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El cementerio olvidado

Moglia Ediciones. Del libro "Aparecidos, tesoros y leyendas de Corrientes".

Sabado, 07 de diciembre de 2024 a las 18:36

Recorramos juntos la ciudad de Corrientes, varias veces centenaria. Hasta hace no mucho tiempo atrás, digamos sesenta años medidos con la cronología inventada por los occidentales, aclaro esto porque existen otros calendarios como el judío, que si mal no recuerdo anda por el año 5782, el chino otro tanto, el azteca y el inca difieren, pero es necesario fijar un parámetro para nuestro paseo.
Cuando caminamos lo hacemos con un ADN que definimos como humano, sin distinción de colores, altura, peso, etc. Sólo algunos malvados inventaron y conservan esas odiosas discriminaciones, horribles por cierto, para hacer el mal, destruir al otro, al semejante, atribuyéndole conductas horrendas que asustan a cualquiera, bajo estos patrones algunos que parecen humanos se mueven. Dejando de lado ese concepto caminamos con nuestra sombra, la que nos acompaña mientras el sol pueda acariciarnos; nuestra sangre, donde encontramos la espiral maravillosa del ADN exhibe hasta un 4% de Neandertales, entre las fusiones y mixturas que el ser humano fue forjando en la fragua eterna de la historia.
Dónde quedan los restos de lo que materialmente se considera al cuerpo, cuando el espíritu se pone a viajar por caminos incognoscibles, secretos, en busca de sus portales que reservarán sus energías pues en necrópolis, llamados por los creyentes campos santos, por los laicos cementerios, por todos lugar donde habitan los espíritus, moran los duendes y generan miedo.
Ahora los conduzco como si estuviéramos 60 años atrás o un poco más, hasta la esquina de Roca y Junín exactamente, ya lo pensaron si viven en la ciudad de Corrientes, los que peinamos canas podemos mediante la recreación intelectual, observar la culminación del asfalto de las dos arterias, Junín de piedra y Roca de piedra, ambas con bajadas una hacia el Este y la otra al Norte en su búsqueda del orgulloso Poncho Verde, arroyo Arazá; si lo pensó bien era un barrial cuando llovía, no se podía caminar, los pocos vecinos que habitaban la zona de las calles inclinadas debían ayudarse con un palo o cayado, bastón que se iba clavando a cada paso, para evitar rodar hacia el arroyo caudaloso en lluvias copiosas. 
En la esquina vivía la familia Martínez cuya casa daba al frente sobre Junín empedrado y su lateral al Este en la calle descripta. Era el fondo de unos cincuenta metros, tenía muchos árboles, se dividía de lo que era una presunta vereda con un herrumbrado alambrado que vivió épocas mejores. En el final de la calle en pendiente pronunciada, había un puente colgante de cuerdas, piso de maderas atadas de igual modo, que con el viento se balanceaba, era el único modo de cruzar el arroyo. Ese lugar, para justificar las cruces y tumbas que mencionaremos, lo que hoy sería calle 9 de Julio, fue el preferido para los duelos a facón, nos dice don Hernán, lo que justifica también el camposanto, por las cruces que abundaban en el lugar, de encuentros furtivos y peregrinajes, de sombras y espíritus voladores.
Frente a la casa de los Martínez vivían los Balbi, conocidos por ser los únicos proveedores del necesario e imprescindible Kerosene que alimentaba los calentadores, cocinas, lámparas de todo tipo, hasta heladeras. 
El sujeto que me relata fue un estudiante de Derecho, vivía en la casa de los Martínez. 
En las tardes observaba con preocupación movimiento de sombras extrañas entre el bosquecillo, lo mismo ocurría a la noche, pensó que eran los vecinos de abajo, hasta que curioso preguntó a la señora a la que conocía de años si la visitaban parientes porque sabía que vivía sola. 
Respondió que no, al ver la cara de susto de su interlocutor, lo interrogó: -vos también ves sombras? -Sí-, respondió. La buena señora puso sus manos sobre las suyas, con paciencia le explicó que en esa parcela y probablemente hacia el oeste, existió un cementerio no consagrado, donde enterraban a los suicidas, duelistas, esclavos, prostitutas, pecadores de diferente laya, además de los cuerpos sin identificar que el arroyo arrastraba en su cauce, -vaya uno a saber cómo murieron o lo asesinaron en la mayoría de los casos- expresó. Asombrado el muchacho volvió a su casa. Al día siguiente se levantó y se propuso a investigar el enterratorio. Encontró algunas lápidas, antiguas como el tiempo mismo, erosionadas, fabricadas de hierro, chapas, maderas, salvo algunas excepciones, de mármol.
No se le ocurrió mejor idea que llevar una lápida para usarla de mesada en su casa. Lo que no sabía era que el fantasma del muerto lo visitaría, tanto que hasta mantuvieron cierta amistad, pues la esencia incorpórea sólo lo observaba, a veces le indicaba con la cabeza hacia el bosquecillo, invitándole a devolver lo que no le pertenecía. 
El hecho que culminó con la rápida devolución que se produjo una noche en que en el sillón de su dormitorio, sentado sobre sus ropas una noche de tormenta y lluvia fuerte, observó al fantasma levantar el brazo mostrándole el camino al cementerio olvidado. Resistiendo el aguacero, helado por el frío y el miedo, sacó el mármol con cuidado y se dirigió al monte, colocó la lápida en la tumba del desconocido, que lo único que se veía en ella era 1877, sabía que era el lugar porque lo marcó con un viejo trozo de tronco, agregó de su propia hechura una cruz de madera y rezó como nunca lo había hecho antes, pidió perdón al muerto por haber hollado su lugar de reposo.
Pasó el tiempo, se entubó el arroyo, se asfaltó la calle, la pendiente queda perfectamente a la vista, enfrente se instalaron las Carmelitas, corporación de monjas de clausura. Ellas parece que también observaron algo desde su instalación, porque encienden cirios y rezan frente al lugar. 
El sitio cambió totalmente, una moderna construcción socavó los cimientos y se llevó consigo al viejo cementerio, nadie denunció nada para evitar que le paralicen la obra, muy propio de los arquitectos e ingenieros, vaya a saber en qué relleno fueron a parar tantos muertos innominados. 
Es por eso que en algunos barrios nuevos, sus habitantes de pronto reciben la visita de extraños seres fantasmales y no encuentran explicación alguna, traen a las limpiadoras de casas, que hay muchas/os, en la ciudad que tampoco tienen claridad en sus tareas, algunos parten hacia su portal, otros se resisten, hay que acostumbrarse no?
 

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