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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

La naturaleza del escorpión y la agencia de colocaciones

 

Por José Luis Zampa

 

Javier Milei desvertebró las relaciones diplomáticas con Colombia cuando nada lo hacía prever. ¿Era necesario? Desde el punto de mira estratégico de un país no, pero en lo profundo de la psicología presidencial sí. Para él siempre es bueno destruir cualquier surgimiento larvado del “demonio comunista”, aunque cometa anacronismos hilarantes y por más que, a posteriori, las consecuencias de sus actos resulten lesivas para los intereses de toda una Nación.

La lógica del león es análoga a la lógica del escorpión. Aunque al final vaya en su propio detrimento, clava su aguijón sin miramientos porque así son las cosas en la nueva era. Ergo, funciona por impulsos tendientes a demostrar coraje y temeridad allí donde no es necesario. Porque, después de todo, ¿es valiente despedir empleados públicos en masa y solazarse de ello frente a lo más granado del empresariado continental? Según cómo sean interpretadas, tales mutilaciones al aparato público pueden ser errores políticos que le costarán caro en el futuro (pues nadie en su sano juicio que haya sido seccionado por el plan motosierra volverá a votarlo), pero no dejan de ser demostraciones cojonudas celebradas por otras muchedumbres.

Podría creerse erróneamente que solamente los CEO’s de las corporaciones más favorecidas por la política del ajuste indiscriminado palmean a este gobierno, pero lo cierto es que mucha gente -más de lo que este cronista pudo haber imaginado en su momento- saborea ciertos elixires revanchistas cada vez que el jefe de Estado anuncia guadañazos como el cierre de Telam, la eliminación de las delegaciones del Enacom o la liquidación de la TV Pública.

Milei encontró su propia cantera de fanáticos cuando olfateó que la sangre de los cercenados por su cimitarra era disfrutada por otros argentinos que -aun padeciendo los más duros efectos de la liberación de precios- se pusieron contentos porque el vecino de al lado, que gozaba de cierta abundancia comparativa, perdió su empleo estatal producto de los recortes instrumentados por el nuevo gobierno.

No hablamos de un potentado con dos Mercedes Benz en la cochera del country, sino de un jefe de familia que tenía un sueldo fijo cada mes, el aguinaldo, un auto usado del año 2017 y ahorros para vacacionar en Córdoba una vez al año. Un empleado de la Anses, o del Servicio Meteorológico, o de Vialidad (por citar tres de tantos ejemplos), con 15 años de antigüedad y tres hijos adolescentes, cuya vida (como la de miles en su mismo brete) cambiará para siempre a partir de los gélidos anuncios del vocero Adorni, el mismo impío que invitó a los periodistas a decirle “chau” a la agencia oficial de noticias “porque se va”.

El presidente encontró el lado utilitario de la crueldad como instrumento de marketing y la utiliza para maquillar la cuestión de fondo, que sigue siendo la incertidumbre. Aunque en el plano estrictamente técnico su estrategia acierte en la corrección de las variables económicas y continúe la baja escalonada de la inflación, el costo social es tan gravoso que las corporaciones y el propio FMI todavía miran de lejos, sin volcar divisas, a la expectativa de si el libertario acierta o se hunde con la rana.

Mientras se especula con la llegada de José Luis Espert a Economía (el comentario no chequeado indica que el actual ministro, Luis Caputo, perdió respaldo presidencial por la escalada de precios), Milei abre nuevos frentes como cortinas de humo para seguir como hasta ahora: dueño de la iniciativa. Por eso bordea los límites, para hacer gala de una osadía impropia de los gobernantes tradicionales.

Volvió a demostrarlo con el ataque a su colega Gustavo Petro. Ni los orígenes comunes de la Patria Grande, ni las necesidades de intercambio comercial (Colombia compra autos, camiones y cereales a nuestro país) le pesaron al libertario cuando Andrés Oppenheimer, periodista argentino de la CNN, le dejó una pelota picando en el área.

“Dijeron cosas muy duras de usted; por ejemplo que representa un retroceso para Argentina”, reprodujo el entrevistador. No hizo falta más. Milei calificó a Petro como un “asesino terrorista”, en alusión a la participación de su par en el recordado movimiento guerrillero M19, que en los años 70 tomó las armas para respaldar la causa obrera. Acto seguido: el presidente colombiano anunció la expulsión de diplomáticos argentinos y retiró su embajador de Buenos Aires.

