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¿Excelencia?

Por Leticia Oraisón de Turpín

Orientadora Familiar

Alguna vez nos detuvimos a pensar en la  excelencia? ¿Analizamos lo que entraña ser excelentes?  ¿Cuesta mucho conseguirla? ¿Todos podemos  ser excelentes?

Son todas preguntas lógicas  dentro del contexto y que pueden o no inquietar o interrogar a la persona. Pero  está claro  que quien ha meditado sobre este tema también lo habrá reclamado en algún momento y ha visto sus ventajas y necesidad.

Pensar que todos, absolutamente todos, podemos conseguir la excelencia, o al menos, en el peor de los casos, acercarnos bastante a ella.

La excelencia es el punto de llegada de todo esfuerzo por mejorar, mejorar un trabajo y su realización, mejorar un espacio, mejorar  una relación humana, mejorar la eficiencia, mejorar las aspiraciones, mejorar, mejorar, mejorar, ese es el verbo que debemos emplear siempre. Si todos lo conjugáramos…..  yo  mejoro.. tú mejoras.. él mejora.. nosotros… etc.  qué distinta sería nuestra realidad hoy tan deslucida, devaluada y corrupta.

El hombre fue creado para tender siempre a la excelencia, su conciencia, escrita en su alma lo reclama. Cuando trasgredimos esas normas de la conciencia hacemos las cosas mal aunque por soberbia muchas veces nos sentimos bien, como si hubiéramos superado un límite y  estuviéramos  en ganadores, ¿ganadores de qué?  Si todo se vuelve en algún momento un bumerán,  pronto o tarde,  pero vuelve y volverá como lo mandamos, con sus defectos y su ruindad, destruyendo todo a su paso, incluyendo al que lo mandó.

Es de ganadores de verdad, manejarse con deseos de excelencia, valorando las cosas buenas y superiores y adhiriendo a ellas. ¡Cierto!,  encierra  muchas veces más esfuerzo y dedicación, pero vale la pena. Los resultados son distintos, alegran, satisfacen, resuelven problemas y conductas, gratifican a quien lo realiza y a sus beneficiarios.

Busquemos la excelencia para realizarnos mejor  como personas, trabajemos por alcanzar metas superiores, por cumplir con nuestras obligaciones y también por aquellas que no son obligatorias, pero pueden beneficiar a otro o a la comunidad. No nos encerremos en un círculo egoísta y egocéntrico que terminará por dejarnos solos, estériles y fracasados (mala palabra en este mundo eficiente) o sea, nos convertirá en inútiles y descartables.

Si no queremos ser mediocres, anónimos, intrascendentes, luchemos por realizarnos, porque fuimos creados por Dios sin limites, con libertad, con posibilidades.

Todos podemos ser excelentes, líderes, conductores, nada nos lo impide, (sólo nuestra escasa voluntad puede oponerse) … ¿por qué entonces rastrear en la ignorancia culpable, la abulia deliberada y la mediocridad aceptada?  en esa ociosidad que nos anula y sumerge en pozos de oscuridad y tantas veces desesperación.

Y eso sucede cuando no escuchamos nuestro llamado a superarnos, a ser mejores. El hombre es el único ser que no tiene límites, que fue dotado de libertad por Dios y por tanto puede acercarse y asemejarse a El con su talento creador.

¡Empecemos ya! No desperdiciemos el tiempo que es un recurso no renovable, hoy es nuestra fortuna, hoy, y si no lo aprovechamos pasará sin beneficiar a nadie. 

El trabajo diario, la obligación diaria, es la opción que tenemos para ser fecundos y creativos, porque no hay trabajos inferiores, las diferencias las establecemos en el empeño y dedicación con que lo hacemos.

Iniciemos hoy nuestro vuelo, despeguemos hacia cielos más altos y nuestra vida cambiará para  siempre, para mejorarnos y enriquecernos de valores. 

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