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/Ellitoral.com.ar/ Sociedad

La desaparición de una familia completa

En un episodio sorprendente y aún sin explicación, un matrimonio y sus cuatro pequeños hijos desaparecieron en enero del 2002, cerca de la localidad entrerriana de Nogoyá, sin dejar ningún rastro. La investigación policial y judicial no llegó a nada concreto hasta hoy. Se especula con la posibilidad de una abducción extraterrestre o un crimen masivo.
GENTILEZA
GENTILEZA

Por Francisco Villagrán

Especial para El Litoral

Pocos hechos en la reciente historia argentina resultan tan misteriosos y enigmáticos como el denominado Caso Gill, que involucró a toda una familia. El suceso, que extrañamente no tuvo la difusión mediática necesaria en su momento hoy pasó al olvido, pero no debería ser así, por la gravedad de lo que pasó, la protagonista fue una familia campesina compuesta por el padre, la madre y cuatro pequeños hijos de la pareja. El 2 de enero de 2002, tras asistir a un velatorio, regresaron a su hogar y desaparecieron, nunca fueron encontrados a pesar de que se los buscó intensamente. La investigación de las autoridades nunca pudo dar una respuesta concreta al sorprendente hecho, al tiempo que en la zona crece la hipótesis de una posible abducción extraterrestre por los testimonios de vecinos.

Los hechos comenzaron el 14 de enero del 2002 cuando la familia compuesta por José Rubén Gill, de 56 años, su esposa Norma Margarita Gallego (26), sus hijos María Ofelia (10 años), Osvaldo José (9), Carlos Daniel (6) y Sofía Margarita (4) abandonaron la estancia que cuidaban en el “Paraje Crucecita” rumbo a la ciudad de Viale, distante unos 12 kilómetros para asistir al velatorio de un amigo de la familia. Cabe señalar que esa región entrerriana, en el departamento de Nogoyá, fue escenario en esos años de infinidad de avistamientos de objetos voladores no identificados por parte de pobladores y turistas y hasta un contacto del tercer tipo, como el testigo Daniel Medina, que tuvo contacto directo con los tripulantes de una nave.

También se deben sumar los relatos reiterados del vuelo de extraños aparatos a baja altura, la constante aparición de animales mutilados en la zona y la inquietante presencia de presuntos marines norteamericanos. Y para agregar un dato importante, en esa época fue publicado un libro llamado “Ovnis, llegaron también a Viale”, del investigador local Ariel Lemos.

A pesar de todos los detalles que confluyen en un caso de características misteriosas, la lógica criminalística avanzó hacia una hipótesis criminal, y se buscaron pistas por un posible séxtuple homicidio, se buscaron posibles entierros de cuerpos hasta 200 metros alrededor de la estancia, peritos forenses, distintos agentes de organismos del gobierno, funcionarios judiciales y policiales, incluso con perros rastreadores, trabajaron en torno a una venganza, un ajuste de cuentas y hasta un problema pasional. Lo cierto es que nada se encontró en todos estos años, la estancia fue dada vuelta buscando algo, pero no se halló nada que permitiera pensar en un crimen en masa.

La reconstrucción de los últimos pasos de la familia Gill permitió saber que, tras haber pasado la madrugada en el velatorio, emprendieron el regreso a la estancia, utilizando el transporte público. Esa fue la última vez que alguien los vio con vida. Tuvieron que pasar tres meses para confirmar la desaparición de las seis personas. ¿Por qué tanto tiempo? Los investigadores dicen que es algo normal, porque los Gill sembraban y cuidaban el ganado de la estancia y no tenían mucho contacto con el exterior.

La primera sospecha la tuvo una hermana de Norma Gallego, ya que la familia estuvo ausente en dos cumpleaños familiares sin avisar. La mujer habló por teléfono con Alfonso Goette, de origen alemán, el dueño del campo, quien  le dijo que no veía a los Gill desde el 14 de enero en el velatorio. Ante esto, la preocupada mujer concurrió al campo y no encontró nada anormal, todo estaba aparentemente en orden, pero no había nadie.

A partir de allí, todo fue un misterio y adquirió ribetes de película de ciencia ficción o de terror. Los detalles misteriosos se cruzan y mezclan con circunstancias de escaso profesionalismo al momento de encarar la investigación. Por ejemplo, la primera pericia sobre el caso se realizó recién unos cuatro meses después de comprobada la desaparición. ¿Por qué se demoró tanto?

Sin novedades

Hoy, pasados quince años del hecho, la justicia jamás procesó a nadie y ni siquiera elaboró una teoría que fundamente un crimen. La carátula del expediente sigue con el poco sustentable título de “averiguación de paradero”. En concreto, no hay elementos que presuman la muerte de los Gill y un detalle importante: la estancia quedó desolada, con todos los documentos, vestimentas, juguetes de los chicos y hasta la comida servida, como si todos se hubieran esfumado en ese momento, ni los perros quedaron, sólo uno que estaba lejos de la casa y que se mostró muy temeroso en los días siguientes. Todo un misterio que debería haber sido investigado desde todos los ángulos, pero que lamentablemente no sucedió así.

Una de las novedades de la causa fueron las conclusiones arribadas luego de una “autopsia psicológica” realizada por un psicólogo forense quien determinó que los Gill no pertenecían a ninguna secta religiosa ni profesaban religión alguna con la que pudiera relacionarse su desaparición. En cuanto a la personalidad del jefe de familia el perito agregó que “era un hombre alegre, locuaz, sociable, al que nunca se le veía triste, de acuerdo con los testimonios peritados. No existían motivos para que estas personas cortaran todos su vínculos con sus seres queridos, por lo que la hipótesis de muerte o privación de la libertad deben ser tomada como una cuestión de Estado y no como un caso más”.

Para completar el cuadro de situación algunos vecinos de los Gill, que estaban  un poco lejos, dijeron que en esos días habían sido vistos extraños objetos luminosos evolucionando en la zona, en especial cerca de la casa de los Gill, y también fueron encontrados dos animales vacunos extrañamente mutilados, como es de estilo en la mutilación de ganado.

A lo largo de la historia de desapariciones misteriosas, sin explicación alguna, figuran las del Triángulo de las Bermudas, la del Bergantín Mary Celeste, cientos de soldados en la Primera y Segunda Guerra Mundial, que desaparecieron sin dejar rastro, como el caso de Oliver Thomas, secuestrado en plena noche por “algo” hacia arriba o los habitantes de la aldea esquimal Anjiku, que en número de 50 desaparecieron sin dejar rastro en 1932, comprobado oficialmente por la Policía Montada de Canadá, por nombrar solo algunas y hay muchas más. 

La desaparición de una familia completa  forma ya parte de este insondable misterio  que difícilmente sea aclarado.

Lo último que se sabe del caso, que fue reabierto en el año 2015 por un nuevo fiscal, es que el dueño del campo, Alfonso Goette, murió en un extraño accidente al perder el control de su camioneta y volcar en un camino regional, justo ese año.

Un ex empleado de Goette habló tras la muerte de este, al parecer liberado de alguna promesa o presión que tenía, haciendo importantes declaraciones que podrían llevar al esclarecimiento definitivo del caso Gill. 

Es de esperar que esto así  ocurra. Por todas estas razones y ante la falta de evidencias más consistentes, la desaparición de seis miembros de la familia Gill, puede sumarse, hasta que se demuestre lo contrario, al amplio dossier de “desapariciones misteriosas”.

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