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/Ellitoral.com.ar/ Cultura

-Mademoiselle Almoznino? … -Elle est là!!!!!

Por la profesora Carolina Monzón

Especial para El Litoral

Como salida de un cuento de hadas, donde la delicadeza se deja pigmentar por la apariencia  que cada uno da a las cosas, así, la señorita Chiche ingresa a nuestras vidas, hoy, desde otra dimensión. Con dolor, claro, como respondiendo a esa composición loca y egoísta que nos hacemos de “la vida”, al pretender que todo lo que está a nuestro lado siempre debe permanecer en el mismo estado, al alcance de la mano, al otro lado del mensaje, en el mismo lugar.

Y la vida tiene su segunda parte: la más larga, la más interesante, aquella en la que tomamos parte todos los que forjamos su memoria. Por consiguiente, esta salida inextricablemente se transforma en una entrada a la eternidad. En una imagen perenne. En una impresión permanente con colores fluctuantes, según la emoción.

La profesora Ethel nunca levantó la voz, pero en su voz recta ,y paradójicamente delicada, depositó todo el conocimiento del que alguna vez se supo impregnar, y también las dudas sobre aquellos desafíos que le hubiera gustado resolver.

Curiosa, inquieta, no había expresión artística que no denotara para ella la necesidad de ser aprehendida, ni movimiento literario que escapara a su codiciosa investigación. Su ductilidad hacia la comunicación la convirtió en la mejor emisora de mensajes que, pocas veces, pude apreciar. Precisamente, una comunicación versátil que podía desarrollarse en varias lenguas, de manera simultánea, según la ocasión.

Sin embargo, la señorita Almoznino no fue una mera fuente de datos. Fue el dato en sí mismo.

Ella contagiaba los referentes y contextos más genuinamente vividos. Invitaba a la charla, a la desambiguación constante, a la crítica, a la apreciación, a la resolución de imposibles, a la búsqueda de la verdad.

Una vez, antes de presentarme a mi primer examen de francés le dije: -NO lo voy a hacer. NO sé cómo hablar en otra lengua. Y ella, con toda serenidad, me animó: -Hacelo, uno no habla en otra lengua, uno habla la lengua, con limitaciones y ventajas, pero la habla.

En ese mismo sentido, otra vez llegué con dudas sobre qué hacer con la escasez de libros para enseñar la lengua de Molière. Y ella me animó sugiriendo que la lengua no vive en un libro, solo descansa en él. Y que cualquier buen docente de lengua extranjera no precisa de un método escrito: le basta con tener claridad de objetivos, paciencia para transmitirlos y entusiasmo para que ese circuito de la comunicación fluya con total libertad.

Contrario -quizás- a su época pedagógica, Mlle Chiche nunca se negó a los cambios: siempre investigó los alcances y la profundidad de las variaciones lingüísticas y las “dejó hacer”. Nos enseñó que lo que evoluciona, si sobrepasa el tiempo de la “moda” entonces impactará permanentemente en la lengua. ¡Cuánta razón tenía! La evolución es cuestión de necesidad, no de necedad, dijo alguna vez.

Con ella podíamos interpelar e interpelarla. Tenía respuestas válidas a cada pregunta, a cada sugerencia, a cada observación. Tuvo momentos de total gloria y algunos de muchos remolinos. Pero la vida la premió y la condecoró.

Escaparía a su voluntad humilde y reservada enumerar sus logros académicos, culturales, de trayectorias múltiples. Me reservaré escalar en sus logros de amistad, de consejera permanente, de incansable luchadora por lograr que todos accediéramos a las mismas oportunidades de desarrollo profesional y social.

Fue una fiel obrera de la educación. No sabía dar la espalda y palmeaba con mucha deferencia a quienes -rara vez- se la daban. Sus convites del 14 julio hacían de su casa la Fête de la République más coqueta, más sencilla, más esperada. El típico vin chaud (vino caliente), preparado con receta ancestral, se volvía una delicatessen que congregaba a recibidos y por recibirse, a estudiosos y por estudiar, a francófilos y francoparlantes, a todo aquel que quisiera estar.

No se nos fue un baluarte de la cultura, solo se transformó en el faro que nos hará brillar más aún, con su recuerdo despejado de prejuicios, sus anécdotas plenas de aprendizajes, sus frases pintorescas trepando figuras de estilo, sus apuntes subrayados saltando líneas y corriendo en sentido atravesado algunas hojas vestidas de tiempo, sus libros señalados con total prolijidad, su andar tranquilo recorriendo dinteles en arquitecturas construidas en la espontaneidad.

¿Cómo no presentarla y mantenerla en la memoria de los que no la conocieron? ¿Cómo no utilizar sus recursos y volverlos virales si ese fue su mejor logro académico? ¿Cómo no evocarla en nuestros ejemplos, al pretendernos formadores de futuros formadores con la carrera terminada y creyendo que no hay más fichas para otra vuelta de carroussel?

Chiche, querida colega, Maestra de la humildad y del desempeño académico legítimo, quisiera ondear por vos esa azul, blanca y roja con la misma deferencia con que vos lo hiciste tantas veces, y con el mismo sentido de pertenencia a un país -Argentina- que nunca olvidaste forjar.

 

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