Susana Szwarc o el silbido que sostiene el mundo
El asaltante hace un recorrido por las voces vivas de la poesía argentina. Cada poeta nos acercará, además de poemas, su visión de la poesía.
Hacia una poética
La zona donde la poesía se despliega, no (solo) el abismo, no (solo) el vacío (a la vez repleto), sino la página donde apoyarse. También en el aire mismo, en la voz que pronuncia y lo que pronuncia son sonidos, letras escondidas en otras letras. Un sin /sentido que intranquiliza (a la vez mece) que lleva a buscar un "qué dice", un "qué me quiere decir", algo que explique para cerrar la riqueza del no entender.
La poesía se deja: puede ser leída, escuchada innúmeras veces. Cada vez será posible leer otra cosa. Una repetición que no es repetición porque se nombra en otro lugar de esa zona. Una geopolítica que esquiva el poder y la (llamada) comunicación, esa que hace ruido, que pretende in-formar, uniformar. La poesía pertenece al mundo de lo que no se puede definir porque implicaría atarla, pertenece al mundo de lo raro, tan raro como una lluvia repentina, como una lluvia que nos moja la boca. Una lluvia que transforma el entorno, que hace caer dos gotas, sílabas sobre la página.
El por qué y el para qué de la poesía: es en esa casa que habitamos, en el lenguaje vuelto poema, donde es posible hacernos, alguna vez, humanos. Lo que implica una responsabilidad, una ética. Y siempre es –cuerpo poético- de y con los otros.
Susana Szwarc
Muestrario mínimo
Declive
Por el ojo de la cerradura vemos
cómo deja la palangana en el suelo: tiene agua. Ahora
no se ve. Hasta que levanta la mano
blanca, la misma con que la prisionera (jovencita
en Siberia) llevaba maderos hacia el barco.
¿Y las niñas? en la escuela
atrás de la vía.
Tiene una gillette y el ojo apoyado en la cerradura mira
su negra axila de abeja-madre. Arrasa. Algo se corre.
En el encuadre, un ojo mira al otro.
Si me estiro veo
la palangana (llena) de estrellas y abedules
también blancos: habría nevado.
(El hermano, sobre la nieve, corre
a la muchachita y ahora los ojos ya no ven.)
Atrás de la vía:
campanas.
Va a salir. Hay que correrse. Abre la puerta y desparrama
el agua (turbia) al gallinero. Nubes la alejan, hacen pasillos
hasta que tiende más ropa en puntas de pie. Los brazos en alto. Abrocha.
¿Cómo hallar ahí dónde posarse?
Formales
Alguien traza una franja de penumbra en el día
que comienza. (Hemos puesto la ropa
en remojo). Alguien cuenta
su revelación, fluye
como el agua por la franja que se estrecha:
viajaba en un tren,
desde la ventana veía el pasado
y el futuro, lo que muere,
rompe, muere, reguero de luz
y sombra sin cuerpo, sin fortuna
en el lugar común del grito
del sueño que nos despierta y cambia
la dirección de la mirada.
Alguien cava un pozo en el día
que comienza (cerradas, las puertas de la casa).
Y habrá una posesión
una especie de rezo habrá. Después
rodajitas, costras de pan. (Hemos puesto
la ropa en remojo.
Sólo fluye el agua y lo soñado
casi ya no insiste). Lloramos
por la fuerza del agua.
Por la imposibilidad de su captura.
Ronda
Una mujer (podría ser tu madre) se quita
el sudor de la frente. ¿Está llorando
y del agua levanta las uvas?
-Claro que no- dice, -¿acaso
no lloré ya demasiado?- Y alarga
su idioma de plegarias
como un chiste.
aaacotkitbá sháre búre óbed bá
está cantando en polaco la abuela
en el horno -muerta se seca su harina.
aaacotkitbá cantamos las madres,
las hijas, las muñecas extenuadas
de éter y música.
Sigue aaacotkitbá pegada a la pared
los pies sobre un suelo enlosado,
y agrega la propia madre
me duelen las piernas
pero aprendí:
qué suerte le digo
si todavía hay piernas para el dolor.
(Bailemos) Del bolsillo salta
su cajita de nieves.
En puntadas se cose una siesta
cotkitbá a otra siesta cantabas
y mentías
pero aprendí:
tus tierras prometidas existen.
Por ejemplo hay rumores
de cuerpos escandalosos, solidarios.
Hay aves de plumajes como letras.
(Reímos más de la dulce mentira.)
Y a solas (detrás de las ventanas)
escurrimos
uvas.
Otra vuelta cotkitbá y no sabemos
el significado
pero parece una canción feroz.
Esa memoria acompaña desde la biblioteca
de los hornos.
Apuntamos
con la linterna. El renglón marca:
que los hijos vivan del lado de la dicha.
Invitación
I
Alguien, como un teorema, nos ha cercado
con una magia suave, todavía.
Casi nada sabemos
sólo el ruido -musical- que dejan los trapecios
y confunden.
Toda la historia entra en una copa,
suspendida por la ventana en su equilibrio.
Una tos aleja del ensueño.
Nos avisan: no leer ya tragedias,
evitar la inquietud.
Mi pura verdad vacila y la copa se mueve.
Caerá,
se hará trizas en la vereda de las grandes ciudades
donde nunca (nunca, que recuerde) he comido.
(-¿qué comíamos?
- letras.)
Se nos escapa la risa como un huevo
pasado por agua que evita el incendio
de la casa,
(a todos a veces se nos rompe).
II
Recordar. He mirado los árboles vacíos del invierno
y los he visto cumplidos otra vez.
También la otra
-niña- ajena, los ha visto.
Árboles nos permitían el saludo, el adentro y el afuera,
y la prohibición encubierta que separa
las toses.
Que hace, en la luz de la mañana, el milagro
de la diferencia.
En esa luz alguien sueña con otro que bendice,
que alimenta,
que no sabe de la desmesura del sentido.
Porque alguien sueña
yo también.
Un país no es un solo lugar para el derroche de pasiones.
La vuelta al mundo recomienza su andar
y todo el pueblo
entra en nuestros ojos como un fruto maduro,
a punto de morder.
Justo en lo perdido, una migración.
Bilingüe
Mecerse en el cálido pozo
de las ficciones
hasta paladear el ritmo
(lentísimo) de la infancia.
El dolor (sólo) por sus tramas.
He bebido agua, (agua)
donde posaste tus remos.
Es envuelta en lo ausente
(amado)
que alardea la presencia perpetua.
Los cielos arriman (entretanto)
un pueblo al otro.
Y no hablo -esta vez- de la revolución.
Hablo de la juntura de las lenguas.
Voces
Te pregunto si llueve todavía.
Una pregunta tan torpe como pretender,
ahora, desde aquí,
saber
si es de día o de noche,
como si se pudiera responder
así nomás
a ciertas cosas.
Es otro continente, me decís.
¿Acaso cambia algo si sigue lloviendo?
No es lo mismo, diría
y me acerco
más
a la ventana.
-Está oscurísimo.
-No se puede pretender otra cosa
a la madrugada.
(¿De dónde viene esa voz?)
Me alejo. Alguien se puso a silbar.
Silba y sostiene con su sonido el mundo.
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