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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Sin lugar para la irresponsabilidad

El mundo no debe hacerle lugares de privilegio a las estrellas. Los países deben seguir el ejemplo de Australia: las aventuras de Novak Djokovic se terminaron con un fallo superior y está muy bien.

La polémica por el ingreso de Novak Djokovic a Australia sin vacunarse, que convulsionó al tenis y a la opinión pública mundial, llegó a su fin cuando el jugador debió abandonar el país sede de un torneo de Grand Slam en un avión con destino a Dubai. El número uno de la Asociación de Tenistas Profesionales (ATP) fue expulsado luego de 11 días de controversias tras el fallo del Tribunal Federal de Melbourne, por lo que ahora se enfrenta a una prohibición de tres años para regresar al país oceánico, medida esta que será reconsiderada oportunamente. Además, surgieron dudas respecto de si podrá jugar el torneo de Roland Garros por cuanto Francia endureció su política sobre el ingreso de extranjeros sin vacunarse, en cuyo caso solo quedaría habilitado para jugar en Wimbledon.

Poco después de conocerse la sentencia, Djokovic se manifestó “profundamente decepcionado con el fallo del tribunal” .

Contrariamente, el ministro de Inmigración australiano, Alex Hawke, mostró su beneplácito: “Las sólidas políticas de protección fronteriza de Australia nos han mantenido a salvo durante la pandemia, lo que ha resultado en una de las tasas de mortalidad más bajas, las recuperaciones económicas más sólidas y las tasas de vacunación más altas del mundo”, dijo.

Con Hawke coincidió el primer ministro australiano, Scott Morrison. Dijo que la cancelación obedeció a “motivos de salud, seguridad y buen orden”. No menos importantes fueron las declaraciones de Rafael Nadal, clásico rival de Djokovic: “Estoy un poco cansado de la situación (…) El Abierto de Australia es mucho más importante que cualquier jugador”.

En un primer momento, la organización del torneo que había invitado al serbio a participar le había concedido una exención médica, pero luego revocó su visado, lo cual alimentó innecesariamente una polémica, pues el jugador debió respetar en todo momento las normas sanitarias fijadas por el país sede del torneo. Es hora de que el mundo del deporte —incluidos funcionarios, jugadores, aficionados y empresas patrocinantes— dejen de eximir a las estrellas, cualesquiera que sean, de cumplir las reglas. El episodio Djokovic se dio ante un exponencial crecimiento de contagios por la variante Ómicron. Dar el brazo a torcer no era una opción para el Estado australiano, que desde un primer momento dejó en claro que las reglas eran las mismas para todos.

Es importante reconocer en la rebeldía antivacunas un insulto a la ciencia, una aversión fanática y sesgada por el riesgo y la irresponsabilidad: la inoculación ha demostrado que previene, que alivia y que evita muertes.

Ojalá el mundo no le haga lugar a quienes, como Djokovic, pretenden avanzar en ancas de una aventura, sobre el terreno de la salud pública, algo que debe ser prioridad sin fronteras.

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