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Entre el Viejo Vizcacha, Fierro y la payasada

Por Osvaldo Pepe

Publicado en Clarín.com

El vacunatorio VIP en tiempos del virus mortal desató un escándalo político y también abrió la puerta a la desmesura verbal de los elencos del Gobierno. En su visita a México y en conferencia de prensa con su par de aquel país, Andrés Manuel López Obrador, el presidente Alberto Fernández destapó su enojo y dejó al descubierto algo de la idiosincrasia criolla: “No hay ningún tipo penal en la Argentina que diga ‘será castigado el que vacuna a otro que se adelantó en la fila’. No existe ese delito y no se pueden construir delitos graciosamente. Ya lo hemos vivido”. Más allá de esta impensada apología de la “viveza criolla”, ese sentido ventajero de la vida que lleva a una devaluación módica de la ética de la existencia, algo de razón tiene el Presidente.

Muchas veces las élites gobernantes han movido a su antojo los hilos de las decisiones que impactan en la vida privada de los ciudadanos. Y lo han hecho, además de “graciosamente”, en forma arbitraria. Como ahora con el caso de las vacunas. Lo que llamó la atención de su destemplado enojo fue el contenido de filosofía práctica que significó. El “no es delito” lleva a una fangosa avenida con un pie en la legalidad y otro en los márgenes de lo prohibido. Y más: de aquello que “no se debe hacer” ni en la función pública ni en las vidas privadas.

Hay normas no escritas y códigos de moral implícitos en el tejido comunitario de las sociedades. Mentir para armar un relato farsesco y fraguar la historia, no es delito. Es indecoroso.

Adoctrinar el sentido del odio político, y hasta personal, en jóvenes generaciones justo cuando empezaban a curar las lastimaduras de padres y abuelos, tampoco es delito. Una ambivalencia histórica que se volvió contrariado emblema cultural y devino en radiografía del alma popular, que José Hernández esculpió en las mentalidades criollas. De un lado, el cinismo ventajero y acomodaticio, con una codicia apenas disimulada, del Viejo Vizcacha y su recordado “hacete amigo del juez…”, mandato que más de un siglo y medio después las castas políticas vernáculas honrarían hasta la exageración. Y del otro lado la épica rebelde, transgresora y libertaria del gaucho Martín Fierro, que siempre nos recuerda como un nativo tábano socrático que “…siempre el amigo más fiel es una conducta honrada”, segmento que no halló suelo demasiado fértil en nuestros gobiernos.

Finalmente, el Presidente pidió “terminar con esta payasada”. ¿Para qué meterse ahora, con la brasa ardiente de la vacuna VIP, con el noble oficio del payaso? Si ya lo había hecho el propio Gobierno cuando sentó a la simpática payasa Filomena en el Día de las Infancias (ex Día del Niño) junto con la ahora flamante ministra de Salud, Carla Vizzotti, al anunciar el parte diario de contagios y fallecidos por el más calamitoso de los virus que arrasaron esta castigada tierra de pandemias sanitarias y políticas.

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