El asaltante nos trae voces vivas de la poesía argentina. Cada poeta nos acerca, además de poemas, su visión de la poesía.
Poética
¿Qué es la palabra? Es esa bocanada de aire que necesito para olvidar la desmesura del laberinto y no extraviar mi sueño en el sitio donde aguarda el abismo.
Es la que aparece en la penumbra para que no olvide que andar tras ella es un destino porque la palabra está en el latido del corazón y allí vivimos.
¿Quién es? Si no la que nombra la sombra que en la noche pregunta por el secreto atroz de una niña que sabe que la palabra ha de salvarla de ese recuerdo que le picotea el cráneo a la hora de la comunión y a la hora en que ve a su madre perpetuarse girando la cabeza para que el mundo siga sucediendo mientras Dios vaga ciego.
Ella la niña que come tierra debajo de la mesa y no encuentra en su boca la lengua que traiga la palabra y la sirva para que todos coman de ella.
¿Qué es? Si no el tiempo entre tu boca y mi boca y ella que va y no se detiene porque la palabra pertenece al reino de lo inorgánico y al pasar por nuestros labios se hace corpórea y puede estrellarse en los cristales de la ventana buscando emigrar de la desolación. Ella ve cuando el auto verde oliva sin patente levanta victimas para arrojarlas desde un avión y sus palabras libertarias se extravían en las aguas contaminadas del Río Marrón de la Plata.
¿Qué es sino el volcán violento que estalla en mi boca a la hora de la siesta cuando los higos acechan a las loras?
¿Qué es sino las consignas que las mujeres en la avenida gritan?
¿Qué es la palabra sino ese salvavidas que me acompaña cuando nombro de a retazos el infierno que profana mi sueño?
La palabra es tu nombre padre la cadencia de sus sílabas que tintinean en mi boca y a la hora en que aún los gallos no cantan vas amansando caballos para que una niña osada abra su boca y grite padre es la hora es la hora.
La palabra es mi madre y su sueño de aviones y Carola Lorenzini trayendo el cielo
a su cama y ella empecinada intentará, pero no, no ha de volar si no tan solo lo necesario a la hora de lavar los platos para escapar del tedio con un canto que dice palabras bonitas a su oído
Las palabras vienen y a ellas me entrego sabiendo que cuando las nombre algo se irá para siempre y habrá un tiempo para cobijar la vida.
Ellas, la dan a luz.
Ernestina Elorriaga
Muestrario mínimo
I
Y era angustia la ausencia y era
el dolor enterrado en la garganta
un río embravecido en el territorio del silencio
cuando una madre
no puede sostener el cuerpo del hijo que se arroja al abismo
a la rasgada grieta
sin saber del infinito ni del límite de la oscuridad habla con las estrellas
oprime sus sienes
sabe que en los ojos de loba de la noche mora el tiempo
no quiere sentir
los pasos del hijo rumbo el espanto.
II
Tus años frágiles no espejaban desprecio ni rencor
de mi mano intentabas la eternidad
el lugar donde el cielo es un aullido
pero alguien te arrancó de mí
quién fue
o era yo sin saber lo que hacía
una madre
constriñendo al hijo a sentir los latidos de un corazón con miedo
es capaz de engendrar una fiera
por qué se pregunta ella
por qué
a su lado se desgaja en la sombra que ha sido
III
Devorado el niño que fuimos no hay regreso
el cielo es una rosa desnuda
la sangre se va yendo
la mirada se enturbia
se emponzoña
sin embargo bajo la lluvia los árboles no cesan de brillar
devorado el niño
los barcos dejan de parecer secretos
emergiendo del vientre de una ballena
y el sol una pepita de oro
atrapada en el zumbido de la noche
en la vigilia
la mañana es una ventana despedazada.
IV
Piedras de eternidad cortan el filo de los días
saltan bajo el aguijón punzante del taladro
en la calle enmarcan el rostro de un hombre
lo devoran
el polvo
un cerco de nieve en sus ojos
se entrevera a la lágrima que duele
el rictus
una puñalada que no encuentra su corazón
su mano agarrotada se detiene
piensa en el hombre que fue en quien va siendo
intenta un alarido
de su boca huye un niño
lleva en su corazón una piedra que quema
V
Dónde están los mercaderes
dónde están los que ofrecieron el becerro
dónde están los que amurallaron mi cuerpo y lo escondieron
dónde están los que dibujaron esta máscara
dónde estoy
dónde mi rostro
dónde me busco
dónde
si en el diluvio de los ojos de mi hijo no he podido ver su corazón desbocado
aquel caballo rondas de azúcar
ni al velo de la noche con palabras expulsadas de dios
dónde estas hijo mío
dónde estoy hijo mío
si no estoy a tu lado y me salvo contigo
VI
La ronda me lleva me acerca me aleja me río me arrullo
me canto y celebro como el viejo Walt
ya siento me respiro estoy a tu lado ya te miro te veo
ya me veo la ronda me eleva me vuelo ya la ronda se vuela
ya este sueño es tu sueño y me sueña ya te oigo
ya no ríes ya no cantas
hijo quién se lleva la casa a la deriva
quién golpea a la lluvia en la mañana
y a la ronda redonda me la roba?
VII
Miren ese cuerpo que cruza buscando el tiempo de la infancia
miren el agujero en el pecho abierto
a los pájaros y a los vagabundos
no miren los puños apretados luciendo una rabia añosa
ni la tajadura en la frente
ni a sus pies cansado de buscar
miren los secretos que arrastra
las preguntas sin respuestas
y vociferen como un tifón hasta romperle el tímpano
que no escuche que su corazón no late .