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Diego Roel o el “humo que sube del desierto”

El asaltante hará un recorrido por las voces vivas de la poesía argentina. Cada poeta nos acercará, además de  poemas, su visión de la poesía.
Nació en Temperley, en 1980. Estudió Historia de las Artes visuales en la Universidad de La Plata. Reside en la ciudad de Posadas. Publicó: Padre Tótem/ Oscuros umbrales de revelación (Libros de Tierra Firme, 2004), Diario del insomnio (Libros de Tierra Firme, 2005; detodoslosmares, 2013), Cuaderno del desierto (Libros de Tierra Firme, 2007), Las variaciones del mundo (El Mono Armado, 2010; detodoslosmares, 2014), Los Jardines del Aire (El Mono Armado, 2012), Dice Jonás (El mono Armado, 2015), Vía Lucis (Ediciones del Dock, 2015), Kyrios (detodoslosmares, 2016; Sirga, 2016) Las intemperies del mar (detodoslosmares, 2017)  Shibólet (Griselda García editora, 2018), Kadosh (detodoslosmares, 2019) El infierno es una bestia callada y triste (detodoslosmares, 2020) y Andréi Rubliov (Premio Alegría 2020 del Ayuntamiento de Santander, Ediciones Rialp, colección Adonáis, Madrid, 2020).
“Premio Internacional Loewe de Poesía 2023” por su libro Los cuadernos perdidos de Robert Walser (Visor, 2024).

Sabado, 10 de agosto de 2024 a las 20:32

n  Poética
La poesía transignifica, dice el misterio. Inmerso en el mundo de las apariencias, el poeta está ciego o tuerto, avanza a tientas. Exclama: Nah sind wir, Herr ("Señor, estamos cerca", Paul Celan). A esa aproximación al misterio aludo en un poema de Via lucis (detodoslosmares, 2015)

Lengua ignota
Pero, ¿cómo decir al mismo tiempo 
que cuerpo que madre que padre 
que madre que cielo que puerto del aire
que cielo que luz dorada del padre
que pozo que madre que cuerpo del padre
que padre que dios que cielo que madre 
que madre que luz del pozo del aire
que cuerpo que luz que cuerpo que luz madre?
¿Cómo decirlo?
Diego Roel

Muestrario mínimo
El globo
(Otoño de 1400)
¿Ves las veloces nubes blancas
allá abajo?
La tierra se aleja más y más.
Volando va desnuda
una sola palabra en el paisaje.
Dormida va.
¿La ves?
Ya pasamos las rocas de la altura,
los jaguares del sol, 
la franja donde la muerte deposita
los últimos dientes de la calavera.
Hermano, abre los brazos.

El juglar
(Verano de 1400)

¿Dónde está mi caramillo de abedul?
¿Y mi pandero de piel de burro?
¿Era triste o alegre la canción?
«Pena, pena, pena.
El Cielo nos envió a este mundo».
¿Dónde están mis zapatos de piel de oveja?
¿Y mis pinceles de pelo de buey?
¿Era triste la canción?
«Pena, pena, pena».
Sólo me queda este sayal, esta 
escudilla de barro,
los ojos que todavía escrutan la solapada curva de las cosas.
«Pena, pena, pena.
Desde el Cielo nos fue enviada
inconsolable pena».

Teófanes el griego
(Invierno de 1401)

Cuando pinto nunca contemplo los modelos existentes:
dirijo la mirada hacia dentro, hacia donde los ojos interiores
buscan la belleza espiritual.

A lo que no se puede contar ni 
pesar ni medir
yo le otorgo número, peso y medida.

Cuando pinto apenas considero los preceptos técnicos:
en un mismo trazo mi mano encuentra la estabilidad 
y el movimiento.

Porque lo sé: 
de lo más simple surge la armonía y lo bello.

El ícono debe emitir una luz suave, crepuscular.

El bufón
(Verano de 1400)

¿Qué puedo decir acerca del amor? 
Se va en la brisa, vuelve en la brisa. 
Se parece a un manojito de mirra, 
a un perfume que se difunde y crece.
Se parece al humo que sube del desierto.
¿Qué puedo decir?

El cegamiento
(Verano de 1407)

En esta habitación dibujo lo que no puede dibujar   
la mano de un hombre.
Vengo del valle de la sombra de la muerte.
Mi arte es mudo pero sabe hablar.     
La caza
(Verano de 1403)

¿Dónde te escondiste?                             

¿Debajo del sonido del metal?
¿En la oscuridad de la noche?
¿En el alarido de los moribundos?

Tu sombra es más veloz 
que la yegua azabache de los 
tártaros. 

¿Dónde te escondiste?

Me dejaste con gemido.

Invitación al kremlin
(Invierno de 1405)

El ícono de la Virgen de Vladimir 
me miró a los ojos y me dijo:
«Búscame en el muro donde la tarde extiende su plumaje.
Estoy detrás de los estandartes de cola de caballo,
debajo de las hojas y los frutos.
Búscame en el aire, en las cenizas.
Estoy arriba del puente de todos los ríos,
encima de la huella de los lobos.
Búscame en el arco donde la sangre se desata.
Estoy bajo el ala de la noche».

El artesano
(Otoño de 1400)

No tengo ya 
memoria del sepulcro.   
¿Dónde está el alfarero?
«Hineni, hineni. Estoy listo, 
Señor».
Apago, ahora, la llama.
Me pongo el vestido de fuego.    
«Aquí estoy, aquí estoy».
Estamos listos.

Teófanes el griego
(Verano-otoño-invierno de 1406)

Antes de partir, uchitel, nos dijiste al oído:                 
«Abandonen las cisternas rotas.
Busquen el pozo de aguas vivas, el huerto cerrado.
Y sientan el perfume de las flores de alheña,
el aroma del azafrán, de la caña aromática, 
de la canela, de la mirra y el aloe.
Sientan la fragancia de los nardos.
Busquen la fuente sellada, el árbol de vida.
Abran los ojos y vean la explosión de los frutos.
Escuchen la estampida de las 
ciervas del campo.
Ya pasaron el invierno y la lluvia:
llegó el tiempo de la canción.
Abandonen las cisternas rotas».

Daniil el negro
(Primavera de 1408)

Para conseguir colores traslúcidos
coloco debajo de la pintura hojas de estaño
y utilizo como barniz aceite de 
ricino.

Cada maestro añade su propio 
saber:
en los labios y las mejillas uso rojo de laca, 
en las cejas y las arrugas, negro y caput mortuum.

Para conseguir los tonos diáfanos 
procedo mediante una aclaración progresiva.

Los cánones son severos.

Tengo siempre sobre la mesa blanco de plomo, ocre y cinabrio.

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