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Pasando revista

Aprendimos y mucho “Pasando Revista”. Las revistas eran un torrente formador, de recreación y conocimientos que todos practicábamos gracias a ellas. Fue su mejor papel: educar con juego inteligente.

Por Adalberto Balduino

Especial para El Litoral

Esta frase de corte militar tiene su fortaleza en que de alguna manera se trata de la significación comprobada in-situ. Constatar algo, de frente y estimando la falta o no. Una inspección ocular de algo que permita obtener un resultado fehaciente.

Desde entonces, toda auditoría, o control de alguien sobre uno por múltiples circunstancias la jerga popular se ha encargado de hacerla cotidiana, ya que su carácter marca y exagera la severidad del supuesto “pase de revista”.

Yo, en realidad, me permito utilizarla para que su similitud nos recuerde los días “heroicos” de  las Revistas, que supimos pasar nuestra niñez con esa catarata de papel dibujado y escrito que cada semana llenaba nuestras expectativas. Recordarlas, que no es la primera vez, es un homenaje a ese “Pase de Revista” que acompañó nuestra niñez y adolescencia de una Argentina con miles de problemas, pero positiva por la maravillosa aventura de la lectura como costumbre primera. A través de ellas recorrimos el mundo entero, nos enteramos de cuánto había que saber en cuanto a la didáctica escolar. Entretenimiento, paseos interminables, aventuras, permitirnos hacernos preguntas que surgían de sus lecturas y contribuían a aprender con las respuestas de los mayores a quienes interpelábamos constantemente en busca de claridad ante las dudas. Es decir, las revistas eran motivantes a la vez que nuestros pensamientos volaban imaginando, poniendo en carrera al pensamiento, lo cual favorecía nuestra evolución hacia el sentido común de las cosas.

Las serias fueron muchas pero bien populares: por ejemplo, Editorial Haynes, fundada en 1904 por Alberto M. Haynes, editó algunos títulos de gran llegada, como “El Hogar”, “Mundo Deportivo”, “Mundo Agrario”, “Mundo Infantil” y “Mundo Argentino”. En esta última estaba la tira en muy breves cuadros de humor: “El Rey Petiso”. Pero lo que robaba de lejos, eran los dibujos de un virtuoso autor canadiense nacido en Halifax, Harold Foster, famoso con sus tiras de “El Príncipe Valiente en los días del Rey Arturo”. Si bien lineal como todo dibujo, por la perfección de detalles, eran verdaderas fotos. Dada su popularidad, el cine de oro de Hollywood rescató la tira, en una producción del año 1954, con Robert Wagner, Janet Leigh y James Mason. Harold Foster también hizo famoso a Tarzán del autor Edgar Rice Burroughs. Agreguemos que también en cine, reproducía con lujo las características del personaje de los dibujos Tarzán de Foster: interpretados por la pareja más celebrada, Johnny Weismuller, ex campeón olímpico norteamericano, y en el papel de Jane, la actriz Mauren O’Sullivan, madre de Mia Farrow.

En 1928 nace la revista de historietas que sienta una gran historia de la mano de su creador Dante Quinterno: “Patoruzú”. Hasta el avance de “Misterix” de Editorial Abril de la familia del italiano Cívita, con los personajes: “Misterix”, “Bull Rockett”, a las que se les suma “Sargento Kirk” de Hugo Pratt, “Vito Nervio”, “Precinto 56”, “Capitán Cormorant”, entre otros.

Editorial Frontera de Héctor Germán Oesterheld, el máximo guionista de historietas, lanza las revistas entre 1956 y 1061 “Frontera” y “Hora Cero”, con aventuras como “Joe Zonda”, “Sherlock Time” de Breccia, “Ticonderoga” de Pratt, “Randall the killer”, “El Eternauta” de Oesterheld con dibujos de Solano López. Fueron tantas de diversos géneros, que resulta imposible “pasar revista” a todas, valga por lo menos el gran homenaje a sus hacedores y al nivel logrado artísticamente. “Rayo Rojo” fue la novedad por su formato de bolsillo y por la popularidad de sus personajes, “Colt Miller el justiciero” de Amelio Galletini, “Ken Russell” de Ivo Pavone, “Tierra del fuego” de Carlos Vogt, “El indio Suárez” de Oesterheld y Freixas, etc.

