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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

La historia del U 65, el submarino maldito

Hechos misteriosos han ocurrido desde siempre en todos los mares, a barcos pequeños y grandes, como al Mary Celeste y otros veleros en la zona del Triángulo de las Bermudas, o el caso del famoso Holandés Errante y otros similares. Los submarinos no escapan a estos fenómenos, tal el caso del U 65, en la Primera Guerra, llamado por muchos el submarino maldito desde su construcción.
U 65. El submarino maldito, con parte de su tripulación.

Por Francisco Villagrán

villagranmail@gmail.com

Especial para El Litoral

Desde que se conoció la historia del submarino alemán U 65, con el transcurso del tiempo fue adquiriendo ribetes de leyenda. Testimonios de todo tipo de la época e investigaciones periodísticas, que intentaron ser desacreditadas por la armada alemana, revelaron que ese navío botado al mar oficialmente en enero de 1917, estaba dominado por una serie de hechos malditos, aterradores, que incluso la habrían llevado a su autodestrucción, poco antes del final de la Primera Guerra Mundial. Pero más allá de los daños causados por la actividad bélica, el submarino construido durante 1916 en los astilleros de Hamburgo, reúne una increíble sucesión de hechos y episodios trágicos ocurridos en su interior y que tuvieron a muchos de sus tripulantes como protagonistas de actitudes extrañas que los llevaban a su muerte o a la de otros compañeros.

Por si algo le faltaba a la historia negra del U 65, basta referirse a la presencia fantasmagórica de un oficial ya fallecido y al que la tripulación solía ver en el interior del submarino, visión que hasta fue compartida por el capitán de un submarino enemigo, que avistó, desde su periscopio, al espectro del oficial parado sobre la cubierta del submarino alemán.

Entre las anomalías detectadas en el U 65, uno de los seis prototipos que la armada imperial mandó construir para acentuar su dominio en los mares durante la Primera Guerra Mundial, figura en 1916 la muerte de un operario que, durante la construcción del navío, fue golpeado por una viga de acero que se desprendió de un guinche de modo inexplicable. Luego, en la primera prueba realizada en mar abierto, tres tripulantes murieron ahogados al quedar encerrados en la sala de máquinas durante una inmersión por el desperfecto de una puerta que, cuando fueron a rescatarlos, se abrió sin ninguna dificultad.

Terror en lo profundo

Al terminar la guerra, en noviembre de 1918, fueron trascendiendo relatos de marinos del U 65 que en muchos casos habían pedido ser cambiados del submarino, aterrados por los hechos extraños que sucedían a bordo, como las luces que de pronto aparecían sin nada que las justificara, o la sensación que experimentaban mientras dormían en sus camastros, de que una mano helada les acariciaba lentamente el rostro. Se despertaban y no veían nada. En el submarino hubo muchos suicidios, algunos inconcebibles, como cuando un tripulante, a la vista del capitán, empezó a correr sobre cubierta, presa de terror, para lanzarse sobre las hélices de la nave que despedazaron su cuerpo. El miedo, afirmaron los testimonios de los que sobrevivieron al sumergible maldito, era también ocasionado por la visita de marineros muertos en el U 65 y que se manifestaban en cualquier lugar de la nave, para luego desaparecer ante la vista de todos. Ahí, bajo el mar, no podían ir muy lejos…

La visión más común era la de un oficial fallecido que aparecía cruzado de brazos sobre la cubierta del submarino, la misma que tuvo el capitán del submarino estadounidense L 2, cuando se disponía a torpedear al U 65 frente a las costas de Irlanda. La perplejidad del marino norteamericano duró apenas unos segundos, porque el submarino alemán estalló y no por la acción del torpedo enemigo, sino por algo que ocurrió en su interior y que el sumergible maldito se llevó como secreto a su tumba, en lo profundo del mar, junto a los 34 marinos que lo tripulaban. ¿Qué sucedió realmente? Eso nunca se sabrá y seguirá como un misterio.

Aunque la Armada Imperial Alemana negó sistemáticamente los hechos anómalos que ocurrían en torno al submarino U 65, trataron de encontrarle una solución práctica a los problemas que planteaba el navío. La solución que idearon llegó por una vía no convencional para su rígida concepción de las cosas desde el punto de vista beligerante: se debía practicarle un exorcismo a la nave. Los altos mandos no estuvieron de acuerdo del todo, pero debieron rendirse ante las evidencias y los testimonios de los  marinos, en especial de los oficiales que contaron los hechos sobrenaturales con lujo de detalles.

Para ello convocaron a un sacerdote que bendijo a la embarcación que, poco tiempo después, el 18 de julio de 1918, estalló en el mar por causas desconocidas, tal como lo comentamos más arriba, exactamente cuatro meses antes de que culminara la Primera Guerra Mundial.

Al parecer, de poco sirvió esta medida extrema y poco común tomada por las autoridades navales alemanas, de exorcizar a un navío. Se formó una comisión para investigar en detalle las causas del hundimiento del submarino, pero al no haber casi pruebas materiales de lo sucedido, no se pudo averiguar nada y la explicación sólo se limitó a hipótesis y teorías de lo que pudo haber pasado en el interior del submarino maldito. Lo único concreto, atestiguado por un submarino enemigo, es que el U 65 estalló en pedazos, como si hubiera ocurrido una gran explosión dentro del submarino, quizás ocasionada por algo o alguien. Un nuevo misterio del mar, que siempre nos tiene sorpresas.

Esto nos hace acordar también a lo ocurrido recientemente con el submarino argentino ARA San Juan que, tras explotar, desapareció en las profundidades para siempre.

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