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María Judith Molinari o el “verde que se oye”

Nació en Esquina, Corrientes. Reside en Buenos Aires. Docente, poeta, escritora. Cursó Relaciones Humanas en la UCA y Normativa de la Lengua en Fundación Instituto Superior de Estudios Lingüísticos, Litterae. Algunos de sus libros publicados son: Verde que se oye, con prólogo de Leonor A. de Borges, 1971; Poetas bajo un solo techo, antología, 1976; Palabras cruzadas, 1977; Imagen, 1993; El oro de las espigas, 2004; Del Quijote al Gaucho, 2005;  Rebelde sosiego,  2011. Es Faja de Honor de la Sade por su libro Del Quijote al Gaucho, 2006; Gente de Letras, Segundo Premio Poesía,  2009. Es miembro de la Fundación Argentina para la Poesía.

Por Rodrigo Galarza

Especial para El Litoral

En una entrevista realizada por Gustavo Tisocco para su blog, María Judith Molinari cuenta lo siguiente: “A los doce años leí el Martín Fierro. Esta lectura me dejó el ritmo del octosílabo y con esa métrica empecé a escribir sin cesar hasta que Shakespeare, Quevedo y Cervantes me infundieron el soneto que hasta hoy lo llevo, mal o bien, pero fielmente”. Y vaya que si ha sido fiel a esta modalidad inventada por Petrarca; la poeta esquinense lleva más de cuarenta años publicando libros de sonetos. Su talento, trabajo y persistencia la convierten en una exquisita sonetista y la ubican junto a otros grandes cultores de este tipo de composición como Juan José Folguerá, Cancho Gordiola Niella o Alfredo Mariano García.

Aunque radicada en Buenos Aires hace ya largos años, la matria de su escritura es siempre Corrientes, ya sea desde el “Verde que se oye” (título de su primer poemario): (…) “En todo este lugar que no parece/ habitado por nadie todavía/ el aire, verde a verde buscaría el único naranjo que allí crece/ Por las aguas que corren silenciosas/ desbordantes de azahar, juncos y lunas/ canta el ave entre ceibos y lagunas/ y las horas avanzan misteriosas”. O bien a través de poemas conjeturales que ponen voz a héroes que hicieron la patria desde suelo correntino: “Yo soy el que se fue. El que ha sangrado/ entre lanza y clarín por defenderte./ El que ha matado para no perderte./ El que ya no está más. El olvidado” (…) dice en “Habla un soldado de Berón de Astrada”.

Además de haber cultivado una larga amistad con Borges, M. J. Molinari se declara admiradora y estudiosa de la obra del genial poeta de “Fervor de Buenos Aires”. Quizá influido por él, la poeta esquinense ha desarrollado con efectividad una serie de poemas conjeturales, metaliterarios e históricos tales como los titulados: “Carta del Quijote al gaucho”, “Habla un soldado compañero del sargento Cabral”, “Habla un soldado de Berón de Astrada”, “La hermandad”, etc. Asimismo, en varios poemas define a diferentes figuras de la cultura argentina como el propio Borges, Quinquela Martín o Alejandra Pizarnik, a quien se referirá así: “Las sombras que poblaron tu poesía/ conjeturan tus rostros a la vista./ Angustiada, sonámbula, imprevista,/ sondeabas el silencio cada día” (…).

Es para nosotros una alegría poder compartir con el desocupado lector (prevenía con ingenio un tal Cervantes en prólogo al no menos ingenioso caballero de larga quijada) esta voz poco difundida en Corrientes, en cuyo pulso no deja de latir precisamente esto que llamamos Corrientes.

Muestrario mInimo

DESCUBRIMIENTOS 

DEL AMOR

I

Apenas te descubro y ya sos mía

oh, tierra de dulcísimos cantares.

Por heroicos caminos, los altares

alzaron la plegaria. Yo crecía.

 

Desde siempre nombraban la poesía

sobre el agua que lleva los pesares.

Como en brotes de lirios, 

        [los talares

anunciaban con pájaros el día.

