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/Ellitoral.com.ar/ Especiales

Luis, el albañil que volvió al regimiento para ir a Malvinas: “Nuestra batalla es permanente”

Hizo la colimba en 1981 y, tras salir, fue a trabajar a Rosario en la construcción. A poco de la recuperación de las islas regresó y se sumó al cuartel de Mercedes. Estuvo en combate; padeció frío y hambre. Volvió y superó con esfuerzo la posguerra. Hoy es el presidente del centro malvinero de Esquina. 

Gustavo Lescano

glescano@ellitoral.com.ar

Su destino podría haber sido otro, pero a los 19 años Luis Alberto Ayala eligió uno más extremo. Dejó el andamio y los baldes de cemento en la ciudad de Rosario para regresar a su paraje natal del sur de Corrientes, y en un abrir y cerrar de ojos estuvo de vuelta en el Regimiento 12 de Mercedes. Apenas unos meses antes había terminado de hacer allí el servicio militar y, en ese abril de 1982, el exconscripto llegó con un nuevo objetivo: alistarse para ir a la guerra de Malvinas.

Parecía una locura, pero el muchacho estaba convencido. Se despidió de sus padres en la humilde casita del paraje El Duraznillo, en la Quinta Sección del Departamento de Goya, y emprendió el viaje al sur del continente. En un instante todo cambió por completo.

Luis nació en la zona rural goyana, pero su vida siempre estuvo ligada a Esquina, por una cuestión de cercanía. En 1981 hizo la colimba en Mercedes y, al salir de baja, como muchos correntinos tuvo que ir a buscar trabajo fuera de la provincia. Recaló en la ciudad de Rosario, donde consiguió una changa en la construcción.

A principios de abril de 1982, el joven albañil estaba en su pieza cuando escuchó por la radio la noticia de la recuperación de Malvinas. Apenas amanecía el 2 de abril y el correntino, mientras tomaba mate, se alistaba para ir a la obra. La idea de volver comenzó a rondar por su cabeza y prácticamente se definió cuando participó de una concentración en una plaza rosarina en apoyo a la recuperación de las islas.

Luis esperó un par de días para cobrar la quincena y con ese puñado de plata emprendió el regreso a Corrientes. “Llegué de noche y le comenté a mis padres sobre la idea de volver al regimiento: sabía que mis compañeros estaban ahí y para mí era importante ir, sentía la necesidad de hacerlo… Creo que no iba a poder vivir sabiendo que no opté por esa posibilidad”, reflexionó Ayala en diálogo con El Litoral, 38 años después de ese momento.

En el otoño del 82 la suerte estaba echada. “Me presenté en el Regimiento 12 de Mercedes y al poco tiempo fuimos a Malvinas”, indicó.

Luego de un frustrado aterrizaje nocturno en las islas, por una fuerte tormenta que sacudió hasta los huesos a los conscriptos correntinos, pudieron pisar suelo malvinense a la mañana siguiente. “El frío era impresionante”, subrayó Luis y acotó: “El cambio fue brusco porque veníamos de una zona cálida, e incluso hacía calor cuando salimos de Mercedes”. 

“Bajas temperaturas, llovizna, viento helado… terrible, la verdad es que en los primeros días en Malvinas sufrimos mucho el frío”, describió. Además, “la comida llegaba poco porque no había logística para repartirla efectivamente”, afirmó el excombatiente.

A la vez, consideró que “vivimos muchos momentos complicados en la guerra, pero el más difícil fue el que afrontamos el 1 de mayo, cuando recibimos el primer ataque aéreo. Perdimos seis o siete soldados, además de registrar una cantidad importante de heridos. Y lo recuerdo como si fuera hoy. Estuve a 200 o 300 metros del lugar en que cayeron las bombas… Fue terrible”, describió con una voz cargada de tensión.

“¿Si tuve miedo? Sí, la verdad es que tuve mucho miedo porque a mí me tocó cargar en un acoplado los cuerpos destrozados de los que murieron ahí…”, resaltó hasta que cortó el relato por una tos nerviosa.

Resistir hasta el final

Ayala recordó los cruentos combates que con su compañía “C” afrontaron entre el 26 y 27 de mayo del 82, durante el desembarco y asalto de las tropas inglesas. “Para nosotros fue terrible porque la comida ya prácticamente se había terminado y tuvimos que matar ovejas para poder comer. Lo digo porque hay que contar la historia como fue: hemos pasado muchísimo hambre y frío. Nosotros queríamos que los ingleses llegaran pronto para que se defina de una vez por todo la guerra”, admitió.

