golpe de piedra, hacha, flecha o misil. Cada afirmación de la barbarie no hace más que enfrentarnos, una y otra vez y a lo largo de los siglos, ante el mismo espejo que nos devuelve la misma imagen sangrienta de la iniquidad que, en otros tiempos, ignorábamos o nos enterábamos tarde… para no expiar culpas; a diferencia de hoy en día que lo vemos en vivo y en directo, o en un reel de Tik Tok, como si de un video juego se tratara.
No es novedad que el actual fascismo creciente a nivel mundial nos recuerda un poco (o mucho) a los años treinta, esos que desataron la Segunda Guerra mundial: horror, horror más horror.
A finales del siglo XVIII y comienzo del XIX el incombustible poeta alemán Federich Hölderlin, intuyó los cambios que se avecinaban en la cultura occidental, esa decadencia señalada y criticada ochenta años después por Nietzsche que declaraba la muerte de dios y proponía ideas de un camino de superación a través de su Zaratustra.
Hölderlin, en una de sus Grandes elegías titulada Pan y vino se preguntaba, entre otras cosas: “¿para qué poetas en tiempos de penuria?” haciendo hincapié en que el ser humano había roto el lazo con los dioses; había profanado completamente el espacio de lo sagrado. Y en esa pregunta no apuntaba a la inutilidad de los poetas para cantar la desgracia sino más bien la necesidad de afrontar una voz para recuperar la luz y tinieblas de los dioses; tal como afirmaba Martin Heidegger en su ensayo sobre el asunto: “Ser poeta en un tiempo de penuria significa: cantando, prestar atención al rastro de los dioses huidos” (…)
“Es necesario mirar hacia el abismo donde se encuentran los dioses, escribe Hölderlin en su himno Los Titanes a cerca de la ‘omnipotencia’ de tal abismo, y él, el poeta, ha de observar ese abismo antes que los otros mortales”.
Nuestros poetas del tango compusieron letras en los años treinta que señalaban una crisis ética y material del ser humano que bien se veía como una realidad-verdad universal, a pesar de haber sido concebidas desde una situación concreta de Argentina, me refiero principalmente a: Al mundo le falta un tornillo (Enrique Cadícamo, 1932) y la celebérrima Cambalache (Enrique Santos Discépolo, 1934). Pocos años después, en 1939, Hitler invadiría Polonia, lo que iniciará la Segunda Guerra Mundial.
En estos tiempos, más que nunca: poesía, y más poesía.
Recodamos a Baudelaire: la poesía es la negación de toda iniquidad.
Muestrario mínimo
Al mundo le falta un tornillo
Todo el mundo está en la estufa
Triste, amargao y sin garufa
Melancólico y cortado
Se acabaron los robustos
Si hasta yo, que daba gusto
¡cuatro kilos he bajado!
Hoy no hay guita ni de asalto
Y el puchero está tan alto
Que hay que usar el trampolín
Si habrá crisis, bronca y hambre
Que el que compra diez de fiambre
Hoy se morfa hasta el piolín
Hoy se vive de prepo
Y se duerme apurado
Y la chiva hasta a Cristo
Se la han afeitao
Hoy se lleva a empeñar
Al amigo más fiel
Nadie invita a morfar
Todo el mundo en el riel
Al mundo le falta un tornillo
Que venga un mecánico
Pa' ver si lo puede arreglar
¿Qué sucede?... ¡mama mía!
Se cayó la estantería
O San Pedro abrió el portón
La creación anda a las piñas
Y de pura arrebatiña
Apoliya sin colchón
El ladrón es hoy decente
A la fuerza se ha hecho gente
Va no encuentra a quién robar
Y el honrao se ha vuelto chorro
Porque en su fiebre de ahorro
Él se "afana" por guardar
Hoy se vive de prepo
Y se duerme apurado
Y la barba hasta a Cristo
Se la han afeitao
Hoy se lleva a empeñar
Al amigo más fiel
Nadie invita a morfar
Todo el mundo en el riel
Al mundo le falta un tornillo
Que venga un mecánico
A ver si lo puede arreglar
Enrique Cadícamo
Cambalache
Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé
En el quinientos diez, y en el dos mil también
Que siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafaos
Contentos y amargaos, valores y dobles
Pero que el siglo veinte es un despliegue
De maldad insolente, ya no hay quien lo niegue
Vivimos revolcaos en un merengue
Y en el mismo lodo, todos manoseaos
Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor
Ignorante, sabio o chorro, pretencioso o estafador
Todo es igual, nada es mejor
¡Lo mismo un burro que un gran profesor!
No hay aplazaos, qué va a haber, ni escalafón
Los inmorales nos han igualao
Si uno vive en la impostura
Y otro afana en su ambición
Da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos
Caradura o polizón
Qué falta de respeto, qué atropello a la razón
Cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón
Mezclao con Toscanini, va Scarface y Napoleón
Don Bosco Y "La Mignón", Carnera y San Martín
Igual que en la vidriera irrespetuosa
De los cambalaches se ha mezclao la vida
Y herida por un sable sin remaches
Ves llorar la Biblia junto a un calefón
Siglo veinte, cambalache, problemático y febril
El que no llora, no mama; y el que no afana, es un gil
Dale nomá, dale que va
Que allá en el horno se vamo a encontrar
No pienses más, séntate a un lao
Que a nadie importa si naciste honrao
Si es lo mismo el que labura
Noche y día como un buey
Que el que vive de las minas, que el que mata, que el que cura
O está fuera de la ley
Enrique Santos Discépolo