El déficit energético vuelve a ser una pesadilla para la macroeconomía argentina. De ese modo, ayer el especialista, exsecretario de Energía y expresidente de YPF, Daniel Montamat, ofreció precisiones sobre el sitio en el que la Argentina está parada en materia energética y vale la pena conocer los datos que nos dicen que los bolsillos del país otra vez serán presa de un error estratégico.
“El año pasado, el Gobierno importó a través de la empresa estatal Iaesa 56 barcos de GNL a un precio promedio de 8,33 dólares el millón de BTU. La cuenta total de importación de gas por barco en 2021 fue de 1.096 millones de dólares.
Este año, antes del conflicto europeo, había previsiones de importar unos 70 cargamentos a un precio promedio de 25 dólares el millón de BTU (Mmbtu). En marzo se testeó el mercado y se adjudicó un cargamento a 30 USD/Mmbtu”.
“A fines de marzo Iaesa acaba de adjudicar la compra de 8 barcos a un precio de 39 dólares en Bahía Blanca y de 44 dólares en Escobar. Alrededor de 800 millones de dólares. Se gastó el 73 % del total pagado el año pasado en sólo un 11 % de las cantidades de GNL estimadas para este año”.
“Otro tanto ocurre con la importación de gasoil y otros productos petroleros”.
Y explica: “Los subsidios energéticos alcanzaron los 11.000 millones de dólares el año pasado (12.000 si agregamos el subsidio a la inversión) y la balanza comercial del sector volvió al rojo (negativa en 559 millones de dólares)”.
“Son subsidios que se financian con emisión inflacionaria, y son importaciones de energía que demandan divisas. Este año, con las nuevas cotizaciones del gas y del petróleo en el informe Carta Energética proyectamos una balanza sectorial deficitaria de alrededor de 5.300 millones de dólares, con importaciones de 11.500 millones (datos similares a los del 2015)”.
“A su vez, aun con los aumentos anunciados en gas y electricidad (segmentación tarifaria mediante) en el informe estimábamos que los subsidios energéticos iban a seguir creciendo entre un 20 y un 30 %. Si se consolidan los precios de los 8 barcos recién comprados y no se reducen los cargamentos previstos, el déficit de la balanza energética treparía a los USD 5.800 millones, y los subsidios (sin nuevos reajustes tarifarios previstos) aumentarían un 50 % respecto a las cifras del año anterior”.
“Los números de la energía vuelven a poner en jaque a una economía que no genera suficientes dólares para importar, y que, por los niveles de inflación alcanzados (además de los compromisos de emisión asumidos con el FMI), ya tampoco dispone de la emisión irrestricta de pesos para enjugar el impacto fiscal de un festival descontrolado de subsidios”.
“Mientras tanto, escuchamos a diario que falta gasoil cuando el sector agropecuario más lo necesita, que habrá menos gas de Bolivia para importar este invierno, menos generación hidroeléctrica por el año seco, reducción de los días de reparación de una de las plantas nucleares y diferimiento de las paradas técnicas de las otras dos, y que las restricciones del gas natural a industria serán más prolongadas y extensas que el año pasado”.
“El productor agropecuario que no consigue gasoil ni pagando otros precios resignará parte de la cosecha o demorará su siembra. Las industrias que puedan reemplazar el suministro de gas lo harán por otros combustibles que también están más caros (fuel-gasoil), pero si el gas es insumo petroquímico, deberán restringir producción”.
“La restricción energética que complica las cuentas públicas y externas, también es paralizante de la actividad económica. En síntesis, otra vez la energía complica el frente inflacionario y el frente recesivo. Y la culpa del sombrío presente energético no la tiene ni Rusia, ni Ucrania, ni el FMI, ni Macri, ni el diablo. El Gobierno reincidió en políticas equivocadas que ya habían derivado en una crisis en la anterior gestión kirchnerista”.
“Volvimos a entrampar la energía en políticas de corto plazo: reglas contingentes, congelamientos de precios y tarifas en un contexto de creciente inflación, cepos y controles disuasivos de nuevas inversiones en capital fijo, y ausencia de un rumbo orientado por una estrategia de largo plazo”. “Es lamentable —concluyó— porque si la Argentina hubiera aprendido la lección hoy tendría un sector estratégicamente orientado al desarrollo intensivo de los recursos hidrocarburíferos con petróleo y gas”.