“La verdad, para mí era como que pasó todo en un instante, pero fueron 36 horas de combate casi continuo que nos llevó para contener a los ingleses, pero lamentablemente no se pudo, nos arrinconaron hacia el poblado”, resaltó Luis. 

Así, llegó el momento de la inevitable rendición y entrega de armas. “Muchos no queríamos entregarlas -aseguró el malvinero-. Queríamos seguir combatiendo porque en el camino quedaron muchos compañeros. Cuando uno llega a una situación límite actúa de esa manera. Al principio tuve miedo, pero en estas circunstancias y a esa altura de los combates y de las muertes, uno ya pierde el miedo. Y sólo espera el tiro final para dejar de sufrir”.

Los sueños de mamá

Tras caer prisioneros y ver a tres soldados argentinos muertos cuando juntaban pertrechos, Luis y el resto de la compañía fueron subidos a un buque inglés que los trajo hasta el continente. Después de varios días de navegación, amarraron en el puerto de Montevideo, Uruguay. “Luego pasamos por una carpa de la Cruz Roja y finalmente nos subieron a un barco argentino que nos llevó hasta el puerto de Buenos Aires”, recordó el excombatiente correntino. “Llegamos de noche. Nos bajaron como escondidos en la oscuridad y después nos subieron a varios colectivos obligándonos a cerrar todas las cortinas de las ventanas. Y así, ocultos, nos llevaron a Campo de Mayo. Allí estuvimos una semana porque estábamos muy débiles: habíamos perdido mucho peso por falta de comida. Cuando nos recuperamos físicamente, volvimos en tren a Mercedes”, relató.

“El 20 de junio de 1982, Día de la Bandera, volvimos al regimiento y el 5 de julio me dieron la baja. Ese día salimos con varios de mis compañeros y fuimos a hacer dedo. Arribamos a Goya y con unos pesitos que tenía pude comprar un pasaje de colectivo a Esquina. Llegué ya de noche a mi casa, de sorpresa. Nadie sabía nada porque nunca hubo comunicación durante la guerra”, indicó.

“Golpeé la mano y estaban mi papá (Alberto Ayala), mi mamá (Herminia Figueroa), un vecino y un hermano (de seis que tenía). Al verme, todos se quedaron como petrificados, no lo podían creer”, señaló y luego describió una muy emotiva escena: “Me abracé con mi mamá y ella rompió en llanto, no se podía calmar… Los dos llorábamos. Después nos calmamos y pudimos conversar un rato. Me dijo que soñaba que me veía con mucho frío, tiritando… Eso decía que soñaba siempre. Y eso pasé en Malvinas: el frío era muy intenso”.

La áspera posguerra

“Fueron muy duros para mí los primeros años de la posguerra porque no conseguíamos trabajo y por ahí había burlas hacia nosotros, quizás sin mala intención: ‘Ustedes no hicieron nada, perdieron la guerra’, nos decían. Y eso dolía mucho porque hicimos todo lo humanamente posible para poder recuperar las islas, pero no se pudo y la guerra es la guerra”, afirmó.

Luis, con mucho esfuerzo, logró conseguir trabajo y formar una familia. A la par, fue relacionándose con otros excombatientes y la lucha sectorial trajo mejoras para los exconscriptos después de casi una década de olvido estatal. “Pude salir adelante, haciendo actividades, trabajando, practicando deportes, etcétera, pero fue muy difícil. Hasta que ingresé a la administración pública, al Registro Civil (aún trabajo en la repartición) y eso me hizo bien porque empecé a relacionarme con la gente”, valoró.

Luis tiene cuatro hijos: Silvina Soledad, Alejandra, César David y Cristian Alberto. Actualmente dedica bastante tiempo a su rol de presidente del Centro de Excombatientes de Malvinas de Esquina. En paralelo, practica mountain bike. “El ciclismo me ayudó mucho a superar momentos difíciles”, confesó.

También la contención de sus pares fue y es fundamental. “Agradezco profundamente a mis camaradas, son parte fundamental de mi vida porque tenemos un grupo muy unido que quiere hacer cosas por los excombatientes y por su comunidad”, dijo y nombró a Angel Sosa, Vicente Díaz, Nicolás Machuca, Servando Sánchez, Benicio Colman, Pedro Espinoza, Juan Galván, Miguel Fernández, Augusto Retamozo, Carlos Arce, Alfredo Godoy, entre otros.

“Nuestra batalla es permanente. Hoy, defender la patria es ser solidario con los que menos tienen. Es dar un aporte a quien lo necesita, sea un médico o una familia humilde. Hoy, defender la patria es eso también”, remarcó Ayala a modo de síntesis en la despedida.

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