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La historia de Arasunu, el oso hormiguero domesticado que no pudo volver al Iberá

Rescatado de cachorro y rehabilitado durante dos años, el yurumí no logró adaptarse a la vida silvestre. Fue trasladado del Iberá a Fundación Temaikèn donde se convirtió en embajador de su especie.

Por El Litoral

Jueves, 27 de noviembre de 2025 a las 20:24
Gentileza Temaiken

La vida de un oso hormiguero gigante (Myrmecophaga tridactyla) que fue domesticado y no pudo volver a su hábitat natural. Lo bautizaron como Arasunu que en guaraní significa “trueno”. El ejemplar llegó a la vida humana demasiado pronto, huérfano con apenas un mes de vida, fue encontrado en Rosario de la Frontera, Salta, y trasladado al Proyecto de Reintroducción de la Fundación Rewilding en Corrientes para devolverlo a la naturaleza.

Durante dos años, un equipo de profesionales trabajó intensamente para prepararlo para la vida silvestre. Sin embargo, las señales no fueron alentadoras. Pese al manejo controlado y a los cuidados especializados, Arasunu desarrolló una fuerte dependencia hacia las personas, un comportamiento que sería determinante en su futuro.

La historia de Arasunu

Gentileza Temaiken

Ya en su hábitat natural, el equipo de Rewilding lo monitoreó con un collar de seguimiento. Los resultados mostraron que Arasunu no lograba adaptarse. Tenía bajo peso, visitaba casas en busca de contacto humano y llegó a ser atacado por otros osos hormigueros, una señal clara de que no estaba preparado para defenderse ni para establecer su propio territorio. Frente a este escenario, los especialistas tomaron una decisión difícil pero necesaria ya que Arasunu no podría sobrevivir solo.

La Fundación Temaikèn aceptó hacerse cargo del animal y trasladarlo a su Centro de Recuperación de Especies (CRET), donde atravesó un periodo de cuarentena y recibió exhaustivos chequeos de salud. Los análisis determinaron que estaba en condiciones de integrarse a uno de los ambientes del Bioparque, compartido con tapires, una especie con la que convive naturalmente en ecosistemas silvestres.

Hoy, Arasunu es parte estable del Bioparque y se convirtió en un embajador de su especie. Su historia, visible para los visitantes, busca generar conciencia sobre las amenazas que enfrentan los yurumíes en el país.

Los especialistas de Temaikèn explican que, pese a los esfuerzos, Arasunu desarrolló una “impronta humana” que vuelve imposible su supervivencia en libertad.

Su alimentación, por ejemplo, requiere un preparado específico. Un licuado para carnívoros estrictos enriquecido con turba y larvas, una receta diseñada especialmente para cubrir las necesidades nutricionales del oso hormiguero gigante.

La institución cuenta con experiencia y ambientes adecuados para su bienestar con el manejo especializado, atención veterinaria constante y espacios que replican características de su hábitat natural.

Gentileza Temaiken

Una especie en estado vulnerable

El yurumí u oso hormiguero gigante es una especie catalogada como vulnerable en Argentina. Habita en el norte del país, especialmente en pastizales, sabanas arboladas, selvas y bosques subtropicales. Puede alcanzar los 2,20 metros de largo y hasta 50 kilos de peso. Se alimenta de hormigas y termitas, unas 35.000 por día, gracias a su característica lengua larga, rápida y recubierta de saliva pegajosa.

Estos animales son solitarios y alternan actividad diurna y nocturna según las condiciones del clima y la presencia humana. En nuestro país, su población disminuyó de manera drástica en las últimas décadas debido a la pérdida de hábitat y, en menor medida, la caza.

Una historia que interpela

Arasunu no regresará al Iberá, pero su historia ya está cumpliendo otro propósito que es la de ayudar a entender la fragilidad de una especie emblemática del norte argentino y la importancia de los proyectos de conservación.

Cada visitante que se detiene frente a él conoce también la otra cara del rescate: la de los animales que, aun con cuidados y trabajo profesional, ya no pueden volver a su hogar silvestre. Su caso se transforma así en un llamado urgente a proteger los ambientes naturales donde todavía sobreviven los últimos yurumíes.

 

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