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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

¿Sabía EE. UU. que Japón atacaría Pearl Harbor?

El inesperado bombardeo japonés del 7 de diciembre de 1941 destruyó la principal base naval norteamericana en el Pacífico, Pearl Harbor, en las islas Hawai. Algunos historiadores sostienen que el presidente estadounidense Franklin Roosevelt permitió el ataque a sabiendas, para arrastrar a Estados Unidos a la guerra.
Destrucción. Las bombas japonesas impactan de lleno en los barcos anclados.

Por Francisco Villagrán

Especial para El Litoral

El ataque japonés a la base naval estadounidense de Pearl Harbor, marcó el punto de inflexión que determinó la entrada en guerra de los Estados Unidos de América. Según algunos historiadores, los altos mandos de EE. UU. ya estaban en conocimiento de que los nipones podrían atacar la base, aunque sin precisar día exactamente. Ese apacible domingo a las 8 de la mañana, fueron el día y hora elegidos por los altos mandos japoneses para lanzar el devastador ataque aeronaval, cuando aún muchos marinos se estaban levantando. También se habló de un juego de intrigas políticas y militares, que estaban encaminadas a involucrar a los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, de alguna manera. Y esta “mojada de oreja” por los japoneses fue el pretexto buscado por muchos, ya que al día siguiente, el presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt, con el apoyo total del Congreso, declaró la guerra al Imperio del Japón y en consecuencia, Estados Unidos estaba inmerso en plena guerra.

Ese 7 de diciembre de 1941, una gran formación de aviones japoneses, 183 exactamente, irrumpió por sorpresa en el cielo de Hawai y en pocas horas el ataque devastador destruyó la principal base estadounidense en el Pacífico, dejando más de 3.000 muertos y heridos. Para acabar de rematar la jugada, los pesados bombarderos que Estados Unidos tenía en las islas Filipinas, y que servían de importante fuerza de disuasión en la zona, también fueron destruídos por las bombas japonesas, diez horas después del ataque a Pearl Harbor, dejando a los estadounidenses en una posición de suma vulnerabilidad ante el avance japonés.

Gran despliegue

Los ataques japoneses partieron desde una gran fuerza naval ubicada mar adentro, desde unos seis portaaviones: el Akaki, Shokaku, Kaga, Zuikaku, Hiryu y Soryu. Además, los cruceros Hiel y Kirishima, 2 cruceros pesados, 1 crucero ligero y 9 destructores, una formidable fuerza de ataque, que se reunió en las islas Kuriles, desde donde partió hacia Pearl Harbor y estaba al mando del almirante Hisoroku Yamamoto, con una vasta experiencia en la marina japonesa. En total una fuerza de 370 aviones, distribuídos en dos oleadas, fueron los encargados del ataque, al mando de los mejores pilotos del mundo en ese momento, entre los que se contaban muchos Kamikaze (pilotos syuicidas). Cazas Zero M5 Mitsubishi, Bombarderos Aichi, Torpederos Nakajima B5, todos ellos dependiendo de la orden del capitán Fuchida, que daría la orden de atacar en el momento justo, usando la clave “Tora, Tora” (Tigre, en japonés), eran las 7.53 de ese domingo. Luego de una hora y media de vuelo sobre el mar, y tras evitar una cadena montañosa de la isla Oahu y cuando la nubosidad se disipó, Fuchida dio la orden en clave codificada y los distintos aviones se lanzaron sobre la flota anclada, provenientes de distintas direcciones, lanzando bombas y metralla sobre los distintos barcos anclados, indefensos, un blanco más que fácil para los pilotos japoneses.

La sorpresa fue total, sorprendieron a todos, pero una pregunta quedó pendiente, ¿Por qué no estaban los portaaviones de la Flota del Pacífico, que eran el principal blanco del ataque de la flota japonesa a Pearl Harbor? Ninguno de ellos estaba ese día en la base naval hawaiana. Algunas voces oficiales han asegurado que se ordenó a los portaaviones, la principal fuerza de choque, alejarse de Pearl Harbor, a sabiendas de que iba a producirse la agresión japonesa. Sin embargo, en el momento del ataque, el portaaviones “Enterprise” se encontraba apenas a 150 millas de la base, regresando de una travesía a la isla de Wake, donde había desembarcado aviones y pilotos. Tras tener noticias del ataque a la base naval de Pearl Harbor, envió en auxilio varios cazabombarderos, que se enfrentaron a la segunda oleada japonesa. Por su parte el “Lexington” había partido el 5 de diciembre en una misión semejante hacia la isla de Midway y por último, el tercer portaaviones de la flota, el “Saratoga”, se encontraba en San Diego, California, para ser sometido a operaciones de mantenimiento.

El tremendo saldo del ataque para los norteamericanos fue de más de 2500 muertos, 1178 heridos, 188 aviones y 20 barcos destruidos o seriamente averiados. Por su parte, los japoneses tuvieron 29 aviones abatidos, 185 muertos, 6 barcos y un submarino perdidos en combate. De cualquier manera, la misión no fue totalmente exitosa, pues los portaaviones más importantes no pudieron ser hundidos pues no estaban en la base. Como dato anecdótico, cabe señalar que durante el ataque, uno de los pocos barcos que salieron indemnes del mismo fue el destructor “Phoenix”, que luego participó de muchas misiones y combates en el Pacífico y terminada la guerra, a comienzos de la década del 50, fue vendido a la Armada Argentina, siendo rebautizado con el nombre de crucero ARA “General Belgrano”, que finalmente fuera hundido por el submarino británico “Conqueror” en la Guerra de las Malvinas, en 1982, causando la muerte a todos sus tripulantes.  

El ataque contra Pearl Harbor despertó la ira estadounidense contra los japoneses y el propio presidente Roosevelt fue quien enardeció más a la gente, cuando declaró ante el Congreso que esa era una fecha que vivirá en la historia como el día de la infamia y tildaba a la acción nipona como ofensiva, premeditada, cobarde y traidora. Todo esto hizo que los primeros en pagar las consecuencias de este ataque fueran los ciudadanos estadounidenses de origen japonés, ya que en marzo de 1942, Roosevelt autorizó la creación de zonas de exclusión para norteamericanos de origen japonés, en los estados de la zona Oeste del país. Ello significó su evacuación y su injusto confinamiento en verdaderos campos de concentración, lo que duró hasta el fin de la guerra, luego de lo cual el gobierno norteamericano pidió disculpas por la injusta medida y les devolvió su anterior estado civil, pero ya el mal estaba hecho. Durante mucho tiempo los japoneses que se quedaron en Estados Unidos, fueron mirados como enemigos por el ataque a Pearl Harbor.

Los norteamericanos se tomaron tremenda venganza cuando arrojaron las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, en agosto de 1945.

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