Pasando revista, no podemos dejar de mencionar al popular “Rico Tipo” de  Guillermo Divito, con una serie de personajes creados por él: sus famosas “chicas” que dictaron moda, como así: “Fallutelli”, “Pochita Morfoni”, “Fúlmine”, “Bómbolo”, “El Abuelo”, “El otro yo del Dr. Merengue”. Aglutinó a grandes dibujantes y autores de la talla de Oski, Calé, Horacio Meyrialle, Carlos Warnes, Farux, Aldo Camarotta, Toño Gallo, Quino, Billy Kerosene, Mazzone, Pedro Seguí, Ianiro, etc. 

Gran aporte hicieron las revistas educativas interesadas en llegar a los niños con material de entretenimiento didáctico. En 1919, irrumpe “Billiken” de la mano de su creador, Constancio C. Vigil, de Editorial Atlántida. En 1936, le sigue “Figuritas” para evolucionar con “Mundo Infantil” en 1946. Luego más acá, “Anteojitos” de García Ferré. Algunos recuerdan de “Billiken” tesoros perdidos como “Ocalito y Tumbita”, “La isla del Tesoro”, “Pelopincho y Cachirula”, “Más allá de Zanzíbar”. En “Figuritas” un dibujante pionero, Carlos Clemen.

Algunas de las revistas dedicadas a la radio, el cine y el teatro: Julio Korn instala “Revista Antena” en el año 1931, y en 1934 “Radiolandia”. No olvidemos que en 1916 lanza en principio, Vicente Bucheri “El alma que canta”, una revista dedicada a las letras de tangos y poesías,  marcando en 1928 un tiraje semanal de 250.000 ejemplares.

Toda la constelación de revistas populares de todos los géneros no sólo sumaron al quehacer argentino el saber de cada especialidad, sino que enriquecieron el conocimiento en una diversión que contagiaba, leyendo sin inconvenientes, amenamente. Recuerdo cómo intercambiábamos como figuritas. Eran directas, con finales ejemplares y una moraleja siempre constructiva. Tal vez por ser populares tenían la ventaja y el privilegio de ser menos “cholulas.” Uno conocía al artista en su función específica, por lo tanto se aprendía de cada especialidad algo que amén de informar, enseñaba. Las revistas de historietas fue toda una revelación en la Argentina, más aún dado el alto nivel alcanzado y las posibilidades ciertas de trabajo regular bien remunerado, se dieron cita en nuestro país grandes autores y dibujantes de la talla de un Hugo Pratt. El famoso dibujante y autor italiano, nacido en Rímini, cuyas historietas marcaron nombres brillantes: “Sargento Kirk”, “Ticonderoga” y tantos otros, pasando finalmente a su consagración mundial: “Corto Maltés”. Mientras que en “Patoruzito”, publicaban “Rip Kirby” de Alex Raymond, al igual que “El Corsario” de Luis Salinas. Entre tantas revistas publicadas, también recordamos a “Tit-Bis”, “Fantasía”, “Leoplán”, “El Gorrión”, “El Tony”, etc.

“El alma que canta”, una revista que enseñó a cantar recordando las mejores letras del acervo tanguero. O, la muestra más que contundente, que supo darle el argentino Héctor Oesterheld, tanto en la producción editorial como en la revolución de sus guiones reconocidos en todo el mundo. 

Nos hicimos con revistas, pertenecemos a una generación de lectura. Esa práctica nunca superada que invita a soñar, pero más que nada a construir todo lo mejor de cada uno.

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