 

Mejor dicho, tomados 

        [de las manos

recorrían inviernos y veranos,

en procesión de nubes las semillas

 

generaban su luz, hoja tras hoja

y en clara obstinación 

        [de la congoja

fue sabia la humildad de las 

        [gramillas.

PACTO DE AMOR

Quiero a mi pueblo.

En verdad lo quiero.

He pactado con el mi nacimiento,

mis vivencias, mi Fe, 

        [mi sentimiento.

He firmado y he dicho 

        [que prefiero

el tiempo inacabable de su verde,

de ese verde con fuertes 

        [caballadas,

con hombres de corajes 

        [y de espadas,

bajo el “tigrero” sol que, a siestas,         [muerde.

El resplandor glorioso y esa gente

de inmemorables nombres 

        [me renueva

esta amigable sangre y esta suerte

de poder encontrarme, 

        [simplemente,

en la heroica nobleza que 

        [nos prueba

con un pacto de amor, hasta 

        [la muerte.

El color del silencio

Bástenos recordar que 

        [acecha quieto.

Concede firmamento y aconseja

la primera verdad que nos refleja

la luz de la razón. Como un decreto

 

nos va entregando, pródigo 

        [y concreto,

la abstracción insonora 

        [que empareja;

memora la perenne moraleja

y, en modesto propósito secreto

 

se hospeda como un sueño 

        [el pensamiento. Entre el Ser y no Ser, 

        [discernimiento

que aproxima al misterio.

        [Lo sabremos

 

en la actitud interna que es el alma,

en el orden secreto de la calma

y en el color silencio que seremos. 

ESE MIRAR QUE DE 

TAN LEJOS VIENE

a María Granata

Leal es el poema. Asevera

la luz incandescente de sus voces.

Incrustan arco iris en veloces

y bárbaras distancias. Es verdadera

la posesión del verso y la manera

de remontar la vida, los adioses.

Segura de sí misma, con los goces

que el nutricio momento 

        [le infundiera,

sabe dejarnos venturosamente

esa continua búsqueda naciente

que apacigua el temblor 

        [del universo.

Ese mirar que de tan lejos viene

aguarda incorruptible, 

        [hasta se aviene

a coronarme el ámbito del verso.

HABLA UN SOLDADO DE 

BERON DE ASTRADA

Busco la luz y vengo galopando

de la sombra. Esta vida 

        [en otra suerte

de estar vivo en la muerte, en 

        [la alta muerte

y ser alguna flor de cuando 

        [en cuando.

Yo soy el que se fue. El que 

        [ha sangrado

entre lanza y clarín por defenderte.

El que ha matado para no perderte.

El que ya no está más. El olvidado.

Vengo a cobrar los días de descanso,

alguna que otra estrella y, 

        [si no alcanzo,

el polvo del que vine ha de llevarme.

Yo soy el que se fue. Y el que 

        [ha vencido

a la vida, a la muerte, 

        [al largo olvido.

Sólo un campo de paz, vengo 

        [a cobrarme.

LA RECORRIDA

Ya tremolan espigas del verano

para calmar el tiempo anochecido.

Incógnitos llamados y el silbido

adentrado en la niebla de antemano.

La mañana dialoga con su mano

cuando lava su rostro desvalido.

El sueño descubierto es un quejido

del secreto incansable y cotidiano.

Hay miradas, de pronto, 

        [en todas partes;

cartel de profecías que compartes

y una fuerza que impulsa 

        [los deseos.

Lo nombran y lo siguen 

        [sin descanso.

En el verde pomposo del remanso

un ocioso juncal con balanceos.

LILAS DESHOJADAS

a Alejandra Pizarnik

Las sombras que poblaron 

        [tu poesía

conjeturan tus rostros a la vista.

Angustiada, sonámbula, 

        [imprevista,

sondeabas el silencio cada día.

Tu infancia insostenible elegiría

ese salto mortal que da el artista

y, en tu voz desdoblada, 

        [la entrevista

con la cripta en continua simetría.

Golpeaste con la piedra 

        [y la locura.

Las noches que apoyaron 

        [tu aventura

en las supersticiones te desnudan.

Descifrándote a ciegas, te entreveo

segura de ti misma en el floreo

de lilas deshojadas, que hoy 

        [me ayudan.

 

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