Lo interesante del asunto es que a Milei este incidente internacional (al igual que otros protagonizados con Brasil, China y México) le vale madres. No le importa que lo cataloguen como un desquiciado y mucho menos experimenta algún grado de arrepentimiento a posteriori de consumadas sus exageraciones. Es exactamente al revés, porque de tales imprudencias se nutre su plataforma de construcción política.

Hábil en las trapacerías inmediatas que bajo una piel noticiosa son multiplicadas en las redes sociales, escoltado por fieles adherentes al fundamentalismo libremercadista encargados de postear calamidades que luego él mismo se encarga de viralizar con oportunos “likes”, Milei apunta a un segmento social de desencantados a los que seduce sin beneficiar.

¿Cómo consigue que el 70 por ciento de la ciudadanía que lo votó reconozca que está peor que antes pero continúe ilusionada con la zanahoria de la estabilidad? Ya se ha dicho miles de veces pero conviene repetirlo: porque sus antecesores fueron pésimos, cualquiera haya sido el tronco ideológico que hubieren abrazado al momento de ejercer el poder.

Nadie se animó a hundir el facón hasta el hueso en los últimos lustros. Frente a los postulados vacíos de una Cristina corroída por las valijas de López, después de la melange gradualista de Macri y luego de la monotonía deprimente del dubitativo Alberto, la cirugía mayor de la que habló el actor Guillermo Francella pasó a ser el principal activo de la era Milei. Y con el desposte seduce a multitudes.

Y no porque todos los adeptos del presidente hayan alcanzado la tranquilidad patrimonial del protagonista de “Casados con Hijos”, sino porque esos miles de don nadies que lo aplauden se sienten representados por alguien que viene a aplicar la justicia taliónica de igualar hacia abajo. Le quita al que algo tiene para que, como su colindante, ambos nada tengan. La conformidad improductiva del hombre mediocre, de José Ingenieros.

Hablamos de emprendedores frustrados por intimaciones de AFIP, de vendedores de parripollos cocinados bajo el sol, de remiseros cansados de repartir currículums en vano. Personas que vieron durante 40 años cómo se integraban al sistema laboral del Estado los beneficiados por el nepotismo, el amiguismo o el acomodo, marginados en la ruleta del reparto, excluidos de las mieles protectorias de la casta.

Todos los responsables de esa distribución asimétrica de favores le escribieron las partituras a Milei. A lo largo de las décadas el Estado funcionó como una agencia de colocación en las múltiples estructuras públicas, convalidado por sindicatos que (sin medir las aptitudes de sus apadrinados) instauraron derechos hereditarios en el traspaso de cargos de padres a hijos. Una sucesión de excesos consentidos por la vista gorda de los predecesores de Milei, quien ahora pesca en la pecera bajo el argumento justificante según el cual todo lo público esconde curros. Hasta las vacunas, a partir de aquella maldita idea de privilegiar a los amigos con los primeros lotes de Sputnik.

El presidente anarcocapitalista hace de la suyas fiel a su naturaleza dogmática. Aplica motosierra, licuadora y todo otro artilugio que le permita cerrar los balances de la macroeconomía aunque el país registre más de un centenar de muertos por dengue. Hace realidad la teoría maquiavélica de que siempre es mejor perpetrar el daño de una sola vez y en abrumadoras cantidades, de forma tal que en el futuro los favores sean dosificados en un lento goteo para que el pueblo los valore como el recién rescatado del desierto que es convidado con un simple vaso de agua: un pequeño sorbo le parecerá un inconmensurable placer.

Para terminar este ensayo, la pregunta vuelve a ser hasta cuándo la moledora de carne podrá seguir funcionando sin que los empujados a su garganta se resistan organizadamente. ¿Hasta abril, cuando los tarifazos de los servicios públicos alcancen un aumento del 400 por ciento? Si hasta el tío de Milei está a punto de ser desalojado por indigencia. Con este rumbo tan persistente como inconmovible, ¿tendrá el presidente margen de maniobra para reparar el estropicio social de su plan económico? ¿O zozobrará el batracio?

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